Convencí a Sebastian de que esa noche quería dormir en el hotel, sola. Necesitaba pensar las cosas con más detenimiento. Había muchas cosas de mi vida que no le había contado, una de ellas es que es bastante complicada. No entendía por qué mi madre me quería de regreso a casa, ¿acaso era solo para joderme? Tristemente no era la primera vez.
Desperté alrededor de las 8:17 am solo había dormido tres horas. Los pensamientos me mantuvieron despierta hasta la madrugada. No tenía ni palabras para hablar con Sebastian, mi melancolía iba más allá de marcharme de Bogotá, me abrumaban los problemas que se habrían formado con mi familia. Sabía que esto no terminaría bien. Un tenue sonido apareció, tocaban la puerta.
— ¿Quién?
— Servicio a la habitación.
— Vuelva más tarde. —No presté atención a la voz de la persona.
— Insisto, debo entrar señorita. —Abrí la puerta, era Sebastián. —Buenos días.
— Buenos días. —Sonreí.
— ¿Estas mejor?
— Si, supongo.
— A mí también me impactó lo que me dijiste ayer, pero porque no lo platicamos.
— No quiero conversar sobre eso.
Me miró preocupado, después se acercó a mí me y rodeo con sus brazos.
— Sabes que puedes confiar en mí. ¿No?
— Por supuesto que sí.
— Tengo algo preparado para hoy.
— ¿Desde cuándo te convertiste en mi guía de turista? —Dije bromeando.
— Creo que desde el principio. Anda, vístete.
Tomé una ducha y me vestí con velocidad, no quería desperdiciar ningún momento estando con él, me puse esto: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=489116674495841&set=a.451576764916499.1073741825.211140795626765&type=3&theater
♦
Habíamos viajado un buen rato en taxi, este nos dejó en una parada de autobús, donde no había nada de gente. El día estaba soleado y el cielo muy claro, parecía un día perfecto.
— ¿A dónde vamos?
— Tenemos que esperar el autobús.
— ¿Autobús?
— Sí, pero es un autobús especial que nos llevará a un lugar especial. ¿Y sabes que es lo mejor?
— ¿Qué?
— Que casi nadie lo usa, es un lugar al que casi nadie va.
El autobús llegó, subimos y pagamos el pasaje. Los asientos eran acolchados y las ventanas eran muy grandes, se podía ver el paisaje perfectamente. En el interior solo había una señora mayor con una niña de unos 5 años. Escogimos unos asientos y nos acomodamos. Me recargué en su hombro y me quedé dormida.
♦
— ¿______? Despierta. Hemos llegado.
— ¿En serio?
— Sí. Antes de que bajemos debo hacer algo.
Tomo una pañoleta y tapó mis ojos. Me ayudó a bajar y pude sentir el calor y lo seco del ambiente. Me llevó con cuidado durante unos minutos y después destapó mis ojos.
— ¿Qué te parece?
Me quede boquiabierta, eran unos antiguos miradores en un nivel alto. Desde donde estábamos se podía ver todo.
— Es hermoso.
Estuvimos un rato ahí, después caminamos otro trayecto, pero ningún rastro de gente. El calor comenzó a desvanecerse y la frescura tocó mi cuerpo. No faltaba mucho para que el sol se ocultara. Nos recostamos en el pasto.
— ¿Ahora si vas a contarme lo que tienes? —Preguntó.
— No sé a qué te refieres, no tengo nada. —Dije dudosa.
— Sé que algo ocultas, algo que te mantiene angustiada.
— No es nada, solo que no quiero irme. ¿Me entiendes?
— Completamente, también no quiero que te vallas.
Por fin pasó, el sol comenzó su hermoso ritual de atardecer. Sebastian y yo nos miramos, sujeto su rostro con mis manos y me besó, después desabotonó lentamente los pocos botones de mi blusa, acarició mi abdomen, sentí su lengua. Después de unos minutos ya no se veía nada, acarició uno de mis pechos por encima del sujetador y después nada, ni sujetador ni playera. Nos abrazamos y los besos aumentaron de intensidad. Y sin pasar de aquel nivel de atrevimiento nos quedamos otro rato más. No era el momento, ni el lugar.
♦
Nos habíamos quedado dormidos, me levanté y busqué la hora 9:00 pm. Me vestí con las prendas que faltaban en mi cuerpo.
— Sebastian, despierta. Es tarde.
— ¿Qué hora es? —Dijo soñoliento.
— Las 9:00.
— ¿Las 9:00? ______, el último camión de regreso pasa a las 9:30. —Gritó alarmado.
Se levantó y me tomó de la mano. Corrimos a toda velocidad sin detenernos. Por el camino no se veía nada, solo se escuchaba el crujir del pasto, ni una luz, ni una señal de vida.
Pasamos por los miradores y seguimos corriendo, al llegar a la parada el camión apenas estaba a punto de arrancar. Respiramos hondo y subimos, un sentimiento de alivio se apoderó de nosotros. Nos reímos, había sido una aventura.
♦
Después de todo el largo viaje, llegamos al hotel, le había pedido que nos quedáramos allí esa noche, la verdad es que quería estar al pendiente de cualquier llamada.
— ¿Estas segura de que quieres que me quede esta noche?
— Sí, quiero dormir contigo.
— Está bien.
Sebastian entro al sanitario y justo después el teléfono timbró.
— ¿Diga?
— _____ soy Martin.
— ¿Las cosas han mejorado?
— No, no han mejorado. Se ponen cada vez peor. Solo llamo para decirte que estoy de camino a Bogotá.
— ¿Tan pronto?
— Tú ya sabes cómo es esto. Te veo mañana. Te quiero.
— Yo a ti, adiós.
Sebastian salió del sanitario y me miró angustiado.
— ¿Te han llamado?
— No es nada. Hay que dormir.
Nos recostamos en la cama y dormimos, tal vez sería la última vez que pasáramos una noche juntos. Era mejor no decirle.
