CAPITULO TRECE

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–Dios mío Seonghwa, me voy a morir ahí mismo.–

Había citado a Seonghwa ese mismo día a su casa. Necesitaba consejo de alguien mayor y maduro. Le había contado parte de su historia por teléfono para que dejara su limpieza y acudiera con él. Por suerte lo consiguió.

–Vale primero que nada, tienes que mentalizarte. Y tienes que dejar de estar tan nervioso chico.– le sentó en una silla porque había empezado a caminar de lado a lado, poniéndole nervioso –También sé tú mismo. Ese chico ha querido conocerte a ti, le pareces interesante. No seas paranoico. Y yo te organizo ahora mismo el outfit para mañana.–

Sus amigos le habían pedido ayuda con ese tipo de cosas más de una vez. Ya tenía experiencia. Y su parte favorita era escoger los modelitos. Siempre captaba la vibra del encuentro que tendrían y daba en el clavo, siempre.

Abrió el armario del contrario rebuscando en su ropa, intentando no descolocar nada. El desorden era la cosa que más detestaba en el mundo. Así que con orden fue sacando prendas que le quedarían bien para el día siguiente.

–Tengo tres opciones. Bueno, más bien tienes. Pruébate esto con esto, lo que va junto.– señaló las prendas –Cuando te lo hayas puesto ven para que te vea.–

Sin decir más desapareció por el marco de la puerta con prendas en mano. Cada cosa que se ponía iba a enseñársela a su amigo para ver que opinaba. A él también le estaban gustando los conjuntos que le había preparado. Se decantó más por el último que se probó. Un polo con rayas blancas y negras, unos jeans vaqueros y zapatos deportivos negros. Ni muy formal ni muy informal. Perfecto.

El resto de la tarde se les pasó entre consejos y chistes. Mientras uno intentaba decirle cosas que podría hacer para evitar momentos incómodos, el contrario se reía de cualquier comentario que hacía. Ningún respeto por sus mayores, no.

…ᘛ⁐̤ᕐᐷ

–Vamos Hongjoong, destripa.–

Fue entrar al estudio y escuchar esas palabras. San le esperaba sentado en su silla con los brazos cruzados sobre la mesa. No le dio tiempo ni a dar los buenos días. Igualmente, era obvio que volvía con novedades.

–Buenos días a ti también San.– vaciló –Y sí, traigo novedades. He quedado con él hoy.–

San se levantó de su silla para abrazar al mayor emocionado. Al mismo tiempo, daba pequeños saltitos, un hábito que tenía el rubio cuando estaba feliz o emocionado. Le agradaba cuando el menor se alegraba por las cosas que le pasaban a él.

–Felicidades hyung, felicidades. Seguro que piensa que eres maravilloso. A ver si después de la quedada de hoy se quiere casar contigo.– rió y el contrario le pegó en el brazo

Y volvió a abrazarle. San era así de cariñoso. Y no iba a negar que quería una sesión de abrazos por parte del rubio, porque era justo lo que quería y lo que necesitaba. Le rodeó con los brazos mientras apoyaba su mentón en el hombro contrario. Estaba muy cómodo así. Pudo olvidarse por un momento de los nervios que pasaría esa tarde.

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