Capítulo 3

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Narrador.

Las terapias en grupo están bien, pero las terapias privadas pueden llegar a ser un poco más fáciles de llevar aveces, ya que no están esas constantes miradas de reojo por parte de otras personas, si acaso, la de su psicóloga/ sexologa, Annie Leonhard.

Había escuchado que ella era muy buena en lo que hacía, y esperaba que si, porque realmente se sentía desesperada por encontrar un poco de ayuda para su problema.

Mikasa suspira y mueve el pie con algo de ansias.

"¿Dónde estará?"

Alguien tras su esplada abre la puerta y frena en seco al verla.

—¿Llegué muy temprano?

Annie asintió, un poco sorprendida.

—Si, pero es mejor así.

La notó inquieta. Normalmente los pacientes suelen sentir bastante pena por lo que se pueda llegar a pensar de ellos, pero Annie no estaba para eso. Buscaba ayudarla, así que parecía que la primera en hablar sería ella.

—¿Sabes? —Se acercó a la cafetera y le ofreció un poco. Mikasa lo recibió con gusto.—Solo como un dato curioso; solían referirce como Ninfomanas a las mujeres con deseo sexual insasiable, pero de forma negativa. El término que utilizamos hoy en día es, hipersexualidad, si eso te hace sentir más cómoda.

Actualmente no se necesita ir con un psicólogo o un especialista en salud sexual para que "diagnostique" este problema. Quienes van a terapia son bastante consientes de su enfermedad. Solo se busca ayuda para sobrellevar la situación de forma correcta y así volver un poco a lo que antes era una vida normal.

—Supongo que eso suena mejor.

Tomó asiento.

—Verá, Señorita Ackerman. Esta terapia que tendrá conmigo es fundamental para trabajar la autoestima, el manejo de los pensamientos obsesivos invasivos incapacitantes, reconducir las rutinas sexuales habituales, mejorar las relaciones sociales que se hayan visto dañadas y abordar el sentimiento de culpa, entre otros.

La azabache no alza la vista de sus zapatos, lo cual es raro pues en la sesión pasada no dejó de verla.

En su mano derecha aun sigue el baso de café sin beber. No para de evadirla y no tiene sentido hacerlo, pero si es comprensible su forma de actuar.

—No debes avergonzarte...

Mikasa suelta una leve risa mientras niega, y clava sus ojos en los de Annie, de forma bastante intensa.

Parece ser que de cerca son aún más fríos y un tanto severos, pero eso no la termina por poner nerviosa.

—Mikasa, en la primera sesión me hablaste un poco de ti, pero fuiste demasiado breve, ¿Por qué no me cuentas un poco más? Edad, trabajo, algún oficio...

Bebió un poco del baso antes de responder.

—Tengo 23 años, y soy jardinera.

Parecia que de lo breve no saldría por el momento, así que debía incitarla a seguir hablando.

—Háblame de tu rutina.— La azabache la miró un buen rato.— A grandes rasgos, ¿qué sueles hacer? Desde que te levantas, hasta que vuelves a dormir.

La vió pensar por un momento.

—No se vale mentir, ni omitir cosas.

—Es que...

—¿Ajá?

—Me da pena decirlo.

—No tienes porqué, y puedo asegurarte que nada de lo que me digas va a sorprenderme. Me a tocado atender a pacientes bastante extremos, así que no debes tener miedo.

Ninf*****. [Mikannie] G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora