La vida que yo llevaba

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Siempre fui conocida aquí en la escuela como la niña que hacía deportes y que trabajaba en mi misma, era siempre bien vista como una niña atlética,  de hecho en varias ocasiones demostré poder ser la mas fuerte de todo el grupo.

A los catorce siempre estaba en las barras olímpicas, a los quince ya podía subirme a las barras paralelas o sino poder caminar con las manos. Era algo increíble. 

La verdad, ante todo el estrés acumulado por los constantes viajes, este era mi medio de escape, dedicarme horas de horas a moverme hacía que por supuesto yo gane fuerza y un poco de estatura y gracia. Ante todo lo que más ganaba creo yo era la paz mental que necesitaba y gritaba casi en silencio por ella. En un punto deje de querer viajar y quise parar. se que es el trabajo de la familia, pero sinceramente ya estaba harta, solo quería dejarme de mover.

Fue en ese preciso momento que apareció Jade, aquella niña con la que yo pasaba el tiempo ahora estaba siendo una adolescente. Mismos problemas, misma edad dicen. Fue realmente una coincidencia cuando estaba en los pasillos de la secundaria cuando sonó por el altavoz que todas debíamos ir al coliseo para conocer a las nuevas estudiantes.

Aquí lamentablemente me toco estar en un liceo para señoritas, creo que no les gusto verme jugar con los chicos a mis padres y por eso me cambiaron, eso hacía que después de llevar materias básicas: álgebra, literatura, teatro, física o química pasara cosas como cocina o tejido o atención familiar. ya se suena un poco raro pero era así y estas materias eran casi igual o más importantes para la institución.

El liceo de señoritas Paula Valcárcel había sido una prestigiosa institución fundada en 1956 por la misma señora Paula, desde ese entonces no muchas materias cambiaron, todo para mi era aburrido, tal vez en cocina me concentraba de verdad y ponía mi mejor esfuerzo pero en realidad, igual que mi mamá, mis platillos salían desastrosos.

No era nada buena, quemaba hasta el agua hervida y sinceramente salve esa materia solo gracias a las clases teóricas.

Ese día fue algo especial, subí al coliseo con todas y dimos la bienvenida a las nuevas señoritas, nombraron a varias y algunas de intercambio, lo cual a mi me parecía raro puesto que yo no vendría a este desierto a convivir con nadie, aunque parte de esa visión la haya creado gracias a los constantes viajes de mi padre.

Ann Stunt de estados unidos, alta pelirroja y por supuesto blanca como una gallina desplumada. Gertrude Estbaak de Alemania, alta bonita, blanca como un huevo recién cocido y con pecas, de pelo naranja, Pe Sayoung de corea, al contrario un poco pequeña, ojos de arroz y negros con unos lentes de marco, piel suave y delicada y más como una rata de biblioteca. Sandra del Carmen de Nuestra Señora de Los Dolores, española alta cabello castaño, nada nuevo, aplaudí y cantamos el himno al colegio, lo de rigor lo soporte. Cada una se coloco en el área que le tocaba según el horario adecuado y vivíamos bien, todo estuvo tranquilo y normal hasta que la oí.

-Y reciban a una niña local, Jade Sao de Michoacán-

Se me paro el corazón y sentí un sudor helado que bajaba por mi frente

¿Era acaso Jade? ¿La misma Jade que yo conocí? ¿La Jade con la que jugaba contenta en el arenero? ¿La Jade que vio mis únicos momentos de felicidad?

Mis ojos se llenaron de lagrimas, mi corazón latía a mil por hora, quería ir a correr a abrazarla y levantarla en el aire, estaba ansiosa por que salga a presentarse como los demás hasta que salió 

De 1, 80 metros, increíblemente más alta que todas las extranjeras, un cabello negro y piel blanca como una hermosísima perla, ojos cafés, manos finas y delicadas, con uñas solo con un toque ligero de esmalte, piernas rectas y esbeltas seguidas hacia abajo por unos tacones en punta que la elevaban al 1,85 de altura.

Era casi como ver como venía un ángel hacía mi. Era muy guapa. Ahogue un grito de emoción y me escondí ante la multitud, me senté y dije que me sentía mal así que me despacharon a la enfermería de la señora Céspedes, una enfermera que nos cuidaba y me conocía desde muy niña puesto que la caja de arena donde jugábamos con Jade daba a la ventana de enfermería en aquellos tiempos.

Llegue a Enfermería y me atendió callada, cosa rara ya que ella siempre fue amigable, me dio una pastilla, un ansiolítico y cuando estaba bebiendo agua en el vaso descartable soltó aquella frase que me cayo como una bomba

-¿Sabes que llego Jade?

-¿J j jade?- alcance a tartamudear 

- Así es, Jade Sao, tu "amiga" - dijo en tono sarcástico 

-Emm señorita conozco a muchas personas y la verdad tengo asuntos de el liceo que hacer, no entiendo de que habla

La señora Céspedes cerro la puerta y bajo la cortina, para ese entonces estaba asustada

-Iris escúchame bien, se que Jade no era solo una "amiga" para ti 

-No tengo idea de lo que me comenta- replique aterrada

-Sabes muy bien lo que digo hija, pero te da miedo, pánico casi 

-S señora Céspedes le juro que no se de que me habla, no conozco ninguna Jade- dije

- Sabes que esta prohibido niña 

- No entiendo nada de lo que me habla- insistí yo

- Te seré directa- Replico la señorita Céspedes- ¿Sabes por que no a existido en todo este tiempo un señor Céspedes?

-¿P p por que no aprobó  nunca los cursos de manutención familiar?

- Hija mía, fui abanderada del liceo doce años consecutivos

Estaba sudando y temblando, mi lengua estaba enredada y no sabía que decir.

-Encontré esto en tu mochila- saco una bandera de colores, sabes que es la bandera de Stonewall

La "bandera de Stonewall" era la palabra clave para decir la bandera de los movimientos LGBTQ+ en el colegio, en parte por que no nos descubrían y era la jerga clave utilizada y en parte para honrar a las víctimas del disturbio de Stonewall en estados unidos en 1969. Yo la había conseguido de manos de Valeria Caúl, una chica en mi salón abiertamente lesbiana.

La historia de Vale ,como le decíamos, era un poco trágica, siempre venía con moretones o heridas y siempre por el mismo problema que todas sabíamos, era de Stonewall.

Sus padres, altamente conservadores la habían metido a consejerías, terapias, entrevistas con psiquiatría y había rumores que también le habían hecho una terapia de electrochoques. Cada día ella volvía a casa y comenzaba la discusión del por que estaba "enferma".

Después de haber realizado la discusión con sus padres, ella iba a llorar a su cuarto desconsolada, para que luego haya una segunda discusión y por sorprendente que parezca la señora Caúl era aquella que le daba palizas increíbles a su hija llegándole a romper los dientes o quebrar una costilla.

Era triste y antes de que yo llegara, me contaron como era la antigua Valeria........




Elévame, cámbiame, disfrútameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora