Capítulo 3. Un pequeño accidente

586 19 3
                                    

La multitud aumento cerca de las puertas, todas las chicas corrían y gritaban. Miré con angustia a Katia, no sabía para donde moverme. Ella me tomo de la mano y corrió llevándome con ella hacia donde estaba el montón. 

Cuando llegamos a donde estaba toda la gente Katia me soltó, solo pude ver como su risada y pelirroja cabellera se alejaba y se abría paso entre la gente, hasta que la perdí de vista totalmente.

Cuando me di cuenta ya me encontraba en medio de toda la gente, todos se empujaban y gritaban. Uno de mis pies se atoro con la pierna de otra chica que también intentaba salir del montón y por un mal movimiento tropecé. Cerré los ojos para no sentir mi impacto en el suelo o los pisotones, pero una mano me sostuvo por la muñeca con fuerza. Miré hacia arriba para ver quien había sido tan amable de no dejarme caer. Era él. Corazón a punto de explotar en tres dos, uno…

—   ¿Estás bien? –Dijo riendo.

—   Si… gracias. –Sonreí.

Jaló de mi brazo para que me incorporara bien, me miró serio por unos segundos.

—   ¿Segura que estas bien? –Su voz sonó tierna y amena. Pude haberme derretido ahí mismo.

—   Si, segura.

De repente sentí un fuerte jalón desde mi espalda y el cabello, otra fan enfadada por la atención que yo había tenido, me tomó del cabello y comenzó a estirarme  hasta separarme de él.

—   ¡Suéltame! ¡Me lastimas! –Grite llena de pánico.

Ya un poco lejos de Sebastian, me empujo con irá hacia los tubos de seguridad, y otra más, alguna de sus amigas, remató estrellando mi cabeza contra la pared. Fue el dolor más horrible que jamás habría sentido, mis sentidos se aturdieron por completo, apenas y pude levantarme cuando sentí unos cálidos brazos rodear mi cintura, querían protegerme. Giré mi cabeza para mirar, y ahí estaba otra vez, ayudándome. Me dijo algunas cosas que ya no pude escuchar, los gritos de alrededor tronaban  con más fuerza contra mis oídos. Lo último que vi fue a los agentes de seguridad corriendo hacia nosotros.

Parpadeé con cuidado, todo se miraba borroso. Me di cuenta de que estaba recostada en una cama. Cuando pude ver mejor supe que estaba en un cuarto, como una pequeña enfermería. Un dolor invadió mi cabeza de nuevo, toque un poco y ya tenía un vendaje perfectamente puesto cubriendo toda mi frente. Pero lo que no esperaba era que Sebastian estaba ahí, esperando.

—   Ya has despertado –Se dirigió rápido hacia la cama.

—   Me duele horrible…

—   Shuuuuuu… Con santo golpazo que te dieron como no te va a doler –Carcajeó.

—   ¿Cuánto tiempo estuve dormida?

—   Una hora… ¡Sí que me has preocupado!

—   Gracias… -Susurré, me sonroje de inmediato.

—   ¿Y por quien has venido a la convención? Si se puede saber. –Enarcó las cejas.

—   A conocerte a ti, supongo.

—   Valla forma de hacerlo.

—   Espero no haber interrumpido tus actividades.

—   No, no te preocupes, está bien. No iba a estar a gusto hasta saber cómo estabas.

—   Pues, estoy bien. Un poco adolorida, creo que debería irme ya.

—   ¿Dónde te hospedas?

—   Te vas a reír si te digo que no recuerdo el nombre.

—   ¿Cómo es?

—   Es grande, con jardines muy extensos, ventanales…

—   Ohhh ya sé. No está muy lejos de aquí. Puedo llevarte.

—   ¡No! No quiero ser una molestia. –Grite.

—   No te estoy preguntando. Te voy a llevar, es más, no creo que a Juan le moleste que tome su carro.

—   ¿Estás seguro?

—   Si, vamos.

Me ayudo a bajar de la cama, mi vestido se levantó un poco, por lo que e inmediato lo bajé con vergüenza. Rodeo mis hombros con su brazo. Mi corazón comenzó a latir a mil por hora. No podía creer que lo tuviera tan cerca, abrazándome.

Me llevó al auto, me dejó subir y abrochó mi cinturón.

—   Llegaremos pronto. –Me miró feliz.

Llegamos rápido al hotel, no habíamos hablado durante todo el camino. Me moría de los nervios mientras estaba sentada a su lado. Se estaciono con tranquilidad y con mucha caballerosidad me ayudó a bajar del auto.

Cuando llegamos al recibidor todas las empleadas lo miraron, no puedo culparlas, es guapísimo. Solo que se reservaron, como tenían que hacerlo mientras trabajaban.

—   Bien, muchas gracias.

—   No hay de qué.

—   ¿Podrías hacer algo más por mí?

—   ¿Qué cosa?

—   ¿Te fotografiarías con migo?

—   Por su puesto.

Saqué la cámara de mi bolsa, me acomodé a su lado con cuidado y tomé la foto. Un recuerdo inolvidable.

—   Oye. ¿Iras al segundo día de la convención?

—   No, solo tenía pase para el día de hoy. –Dije un poco con tristeza.

—   Pues, mira. Te lo regalo. –Dijo mientras sacaba un pase de su bolsillo.

—   Gracias. –Lo acepte.

—   Espero verte ahí, bueno, si es que te sientes mejor.

—   Claro…

—   Bien, entonces adiós.

Se dio la vuelta, dio unos cuantos pasos hacia la salida pero de improvisto gir para regresar hacia mí.

—   O bueno, ¿Tienes algo que hacer esta tarde?

—   No, no creo.

—   ¿Quieres ir a pasar conmigo? Me gustaría mostrarte algunos lugares.

Que suerte la mía, pensé. Mi cuerpo se convertiría en agua de lo emocionada que estaba.

—   Me encantaría ir contigo. –Acepté animada y el me dedico una sonrisa, una de esas tan hermosas que tiene.

Sueño Cumplido (Sebastián Villalobos y tú) ****[HISTORIA ORIGINAL]****Donde viven las historias. Descúbrelo ahora