Capítulo 5: Nothing breaks like a heart

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Lucía volvió a suspirar como terapia de liberación, suspiró lenta y pesadamente sin perderse ni un minúsculo detalle del rostro de Amelia. Puede que ella fuera la que estuviera desnuda literalmente, pero eso no la volvía vulnerable, vulnerable era lo que la hacía la neurocirujana. Poder ser vulnerable con ella, confesarle sus temores y aspiraciones, siempre fue así, desde que aquella noche decidió jugar a ser un héroe y salvar a una princesa. Lucía la miraba con una intensidad indescriptible en su mirada, tratando de descifrar lo que sentía, después de todo, los ojos son las ventanas del alma.

Notó cómo sus ojos procesaban diferentes emociones, pasando desde la rabia y frustración inicial, a la tristeza al escuchar su versión, sus vivencias, su salud mental que pendía de un hilo tan fino como una telaraña; terminando en la desesperación y nostalgia más absoluta. El ámbar de sus ojos, ese color que se identificaba con las reliquias, se inundó rápidamente, cambiando ligeramente su color, pasando a un amarillo más claro y traslúcido. Notaba cómo su cuerpo temblaba para procesar las emociones sin derrumbarse.

—Amelia... Soy yo, puedes ser tú misma. No hay nadie más, ningún juez. No te pido que hables, ni siquiera espero tu perdón... Pero si lo que necesitas es llorar, llora por todo el tiempo que has permanecido llevando esa máscara de bienestar y perfección —susurró calmada, viajando con sus ojos desde la mirada dorada de la joven hasta sus labios cada vez más y más temblorosos-. Deja de morder tu labio interior, no soporto la idea de que te hagas daño en favor de tu orgullo y no mostrar lo que te desespera. Tus ojos no mienten, tesoro...


¿Acaso fueron esos ojos de chocolate los que derritieron su iceberg interior? ¿Fueron sus palabras verdaderas y su voz dulce y madura? ¿Fue el majestuoso milagro de verla viva y delante de ella después de una década? ¿Fue todo eso o quizá nada de lo anterior lo que consiguió que se derrumbara como una niña pequeña?


—Has sido desde siempre mi serendipia y, por una ironía del destino, hemos vuelto a reencontrarnos. Diez años después de aquella tarde en la que te aferrabas a mis brazos mientras intentabas controlar ese dolor de tu pierna rota; una década después soy yo la que depende de ti para curar mis heridas.

Amelia no pudo callar más tiempo y, lo que abandonó sus labios no fueron palabras ni suspiros, fue ese torrente de sentimientos contradictorios tomando la forma de un grito amargo, desgarrador y colmado de frustración. Había callado demasiado tiempo, mentirse a sí misma y a los demás la estaba matando en vida, consumiéndola paulatinamente. Luz no lo pensó un segundo, poniéndose en pie y estirando su brazo no herido para abrazarla y atraerla, posando su mentón sobre su cabeza sin decir nada.

—No es el reencuentro con el que había soñado, ¿sabes? Cuando no puedo dormir en misión o durante mis días libres en casa, siempre me pongo a pensar en cómo me gustaría volver a verte. En lo mucho que me gustaría ir a recogerte al hospital, en una cita a ciegas, en que nos encontrásemos por casualidad en la empresa de tus padres cuando hubiera dejado el ejército... —murmuraba suavemente, sincerándose nuevamente y notando cómo la sangre se iba acumulando en sus mejillas; definitivamente, era un desastre y decir todo aquello era un nuevo nivel de humillación. Sin embargo, decidió continuar al notar que la respiración y el llanto de la británica se iban calmando— También amo mirar nuestras fotos antes de dormir, vídeos antiguos, acariciar tu rostro en las fotos mientras sonrío, feliz de haberte tenido... Y me pregunto en lo hermosa que debes verte, en lo mucho que has madurado desde entonces, en tus logros... Y me levanto de la cama para buscar la luna y confortarme, porque es la misma luna que te acompaña.

La mujer de cabello lila se calmó finalmente, sin romper el silencio, pero posando sus manos en la cintura de su contraria con cuidado absoluto de no tocar sus heridas. Abrió sus ojos lentamente, debido a la diferencia de altura lo primero que tuvo a la vista fue su escote, descubriendo algo que había pasado inadvertido a sus ojos expertos; puede que decidiera protegerse con esa caja blindada después de haber recibido un disparo casi mortal. Tenía una cicatriz de un calibre 45 justo al lado del corazón, probablemente le habría perforado la arteria aorta.

Esclavas del destino (Lumelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora