14 de abril - 21:10

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La cena estaba servida y junto a ella el plan se había puesto en marcha.

Cada pieza estaba en su lugar: Blake continuaba cocinando; Loki, vestido con un elegante traje de alta calidad, se encontraba con Nikolai y los italianos conversando animadamente; y Volkov y Horacio se dirigían al camarote del ruso, evitando la intensa vigilancia de Heredia.

Se trataba de una estrategia muy simple, pero, tal y como había dicho Horacio, cuanto más sencillas eran las cosas, mejor resultado daban. En un principio Volkov se había mostrado algo escéptico. Al ruso le gustaban más los planes complejos y bien elaborados. Siempre le habían dado buenos resultados.

—Seguro que ellos conocen tu forma de actuar y lo esperan —le había explicado Horacio—. Además, si una operación tiene muchos pasos es más probable que algo salga mal.

Volkov sabía que el menor tenía razón, pero parecía querer discutir un poco más. Antes de que pudiera decir nada, el pelirrojo zanjó la cuestión con pocas palabras.

—Tu problema es que necesitas confiar en otras personas para hacer esto porque no todo depende de ti.

Una vez más, Horacio parecía leer su mente. Así que finalmente se resignó a cumplir su cometido y tener fe en los demás.

Así, en cuanto el nuevo encargado de la vajilla terminó su labor, se despidió del chef y de Blake, que estaba al borde del colapso, y se marchó de la cocina junto a los dos rusos.

Convencer a Loki fue más fácil de lo que pensó en un principio.

—Te dije que no me acercaría a esos tipos ni aunque me pagaran—dijo Loki con el ceño fruncido.

—Sí —contestó Horacio— y luego dijiste que si te pagaban te lo pensarías.

Loki lo volvió a mirar con sorpresa y un claro interés creciendo en su expresión.

—Te escucho.

—Solo tienes que hacer algo que se te da muy bien: jugar a las cartas —explicó Horacio— y arruinar a unos mafiosos italianos en una noche. Piénsalo, tienen mucho dinero, puedes sacar un buen tajo de esto.

Una sonrisa torcida cubrió su rostro. No necesitaba escuchar mucho más para aceptar. Después, Nikolai se encargó de hacer su magia. Igual que ya había hecho con Horacio en otra ocasión, convirtió a Loki en un auténtico caballero de primera clase y lo presentó a los demás como un nuevo conocido llamado Eivorn.

Así, ellos se encargarían de mantener ocupados a los italianos. Nikolai los convencería para iniciar un juego de apuestas rápidamente durante la cena y Loki los arruinaría sin apenas esfuerzo.

Por otra parte, Horacio y Volkov tenían su propio objetivo. El plan consistía en robar lo que pudiese quedar en el camarote de los Gambino. Así, cuando los italianos se vieran sin dinero, recurrirían al ruso. Él tenía algo muy valioso que el mismo Carlo le había entregado: el Diamante Azul. Víktor solo tendría que ofrecer el diamante a cambio de su libertad y no les quedaría más opción que aceptar. Además, el propio intercambio se llevaría a cabo con cautela, una vez llegaran al puerto, para que el grupo pudiese escapar sin ningún tipo de obstáculo.

Simple, pero eficaz. Si algo era más importante para los italianos que la boda era el dinero. De poco les servía tener a Volkov si no tenían recursos para llevar a cabo sus negocios en América. 

¿Qué podría salir mal?

***

El camarote de Volkov era muy espacioso. Se notaba la calidad con solo acariciar las telas que cubrían la mullida cama, el aspecto del diván que había en mitad de la estancia y las hermosas decoraciones que adornaban la habitación con un estilo regio y elegante. Era como si hubiesen entrado en la alcoba de un hermoso palacio.

A Víktor nunca le había importado demasiado el aspecto de aquel sitio. No prestaba demasiada atención a los colores, los adornos y la elegancia de un lugar en el que apenas estaría unos días. Sin embargo, en ese momento, se sentía sumamente dichoso de estar en primera clase. No podía dejar de mirar con satisfacción la expresión de Horacio al observar todos los detalles de forma minuciosa. Volkov acababa de descubrir que le encantaba contemplar el rostro feliz y emocionado del artista, para el cual aquel lugar era como una fuente de inspiración llena de distintos estilos y diseños. 

Mientras el pelirrojo continuaba inspeccionando la estancia, Volkov se acercó a la caja fuerte que había cerca de la cama. La abrió y extrajo la cajita de terciopelo con delicadeza. Después volvió con Horacio, que en ese momento había saltado sobre el diván y se encontraba tumbado sobre él.

—Aquí está —dijo Volkov, mostrándole a Horacio la joya.

Y ahí estaba. Horacio abrió los ojos, que parecían relucir ante el brillo de aquel diamante. Nunca había visto nada igual y seguramente jamás volvería a verlo. No podía apartar la vista del profundo azul de la piedra.

—Es una maravilla —comentó embobado.

Volkov observó la reacción del menor. Entendía perfectamente su expresión porque la suya fue similar. Sin embargo, una parte de él sintió un poco de decepción al ver cómo miraba el diamante. De alguna forma, siempre había supuesto que no le importaban el dinero ni las riquezas porque de lo contrario podría significar que realmente solo se había acercado a él por su posición. En cuanto el ruso pensó aquello sintió vergüenza de sí mismo. ¿Por qué tenía tan idealizado a aquel joven? Al final, Horacio era un ser humano, era normal que sintiera atracción por algo material también, más aún ante la presencia de un diamante como aquel en una vida llena de pobreza como era la suya. Eso no significaba que estuviese ahí por su dinero. Horacio le había demostrado que él le importaba al margen de sus riquezas y eso era lo importante.

—¿Me dibujas con él? —dijo Volkov de repente, quitando aquellos pensamientos inútiles de su mente.

—¿Quieres que te dibuje? —preguntó Horacio sorprendido.

El ruso asintió con algo de timidez. La expresión del menor se tornó en una sonrisa pícara y preguntó:

—¿Te dibujo como a una de mis chicas francesas?

—No —contestó Víktor un poco molesto—. No quiero nada de «tus chicas francesas». Solo quiero un dibujo con el diamante para dejarle un regalo a Carlo. Tengo que devolverle la cortesía con la que me ha tratado estos años.

Horacio sonrió emocionado y comenzó a sacar su material de dibujo.

Sin duda sería una excelente obra de arte. 

AU TITANIC - VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora