Huir. Lo único que deseaba Volkov en ese momento era huir. Miraba a su alrededor mientras cenaba (o más bien, fingía cenar) y solo veía las mismas caras, comentando las mismas cosas que a él le parecían sin importancia. Los Gambino, junto a su segundo José Heredia, el periodista, el ingeniero, los nobles y ricos de siempre. Todos ellos le parecían de alguna forma lejanos, como si él solo estuviera ahí observando una escena que ya había vivido muchas veces antes. Invisible, su opinión no importaba, nadie lo escucharía ni siquiera si saltase sobre la mesa y comenzase a gritar. Atrapado en un bucle que no dejaría de repetirse nunca, pues lo que veía ante él es lo que tendría siempre. Así, aquel estado apático en el que se había encontrado tanto tiempo, parecía estar comenzando a sucumbir, sentía que estaba viendo su vida en tercera persona, como si no formara parte de ella y tan solo quería desaparecer.
De esta forma, en cuanto pudo escabullirse, salió corriendo de allí, tratando de huir y dejar atrás aquel infierno. Salió a la cubierta, donde el aire frío de la noche lo envolvía en su carrera desesperada. Se abrió paso entre los pasajeros que paseaban y le miraban molestos ante la descortesía. Sin embargo, Víktor los veía como fantasmas a su paso, como si realmente no estuvieran allí. Finalmente, llegó a la popa del barco, lugar en el que al fin pudo encontrar algo de soledad. Con expresión anhelante, miró el océano que se extendía ante él. Deseaba continuar huyendo de allí, para marcharse lejos, muy lejos. Sin embargo, allí estaba el límite.
«¿Y si pudiese hacerlo?» pensó de repente. «¿Y si realmente me marchara a un lugar en el que nadie podría alcanzarme?» Mientras aquellos pensamientos pasaban por su mente, su mano buscaba de forma inconsciente la pistola que solía llevar consigo. Desgraciadamente, no estaba allí. El astuto y desconfiado Carlo Gambino se la había quitado antes de subir al navío. En ese instante, debía estar a buen recaudo en aquella caja fuerte que siempre acompañaba al mafioso.
Volkov se mantuvo abstraído. Podía imaginarse entrando en el camarote y forzando la cerradura para extraer el arma. Sin embargo, sabía que no era un buen plan. Lo descubrirían rápidamente.
Suspiró.
«Hay otras formas, no todo está perdido» pensó, mirando de nuevo el exterior del buque. Lentamente, se acercó a la barandilla y se asomó para contemplar el oscuro y silencioso abismo, solo interrumpido por el sonido del agua agitada por las hélices.
Mientras todo ello pasaba por su mente, deslizó el pie al otro lado de la barandilla y con movimientos rápidos y automáticos se situó en el exterior de esta. Lo único que había ahora entre él y el fin era un paso. Solo debía soltar sus manos y caería en las profundidades del océano. Entonces, nadie podría atraparlo de nuevo y sería libre.
—No creo que eso sea una buena idea —dijo repentinamente una voz a su espalda, sacándolo de sus pensamientos.
Víktor volteó su rostro para contemplar a un joven con el cabello rojizo, peinado hacia atrás, con un atuendo que indicaba su condición humilde y una mirada tan intensa que incluso en la oscuridad de la noche podía sentir sobre él.
***
Horacio se encontraba tumbado en un banco de la cubierta, mirando el cielo nocturno. Allí en mitad de la nada, las estrellas brillaban tanto que podía ver toda la Vía Láctea atravesando el firmamento. Mientras las contemplaba había estado pensando en aquel hombre de cabello gris que había visto aquella tarde. Su mente se había empeñado en repetir las palabras de Blake: «Él es como mirar una estrella, brilla y te atrae, pero está tan lejos que no puedes alcanzarla». Él sabía que tenía razón, pero por mucho que lo intentara, no podía dejar de recordarlo. Era absurdo, ni siquiera lo conocía de nada.
Así, en ese instante en el que observaba los lejanos e inalcanzables astros, escuchó pasos apresurados atravesando la zona de popa en la que se encontraba. Con curiosidad, se incorporó para mirar de quién se trataba y con sorpresa descubrió a aquel que ocupaba sus pensamientos.
Su expresión alterada parecía reflejar una profunda angustia. La ropa elegante que llevaba se encontraba desarreglada, el cabello plateado revuelto por el aire y su llegada apresurada. Horacio se mantuvo mirando, ya que sabía que no era buena idea involucrarse con él, que pertenecía a un mundo tan distinto.Vio cómo se pasaba la mano por el rostro, cómo suspiraba, cómo observaba el océano y de repente con rápidos movimientos pasaba al otro lado de la barandilla.
Entonces, sin dudar un segundo, Horacio se acercó rápida y sigilosamente y antes de ser consciente de lo que estaba haciendo, su boca se movió como por sí sola.
—No creo que eso sea una buena idea.
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AU TITANIC - VOLKACIO
Fiksi PenggemarUn ship que se convirtió en submarino y acabó siendo cohete. No podía faltar para esta pareja la historia más famosa sobre un barco que se hunde. AU dedicado a mi hermana.