Capítulo 2. La convención

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5 horas después ya me encontraba en Bogotá.
Cuando llegue al aeropuerto alguien ya me esperaba, encargado de mi padre, supuse.  
Me dirigió hasta una enorme camioneta con la cual me llevó hasta el hotel. Cuando llegamos la sorpresa no cabía en mi cuerpo, era un gran edificio con extensos jardines alrededor, y toda la fachada estaba constituía de ventanal tipo espejo. En recepción me atendieron con mucha amabilidad, me entregaron las llaves de mi habitación y me ayudaron a subir mis maletas.
Llamé a mi madre en cuento estuve dentro del cuarto.

—   ¿Mamá?

—   ¿Cariño? ¿Cómo te ha ido, está todo bien?

—   Si mamá, todo muy agradable. Ya estoy en el hotel.

—   Menos mal. ¿Estas cansada?

—   Un poco…

—   Deberías dormir, ha sido un viaje muy largo.

—   Tienes razón. Te llamaré mañana antes de irme a la convención.

—   Muy bien cariño, que descanses.

—   Adiós.

Estaba muy agotada, me senté en la orilla de la cama. Miré el reloj y apenas eran 9:30 pm. Decidí ir a revisar un poco el hotel, era bastante interesante.
Abrí la puerta con cuidado, mire solo por un ojo para revisar que un hubiera nadie, como su fuera de contrabando. Después salí con cuidado.
Todo el hotel era muy elegante, hasta los corredores. Dando la vuelta me encontré con un grupo de chicas rubias y exuberantes atuendos.

—   ¡Hola! –Saludó una de ellas.

—   Hola…

—   ¿Vienes a la convención de blogers? Yo vengo a ver a Sebastian Villalobos.

—   Sí, yo también. –Dije entusiasmada.

—   Ahhh ya veo. Pues que yo sepa a Sebastian le gustan las chicas bonitas. –Exclamó burlona y todas sus amigas estallaron en risa.

Se marcharon una por una desfilando por el corredor. No esperaba encontrarme con eso.
Gire para regresar a mi habitación y una simpática chica me miraba con emoción, mi amiga Katia.

—   ¡Ohh por Dios, Katia! Estas aquí.

—   Si, fue algo de improvisto. No pensé que tendría la suerte de encontrarte en el mismo hotel. –Me abrazó con fuerza.

—   Es una increíble coincidencia.

—   ¿Nos vamos juntas mañana?

—   ¡Claro!

—   Entonces mañana por la mañana paso a buscarte, ahora me voy que estoy muy agotada.

—   Sí, no te preocupes. Yo haré lo mismo

Nos despedimos y ahora si me dirigí a mi habitación para poder descansar.

La noche se pasó rápido. Desperté un poco tarde. De inmediato me duché y pedí el desayuno. Después seque y desenredé mi cabello. El tiempo corría rápido.
Saque toda la ropa de mis valijas para elegir un atuendo adecuado. Probé varis cambios pero al final me decidí por un vestido corto color café claro y con estampado de florecillas, una chaqueta de mezclilla y unas botas que apenas y me llegaban al tobillo. Después de todo mi atuendo se miraba muy casual.

Me miré al espejo que tenía justo al frente de mi cama. Todo se veía bien, pero faltaba algo, entonces recordé el comentario de la chica rubia de la noche anterior “Yo que sepa a Sebastian le gustan las chicas bonitas”, sonó como un gran eco dentro de mi cabeza. Saqué de mi mochila un estuche de maquillaje que me había regala mi madre, el cual tenía como dos o tres usadas, hoy era el momento de volverlo a utilizar. Levanté un poco mis pestañas, aplique delineador a mis ojos, un poco de labial y terminé con un poco de rubor sobre mis pómulos. Me veía distinta, pero confié en dejarle una gran sorpresa a Sebastian.

Katia paso por mi momentos después, había terminado justo a tiempo.

—   ¿Nos vamos?

—   Por su puesto.

Me dolía el estómago, no podía dejar de tronar mis dedos y acomodar mi cabello, además de mirarme como psicópata varias veces al espejo. Los nervios me comían viva. Bajé del taxi respirando hondo.

—   Tranquilízate ______. Todo estará bien.

—   Estoy muy nerviosa.

—   Yo también, pero debes relajarte.

—   Está bien... – Suspiré.

El lugar era un salón, muy grande. Las puertas se mantenían extendidas para dar paso a los visitantes. Y cerca de cada entrada había un agente se seguridad, aquello me relajó un poco. Sobre todas las puertas, en la parte frontal del  edificio había una gran pancarta con llamativas letras, esta decía “Bienvenidos”.

Katia y yo nos dirigimos hacia una de las grandes puertas, el agente de seguridad pidió que le mostráramos nuestros pases. Saqué rápido de mi bolsa un pequeño carnet. El agente asintió y nos dejó pasar.
El lugar era asombroso, había varios escenarios, mesas de botanas y de propagandas. Se encontraban allí muchos fotógrafos, al parecer los blogers todavía no llegaban.

Pasó media hora mientras Katia y yo explorábamos el lugar, los altavoces ya habían anunciado que dentro de poco llegarían los blogers. Meses y meses esperando para esto, no lo podía creer, haber viajado hasta Colombia tan solo para conocerlo. Con mis manos comencé a apretar un trozo de papel, era un carta que había hecho improvisadamente hacía 20 minutos.
Me froté el estómago para aliviar mis nervios. Cuando de pronto se escucharon algunos gritos eufóricos cerca de la entrada, Katia y yo nos pusimos alertas. Unas chicas que estaban cerca de nosotras corrieron hacia la salida y una de ellas grito.

—   ¡ES SEBASTIANNN. YA LLEGOOOO! ¡ESTA AQUÍ!

Mi cuero se inmovilizó y mi corazón se detuvo.

 

Sueño Cumplido (Sebastián Villalobos y tú) ****[HISTORIA ORIGINAL]****Donde viven las historias. Descúbrelo ahora