— Te ves preciosa ______.
— ¿Tú crees? —Le pregunté.
— Claro que sí.
Nos dirigimos a las albercas, había muchas.
— ¿En cuál de todas vamos a nadar?
— En la que tú quieras, está la de niños, la no muy onda, la onda, la que está bajo techo. Y hay otras con olas y todo eso, pero como no hay servicio no servirán de nada.
— Vamos a la onda.
Cuando llegamos metí un pie a la orilla de la alberca, el agua estaba helada.
— Me voy a congelar.
— ¿Está muy fría?
— Sí.
— Qué raro, normalmente no lo está.
— Pues hoy sí.
Caminé alrededor de la alberca para ver qué tan onda e miraba.
— Ten cuidado ______ no quiero que te vayas a resbalar.
— Lo tendré. —Por un momento sus palabras me recordaron a las de mi madre, me puse a recordar momentos de hace algunos años, no me di cuenta de que mi mente se había ido a otro lado y de que no me estaba fijando por donde caminaba. Hasta que di un paso mal y resbale. Solté un grito ahogado.
— ¡______! —Grito preocupado.
Corrió hacia mí e intentó sujetarme, pero fue demasiado tarde y los dos caímos al agua. Sentí el golpe de agua fría por todo mi cuerpo, vi la inmensidad de la piscina al encontrarme sumergida. Después sentí que jalaban de mi brazo, Sebas intentaba llevarme a la superficie. Una vez arriba respiré hondo y me senté en el borde de la piscina.
— ¿En que estabas pensando ______? —Dijo preocupado.
— Lo lamento mucho, estaba recordando unas cosas y me distraje unos momentos.
— ¿Estás bien?
— Sí, no ha pasado nada de otro mundo.
— Pues me has preocupado, no quiero verte lastimada otra vez.
— Lo lamento, debí tener más cuidado.
Se sumergió con cuidado dentro del agua.
— Ven. —Dijo tomándome de la cintura para que me sumergiera con él.
Me deje llevar, comencé a flotar en el agua y me relaje un poco.
— ¿Sabes que te quiero? —Me dijo.
— Creo que me lo has demostrado.
— No quiero que nunca lo dudes.
— No lo haré. —Le sonreí.
Nadamos, jugamos y reímos un buen rato, cuando nos cansamos nos recostamos en el pasto.
— ¿Segura de que todo está bien?
— Segura, no sé porque lo preguntas.
— Te siendo diferente, presiento que te pasa algo. Pero si así fuera, ¿me lo dirías verdad?
— Por supuesto que sí.
Sin darnos cuenta, nos quedamos dormidos.
♦
Cuando desperté ya se había oscurecido. Me levante alarmada y Sebastian seguía durmiendo.
— ¿Cuánto tiempo hemos dormido?
— ¿Qué pasa? —Dijo despertándose.
— Mira, que ya ha oscurecido.
— No puede ser.
— Debemos irnos.
Recogimos la ropa y antes de que pudiéramos vestirnos una luz muy potente nos alumbró.
— ¿Quién anda ahí? —Gritó un hombre, al parecer un guardia de seguridad.
— Corre, corre ______.
Nos tomamos de la mano y comenzamos a correr intentando huir. Buscamos donde escondernos y encontramos uno de los almacenes abierto.
— Por aquí. Rápido.
Entramos y guardamos silencio. Mi respiración estaba agitada.
— Nunca me había pasado esto.
— ¿Y ahora como vamos a salir de aquí?
— Cuando se vallan.
El almacén era pequeño, y había muchas cajas acomodadas, apenas había espacio para los dos. Nos miramos angustiados y después soltamos la risa, había sido divertido después de todo. Y sin resistir más nos besamos, nos besamos con brusquedad y desesperación. Lo tome con fuerza del cuello, él me tomó de la cintura y acaricio mi espalda. Pasó muy despacio su mano por uno de mis pechos pero después volvió a abrazarme.
— Tendríamos ya que vestirnos. —Dije riendo.
— Claro.
— ¿Te das la vuelta?
Se giró y pude vestirme. Ya listos los dos salimos con sigilo del almacén y después con rapidez del parque.
— ¿Vamos a mi casa? —Pregunto.
— Que tonta soy, olvide mi móvil en mi habitación del hotel. Si alguna de la limpieza lo ve, seguro que se lo queda.
— Pues vamos, no hay que perder tiempo.
♦
Al llegar al hotel e nuevo el chico de la recepción me miró como si fuera a decirme algo.
— Ya sé, ya sé. Enseguida le marcó. —Fue lo único que dije cuando pase cerca de donde se encontraba.
Llegamos a mi habitación y el móvil estaba ahí, en la cama donde yo lo había dejado. De nuevo el teléfono sonó pero esta vez decidí contestar.
— ¿Diga?
— ¿______? ¿Eres tú?
— ¿Martín?
— Qué bueno que contestas. Llevamos intentando localizarte todo el día. ¿Dónde te has metido?
— Pues estaba conociendo, en diferentes lugares. ¿Qué ocurre?
— Todo está hecho un caos por aquí, un verdadero caos. Mamá y papá han peleado de nuevo, esta vez fue diferente, es como si fueran dos personas diferentes, llenas de odio. Los trámites del divorcio se están acelerando, pero mamá estaba tan enojada que le ha pedido que jamás tenga algo que ver contigo. Lo ha acusado del mal padre.
— Es como siempre pelean, se dicen cosas de las que luego se arrepienten.
— Esta vez es diferente. Mamá quiere que regreses a casa enseguida y creo que ha mandado a alguien para que valla por ti.
— ¿Cuándo tiempo queda para eso?
— No lo sé, probablemente muy poco.
— Tienes que ayudarme, yo no quiero irme.
— Haré lo que pueda, pero no te aseguro nada.
— Gracias por llamar e informarme. Tengo que irme.
— Tenías que saberlo. Cuídate, te quiero.
— Yo a ti.
Colgué el teléfono devastada, no podía creer todo lo que había escuchado.
— ¿Quién era?
— Era mi hermano.
— ¿Tienes un hermano?
— Sí.
— ¿Y qué te ha dicho?
— Que me voy de Bogotá. —Dije mirándolo con infinita tristeza.
