Un lugar frío, árido, inhóspito, desesperanzador, era la menor de las descripciones que podía ser el "Ala B", un recinto especial para reclusas como Mirta, chicas que demostraban no ser malvadas en absoluto pero si, tener gula o por el contrario estar completamente dementes.
Mirta había entrado en esa cárcel, en su informe estaba todo lo que ella había hecho para estar ahí; hurto, robo, autolesión y por último pero no menos importante, la gula.
No pudo contenerse a ella misma y en uno de sus recesos donde todas caían desmayadas por el ejercicio, Mirta Garibaldi tuvo la osadía de haber comido un pequeño pastel lentamente sin que nadie se diera cuenta.
-Dios mío, esta crema batida es tan dulce, suave y cálida que desearía que nunca tuviera fin- fue el pequeño susurro que hizo que saltara las alarmas de una de las corregidoras y la atraparan entre tres.
Al terminar Mirta su pastelillo junto con su pecadora frase, vio que una instructora se acerco a ella corriendo, Mirta intento correr lo más rápido que pudo solo para girar la cabeza y recibir una patada directa a la cara, en ese instante, sintió como su cuerpo, sudoroso, agotado y adolorido se derrumbo y sintió sus rodillas quebrarse contra el frío pavimento.
Apenas dío un suspiro para asimilar la situación, sintió que los brazos de cinco corregidoras la agarraban con todas sus fuerzas y la sometían en el suelo, los brazos empujaban su pecho contra el frío suelo del pavimento que recibía su cuerpo solo para darle un fuerte golpe estruendoso como recibimiento.
-¡Quieta interna, todas al ala B!- escucho la firme voz de la corregidora mientras que también oía como el resto de chicas presenciaba su captura de forma horrorizada, quiso instintivamente mover sus pies pero no pudo, intento sacar fuerza moviendo sus regordetes brazos a los costados pero tampoco dio ningún resultado, solo sintió como muchos brazos de las corregidoras la levantaban y apretaban mientras las botas emitían su triste pero disciplinado canto de apresamiento.
Escucho ella el marchar, hasta un ruido parecido a una gran puerta metálica abriéndose, Mirta Garibaldi había sido relegada al ala B.
Sometieron a la obesa muchacha con dos golpes certeros en sus costillas y esta gimió de dolor, cayendo una vez más sobre sus dolidas rodillas. Dos corregidoras la tomaron de los hombros y la llevaron a rastras hasta su nueva celda y hogar
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Elévame, cámbiame, disfrútame
Roman pour AdolescentsIris una estudiante brillante y prometedora dio todo por el deporte y brillo en ello Jade se dedico a un arte seductor que jugará con las emociones de la otra. Poco a poco una le pedirá a otra: Elévame, cámbiame, disfrútame. Esta historia se la debí...