Capítulo 2

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La sala fue musicalizada por los gemidos de ambas lobas. Mina bajó el cierre del pantalón, para tener acceso a la entrepierna de la omega, dando masajes en toda la vagina. Así mismo liberó su propia erección.

Liberó las manos de su presa, observando sus facciones. Pequeños labios entre abiertos, pintados de un leve rojizo. Mejillas coloreadas de rosa, cabello color chocolate, sudado, pegado a su frente. Cientos de gotitas de sudor hacían brillar la tersa y pálida piel. Era una obra de arte, un diamante en bruto bajo su control.

El par de ojos de Im brillaban, mezcla de lágrimas y placer, observando por leves instantes a la atractiva loba que hacía y deshacía a su antojo sobre ella.

Mina acarició el abdomen, deslindando cualquier tela sobre él, besando cada centímetro de piel, dejando lamidas y mordiscos por doquier, atenta a los magníficos gemidos ajenos.

La alfa atacó de nueva cuenta su cuello, besando la mandíbula en un camino directo a sus labios. Dejando mordidas en el proceso. Ambas bocas se exploraban gustosas, no existía un interés específico solo el placer y el aturdimiento dominaban sobre sus lobas.

Nayeon separó los labios, delineando los ajenos con su lengua, en una sutil invitación de entrada. Mina accedió gustosa, explorando cada rincón de la caliente cavidad.

Ambas estaban tocando su punto culmine, deseosas por llegar al clímax, sabiendo que faltaba poco para explotar. Buscando la cercanía de la otra con desesperación.

―M-Mina~ m~me vengo ―murmuró agitada.

―Hazlo, córrete para mí ―pidió seducida por la fragilidad de la omega.

Nayeon tembló, acercándose a su liberación tan deseada. Echó la cabeza hacia atrás, soltando un fino gemido que indicó la venida de su orgasmo. Mina hizo lo mismo, respirando agitada mientras los hilos de líquido caliente manchaba su mano. Los músculos de Im aún eran sensibles a pequeños espasmos, los cuales disminuían poco a poco. Hasta perderse por completo.

―Y-Ya no hay vuelta a-atrás ¿Verdad? ―preguntó Nayeon, intuyendo que esto no quedaría solo así.

―N-No lo creo bonita. ―Mina dejó un casto beso en su frente.

Se quedaron así por un rato, descansando una en la otra. Los párpados de la omega se hicieron pesados, su cuerpo ahora se sentía relajado, y eso le daba sueño, tanto que pudo quedarse dormida en unos pocos minutos.

 Los párpados de la omega se hicieron pesados, su cuerpo ahora se sentía relajado, y eso le daba sueño, tanto que pudo quedarse dormida en unos pocos minutos

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Nayeon parpadeó y se removió en un lugar que no era precisamente el sillón. Abrió los ojos muy despacio, bostezando, con la sutil esperanza de que todo fuera un sueño. Tanteó los bolsillos de su pantalón, solo para sentir que su zona pélvica era pegajosa, y entonces lo recordó.

Cada una de las cosas que había hecho pasó por su mente, llenando sus ojos de lágrimas y su mente de preguntas.

Estaba en celo, en la casa de otra alfa, desbordada. Terminó de acomodar su ropa y se incorporó, algo débil pues no había tomado sus supresores.

Dejó la habitación en la que se encontraba y caminó, lento, buscando las fuerzas para dejar esa casa. Preguntándose al mismo tiempo donde estaría la alfa.

Ingresó al living donde hace un rato habían estado, la alfa cuyo nombre golpeó su mente, Mina, dormía acurrucada, viéndose pequeña, cosa que no parecía cuando estuvo encima de ella. Al acercarse pudo notar lágrimas secas en su rostro, y un color rojizo tiñendo su párpado inferior.

Suspiró y se alejó, su loba triste le pedía que se quedara. ¿Para qué huir si ya todo estaba perdido? Peinó su cabello hacia atrás, resignada a seguir sus instintos.

Entró a la cocina, no haría mal en tomarse algunas libertades ¿o sí? Buscó un sartén, ingredientes y algunos cubiertos, pensando en improvisar algo rápido. Dentro de su malestar lograba cocinar, siempre que entraba en celo sabía cómo cuidarse, lo había hecho desde que era una adolescente y retomó la costumbre cuando su esposa empezó a faltar en la casa.

 Dentro de su malestar lograba cocinar, siempre que entraba en celo sabía cómo cuidarse, lo había hecho desde que era una adolescente y retomó la costumbre cuando su esposa empezó a faltar en la casa

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Mina percibió un aroma delicioso venir de la cocina, abrió los ojos algo adormilada, virando la mirada a donde emergía el aroma.

Se sorprendió, ya que había olvidado por completo la presencia de la omega en su hogar. Observó cómo la pequeña secaba su sudor con una servilleta, mientras servía lo que parecía ser fideos.

― ¿Cuánto llevas despierta? ―Se acercó fregando sus ojos con la mano izquierda.

―Unas dos horas. ―Respiró profundo. Los malestares aumentaban de manera paulatina.

―Ya veo ―olfateó la preparación. ―Huele y se ve delicioso, ¿Qué es?

Nayeon sonrió apenas, le gustaban los halagos a su comida.

―Fideos al ajo, prueba un poco. ―Deslizó el segundo plato hacia la alfa.

Mina asintió, pero antes se detuvo, tomando el mentón de la omega con su dedo pulgar e índice. La castaña tenía la cara colorada, tintada de un suave rosa. Algunas gotitas de sudor adornaban su frente. Contempló su rostro, con algo de gusto en la mirada. Dio una sonrisa gentil y se fue, dejando a Nayeon confundida.

Pocos minutos después regresó a la cocina, con una caja pequeña en sus manos

―Toma, puedes usar estos supresores, son efectivos y no dañan. ―Los dejó en la mesa, Nayeon rio haciendo que la alfa se confundiera

― Pareces una publicidad de supresores. ―Rio un poco más. ―Pero gracias, no sabía que existían los suaves.

Hizo puchero, cosa que a Mina le pareció en extremo adorable.

―Ahora sabes, pero son difíciles de conseguir. ―La miró con picardía.

―Consíguelos, haré lo que quieras ―Contestó luego de tomar el supresor.

Mina probó los fideos, respondiendo a estos con un gesto de satisfacción.

―Tendrás que venir a cocinar para mí. ―Sonrió.

―Trato hecho. ―estiró su mano estrechando esta con la de la alfa.

Ambas se mantuvieron distraídas alimentándose. Casi sin dirigirse la mirada.

El teléfono de Mina sonó, robándose el momento, la rubia miró al remitente, y su rostro se tornó triste.

―Es Chaeyoung... ―Miró a Nayeon sin saber qué hacer.

La omega, que siempre tuvo un don para la paciencia, tomó su mano alejando el teléfono.

―No la atiendas, aún no.

Mina obedeció, entrelazando su mano con la de la castaña, para así evadir las ganas de atender.

―Sé que quieres contestar, y decirle lo hija de puta que es, si pudiera golpearía a mi esposa con mis propias manos, pero antes de hacer cualquier cosa hay que calmarnos. ―habló conectando la mirada de Myoui con la suya. ―Cierra los ojos hasta que el sonido desaparezca y el hormigueo en tus manos se vaya.

Nayeon le acarició lentamente el rostro, no sabiendo muy bien qué hacer. Mina cerró los ojos con fuerza, soltando lágrimas de dolor e impotencia.


Infidelidad [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora