Capítulo 8. ¿Qué sientes por mí?

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En el momento exacto nos separamos y nuestros ojos se encontraron con cautela. ¿Qué acababa de ocurrir?  Más de lo que había esperado antes de empezar este extraordinario viaje.

—   Si supieras las tantas ganas que tengo de estar contigo… -Susurró.

—   ¿Puedes leerme la mente? Estoy pensando en lo mismo. –Sonreí.

—   ______, ven conmigo.

—   ¿A dónde? –Me sorprendí. — Es tarde, ¿Qué lugar podríamos visitar ahora?

—   ¿Quisieras venir a mi casa?

—   No quiero ser inoportuna en tu hogar, la verdad es que ya no quiero estar aquí pero…

—   No será molestia. Está decidido.

Cogí un abrigo y salimos con rapidez, tanto que apenas y pude cerrar la puerta de un golpazo. En cuento estuvimos a fuera tomamos un taxi, avanzó rápido, vi cómo nos fuimos alejando hasta entrar a un pequeño vecindario, un poco solitario. El taxi nos dejó en frente de una casa que se veía bastante acogedora. Tomó sus llaves y nos acercamos, luego la perfecta llave entró en la cerradura abriéndola sin dificultad.

—   Entra, ponte cómoda.

—   ¿Dónde está tu familia?

—   Olvide mencionarlo, no estarán en estos días. Eso solo significa una cosa.

—   ¿Qué cosa? –Lo miré curiosa.

—   Puedo hacer lo que yo quiera…- Dijo acercándose a mí.

Me tomó de la cintura con una mano y con la otra acaricio mi cabello. Después volvía a sentir sus dulces labios junto a los míos. Lo abracé con fuerza.

—   Dime ______ ¿qué estás haciendo conmigo?  Me haces sentir muy bien. –Robó otro delicado beso de mis labios y luego se incorporó.

—   Creo que es el mismo efecto que tus creas en mí.

—   Ya sé algo que te va a gustar.

Subió rápidamente las escaleras y cuando bajó llevaba dos mantas color azul en las manos.

—   Sígueme.

Me condujo a la parte de atrás de la casa, donde había un pequeño jardín. Extendió una de las mantas sobre el pasto y luego se sentó, me hico una reverencia de que me acomodara junto a él.

—   ¿Ves lo hermosas que se ven las estrellas?

—   Vaya, no lo había notado.

—   ¿Quieres disfrutarlas conmigo?

—   Contigo, lo que sea.

—   Me gustaría regalarte algo, algo con lo que siempre me recuerdes.

Miramos el cielo por un largo rato en silencio, después su mirada se perdió en un par de estrellas brillantes, deslumbran tanto que eran mucho más hermosas que las demás.

—   ¿Ves ese par de estrellas? –Dijo señalándolas.

—   Sí. –Dije divertida.

—   Ahora son tuyas, de mí, para ti. Cada que puedas verlas espero que me recuerdes.

—   Es, lo más hermoso que alguien me halla obsequiado.

Nos miramos y de la nada, como dos imanes que se atraen, comenzamos a besarnos. Más tarde el sueño calló sobre mí y me quedé dormida.

Cuando desperté ya había amanecido. Me encontraba aún en el jardín cubierta por la otra manta que Sebastian había traído. Esperaba encontrarme con él, pero no fue así. Observe el lugar con cuidado, la puerta estaba abierta. Entré a la casa y él estaba allí, sentado en el sofá mirando una fotografía.

—   ¿Sebastian?

—   Ya despertaste. –Dijo seco, lo que me confundió un poco.

—   ¿Algo anda mal?

—   No.

Dobló la fotografía con brusquedad y la metió en su bolsillo. Algo pasaba, y no era algo bueno.

—   ¿Te llevo a casa?

—   ¿Tan pronto?

—   Tengo que hacer algunas cosas.

—   Entiendo.

Dicho esto realizamos la misma rutina del día anterior. Tomamos un taxi hacia el hotel. No habló ni una sola palabra, no dejó ver ni un rastro de cariño. Su comportamiento había cambiado radicalmente.  Llegando al hotel, sin que me acompañara esta ve hasta la habitación, se despidió.

—   Bueno, adiós. Espero estés bien y que tu demás estancia en Colombia sea genial. –Dio la vuelta, pero lo tomé del brazo.

—   Con esas palabras entiendo que no te volveré a ver. ¿Qué ocurre?

—   Es, algo complicado.

—   Sebastian. ¿Qué sientes por mí?

—   No lo sé.

Aquellas palabras me dejaron decepcionada. No es algo bueno, ni malo. Podría sentir algo, o no sentirlo, pero el solo pensar en averiguarlo resultaba intrigante.

§Narra Sebastian§

No sé cómo fue que ocurrió lo de la noche anterior. Ella me hacía sentir muy bien pero, no podía volver a confiar en el amor, ya no. Entonces temeroso de lo que mis sentimientos podrían llegar a sentir, me resguarde con un escudo de indiferencia y me marché cobardemente. En el fondo, con todas las ganas de no alejarme.

Sueño Cumplido (Sebastián Villalobos y tú) ****[HISTORIA ORIGINAL]****Donde viven las historias. Descúbrelo ahora