-----Jamás podrás entender, que en esta relación somos tres... Y sobra quien menos crees-----
Luego de su dolorosa separación, México se ve comprometido a un acuerdo innegociable para salvar su vida y mantener el bienestar de su gente. Pero a la vue...
Bielo y yo volvemos a casa después de comprar el obsequio de ONU. Falta una semana y han pasado tres desde la última vez que hablé con México. Reviso mi móvil y no hay ningún mensaje de él. Justo ayer conversé con Alemania, no entiendo. Puede que sospeche, pero no, todos piensan que estoy mejor desde que "perdí la memoria".
— Hay algo que no me has contado, Rusia...— habla Bielo dejando algunas bolsas en la mesa. Me mira y se cruza de brazos— ¿Qué sucede?
Sonrío y bajo la mirada, dejo las bolsas en su lugar tomando asiento en la cabecera del comedor. Bielo entiende que le diré y se sienta a lado de mí.
Suspiro.
— No es por presionarte, hermano... pero apresúrate. ¿Qué ocultas? ¿Es por México? Es mejor que hablen de cara a cara.
— De eso ya me resigné— digo con amargura— Pero, es mas bien... — hago una pausa. Recordar las palabras de Nikolay me encorajinan, ¿Cómo se atrevió?
—Éstas tenso... ¿Qué te hizo enojar?
Frunzo el ceño.
— Deja de leer las expresiones corporales.
—Te equivocas— toma una manzana del centro— Solo te conozco bien... ¿Tienes la misma expresión de aquella noche en a que fuiste hablar con Nikolay? ¿De que hablaron?
Negué con la cabeza riendo. Es lista como padre.
—Quiero mi libertad de nuevo, Bielo, quiero la libertad de México...
— Rusia. —Biel sujeta mi mano— La libertad de México no está en tus manos, ¿sabes? Tendría el que hablar con su presidente, y Dios sabe lo que le pedirá. Está casado con Alemania, lo hace mas complicado aun.
— Ni me lo digas— murmuro— Huir no suena factible. Hasta ahora solo encontramos pruebas que inculpan a Ale y no hemos encontrado nada sucio sobre Nikolay. Todo es una mierda.
— ¿Le fuiste a pedir tu libertad a Nikolay?
Asiento con la cabeza.
— No fue nada bueno, —hace una mueca— lo supongo.
— No me pidió nada fácil.
— Eso es predecible...— se ríe irónicamente—¿Qué te ha pedido?
El corazón se me estruja de solo pensarlo.
— La cabeza de México— digo con horror.
Bielo se tensa y comprende.
— No lo haré, buscaré otra forma.
— La buscaremos.
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