La tristeza de Mirta Garibaldi

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Miré, y he aquí que un viento huracanado venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y un resplandor a su alrededor, y en su centro, algo como metal refulgente en medio del fuego.Ezequiel 1;4





Así era, en realidad Mirta Garibaldi fue de un extremo al otro, vivió placeres inmensos pero también mucha culpabilidad, ahora no, pero en su niñez si que la vivió.

Mirta siempre fue la más llamativa entre todos, en el barrio de fuenteazul en el país Vasco Mirta Garibaldi había nacido de la exitosa familia pastelera de María del Bozo y José Garibaldi. María la madre de Mirta era un ama de casa, devota de su pequeña hija y José era el brazo y sangre pasteleros. De padres no tan estrictos salió una figura femenina triste y algo cansada que ahora en un instituto en vez de darle color a una comida. simplemente trataba de existir odiando a sus alumnas de instituto.

- Mirta cariño, ¿me pasas el fondant?- recordaba ella la voz calurosa de su padre 

- Si papá ¿De crema y canela esta vez?

- Probemos naranja con azucar moreno mi niña

- Si papá- Mirta aún recordaba con pena todas estas combinaciones y hacía lo posible para que nadie la viera llorar en el instituto.

- ¿Que hacen tragando en las literas?- replico a un grupo de alumnas que solo estaban descansando en la habitación programada para ellas, esta estaba como todas las habitaciones bien ordenada y aseada, simplemente las chicas se estaban tomando un tiempo justo de relajo para ellas mismas.

Aun Mirta recordaba esos días, días en los que en vez de ser un ente femenino que pasa ahora por los pasillos antiguos de una institución como el cole era más como una pequeña y reilona mariposa que volaba entre el mundo de la gastronomía.

Como toda familia, dentro de los mismos Garibaldi había problemas que eran de clase menor, siempre se discutía pero no se llegaba a más usualmente. No duraban ni un solo día peleados, en general eran una familia amorosa y ejemplar.

Un día Mirta había salido de la escuela mixta del pueblo, años antes de que el liceo estaba en planes de construcción si quiera, Mirta, la jóven y entusiasmada salió de la antigua escuela mixta para, como era su rutina habitual, salir a ayudar a la pastelería.

Para cuando la señorita Garibaldi ya tenía solo diez años, ya podía encender y manejar un horno a su antojo, a sus doce realizó su primera base de torta o fondant y a los quince ya tenía sus propias creaciones.

Conforme pasaban los años. la habilidad pastelera de Mirta crecía exponencialmente, pero también lo hacía su peso. Su peso para los 10 años era de 40 kilogramos. para los 12 eran 70 kilogramos, para los 13 eran 78, para los 15 años eran ya unos increíbles 86 kilos, para los 17 años ya rondaba casi por los 97 kilos, en efecto Mirta aparte de ser la niña mimada y consentida de la familiar también era la más pesada, cuando se graduó de la escuela con 18 años cumplidos, más el estrés del último año escolar, las presiones sociales y las noches sin dormir que estaban cobrando factura en ella. llegó al increíble peso de 140 kilogramos para una adolescente casi adulta de 1 metro y 78 centímetros.

A pesar de que era constantemente tachada de "vaca" o de "marrana" por sus mismos compañeros a ella no le daba importancia.

Entre todo el último curso, todos eran muy atléticos, subían montañas, habían hecho una maratón entera, o nadaban en el río Sringer, un río local a no menos de 23 kilómetros de la escuela, todos hacía actividad, todos menos Mirta.

Elévame, cámbiame, disfrútameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora