§Narra Sebastian§
Mis ideas no se estabilizaban. Un sentimiento de tristeza me formó un nudo en la garganta. Me dirigí de inmediato a casa de Juan, esperando que se me pasara.
Cuando llegue, se quedó callado, mi rostro dejaba ver qué pasaba algo.— ¿Y ahora que ha pasado? –Preguntó serio.
— Nada, eso es lo que pasa. Nunca pasa nada, o más de lo que yo espero. Me he despedido de ______. Ya no saldré con ella.
— Claro que está pasando. –Sonrió.
— ¿A qué te refieres?
— Lo que pasa es que no te das cuenta Sebastian. Te están dando otra oportunidad, y no la estas aprovechando. ¿Acaso no te gusta estar con esa chica?
— Claro que me gusta. Me la paso muy bien, pero cuando me doy cuenta de lo que pasa, los recuerdos regresan y me aturden. –Dije levantando los hombros.
— No toda la vida vas a estar esperando algo que nunca va a regresar.
— ¿Cómo sé que puedo confiar en ella?
— Ella está confiando en ti. Tienes que dejarte llevar. Inténtalo.
— ¿Y si no resulta?
— Si siempre te preocupas por lo que valla a salir mal, nunca vas a disfrutar nada Sebastian.
— En parte tienes razón.
— Es tiempo de olvidar y continuar.
Esas palabras se quedaron en mi cabeza. Resonaron toda la tarde. Pensé en miles de cosas que podría decirle a ______ si es que la volvía a ver, porque aún no estaba seguro. Debo admitir que me aterraba la idea de volver a enamorarme, porque ya lo había hecho una vez, la historia más hermosa de mi aun corta vida. Repetí las palabras de Juan unas dos veces más, entonces sonreí para mí mismo, y me di cuenta de todo. Esa historia ya había terminado, hace mucho. Hice mi miedo a un lado y pensé que valdría la pena intentarlo.
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Hice un plan para enmendar mi error de la mañana. Pero primero prepararía todo. Fui a un centro comercial y compre pasta y condimentos, filetes, pan, bebidas y algunas flores. Prepararía una cena especial para ella.
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Revise algunos recetarios de mi madre para ver que podía cocinar conforme lo que había comprado. Preparé la mesa con un mantel que solo usábamos en ocasiones especiales, está la era. Escogí un florero de los muchos que hay en mi casa y coloque el arreglo de flores. Después lo acomodé en medio de la mesa. Termine de preparar bien los platillos y deje todo bien cubierto. Coloque algunas velas en los alrededores de la mesa, sería una perfecta forma de alumbrar.
Me di una ducha y cambie mi atuendo a algo más presentable. Cuando ya creí tener todo listo revisé la hora. 7:30. Había tardado mucho tiempo en cocinar.
Tomé mi chaqueta y salí de la casa a toda velocidad a tomar un taxi para llegar al hotel de ______. No quería desperdiciar más tiempo.
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Llegue más rápido de lo que pensé, no había mucho tráfico.
— Podría esperarme aquí por favor. No tardaré mucho. –Le dije al taxista. El asintió.
Entre con prisa, pasé por la recepción y me dirigí a su habitación como lo había hecho otras veces. Después ya me encontraba al frente de su puerta, temeroso y avergonzado por mis palabras. Pero sin nada que perder, llamé. Abrió con delicadeza la puerta, pero al verme su expresión cambio. No parecía contenta.
— ¿Qué haces aquí? –Preguntó indiferente.
— Vengo por ti.
— No Sebastian. Mira, no te entiendo. Un momento me tratas bien y al instante ya eres completamente diferente. Tampoco quiero que juegues conmigo.
— Ya sé que me equivoque ______. Pero puedo explicártelo, si me das la oportunidad puedo contarte.
— No sé.
— He preparado algo muy especial, que es solo para ti. He pasado todo el día haciéndolo. Tan solo déjame mostrarte. –Rogué temiendo que mi esfuerzo haya sido en vano.
— ¿Por qué estas vestido de esa forma?
— Quería verme elegante. –Sonreí.
— ¿Me esperas un momento?
— Claro.
Entro a su habitación, por un momento pensé que no iba a volver a salir. Pero después de un rato la puerta volvió a abrirse. Salió con un vestido negro, desmangado y atrevidamente corto. Lo que dejaba ver su preciosa figura.
— ¿Esto es un sí?
— Todos merecemos una segunda oportunidad.
La rodee con mis brazos y la pegue a mi pecho. Sentirla cerca me hacía sentir bien.
— Gracias por venir conmigo. –Le susurré al oído.