La cárcel de Mirta Garibaldi

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Mirta pasaba un infierno dentro del centro, días agotadores sin poder dormir, otros días donde no podía comer, parecía una cárcel más que un centro juvenil. Ella esperaba paciente el día en que pudiera salir libre de ahí y curada de aquella extraña enfermedad que provocaba que pueda disfrutar de cada pedazo de comida que a su boca entrara.

"Estas enferma"; "Salir de ese circulo vicioso"; "Ser buena significa tener menos peso"; eran algunos de los slogans que colgaban de las paredes del centro que Mirta junto con otras jovencitas debían repetir cada mañana, luego de levantarse.

Después debían ser guiadas por una "corregidora" hacia los baños donde debían ducharse cada día y sacarse fotografías de distintos ángulos de perfil para su "álbum de progreso interno", una especie de collage de cada una de las residentes que lo hacían, según el centro para alentarlas en su proceso pero en realidad parecía un asunto fetichista.

Mirta, en aquel tiempo era más joven y audaz, más aventurera, más inquieta y vivir en aquel mundo era una completa tortura para ella. Mirta comía cuando quería, al contrario de las demás que comían casi al unísono en la hora del almuerzo, Mirta había robado varios dulces de la cafetería y mucha comida chatarra de las corregidoras, el resto de internas comían una pasta gris que era "engrudo", una combinación de granos que daba las suficientes calorías como para vivir, Mirta llevaba un pin rosado al costado derecho de su uniforme gris, era el único distintivo de la aquella entonces rebelde señorita Garibaldi.

Las corregidoras por supuesto estaban artas de ella, todo iba bien pero en los informes siempre aparecía "Garibaldi esto, Garibaldi hizo aquello, Garibaldi robo esto" por supuesto esto hizo que la odiaran a más no poder y que por consiguiente Mirta fuera tratada peor que las demás.

La teoría que tenían las corregidoras era que algun momento la chica cediera y se convertiría en una maquina aburrida, esbelta y tonificada que siguiera las leyes del instituto sin dudar y que viviera bajo estrictos regímenes de casi nula cantidad de comida, muchas veces funcionaba, la mayoría de las veces.

Pero había casos excepcionales, algunas chicas terminaron por perder la cordura a la corta edad de 17 años o 16, no podían soportar los niveles estrictos y perdían totalmente la razón, esos casos estaban aislados de la mayoría de internas, pero existían y en los pocos momentos en que las internas eran libres las corregidoras les advertían con perder la cabeza.

Las chicas que inevitablemente enloquecieron vivían separadas del resto y vivían en el ala B del complejo, el ala B era el lugar más lleno de mitos y leyendas en toda esa prisión, mitos que hasta Mirta se entero por supuesto en sus constantes sesiones de ejercicio hasta el desmayo, vomito o paro cardíaco, lo que sucediese primero. 

Elévame, cámbiame, disfrútameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora