Capítulo 30

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Era aquel sábado a medio día, Elizabeth aquel día pasó temprano por Lucía quién se colocó una polera sencilla con un simple pantalón de mezclilla, ya que había olvidado que el día de la lavandería era hasta el domingo, así que no tenía nada más para ponerse, su casa estaba desordenada, no había limpiado así que la cita sería en otro lado. Se sorprendió al ver que Elizabeth finalmente se había pintado el cabello de rubio completamente, no quedaban rastros de las leves raíces marrones que solía ver.

Antes de irse, Thomas le hizo una seña a Elizabeth que subiese al departamento que los dos compartían, así que la rubia subió para ver qué era lo que quería aquel chico, quién tan pronto le vio, compuso un poco aquella chaqueta de mezclilla que tenía el cuello un poco desalineado.

—No quiero que juegues con Lucía como siempre sueles hacerlo ¿Me oyes? —. Le susurró aquel chico incluso si solo estaban ellos dos, ya que Lucía se quedó esperando afuera—. No es un consejo, es una amenaza.

—Ella es diferente—. Era la primera vez que Elizabeth decía sus pensamientos sobre Lucía—. Pero tomare tu amenaza para tenerla en cuenta.

El chico solo abrió la puerta para que no dejase esperando a Lucía en la calle, quién se subió a la moto tan pronto la rubia bajó a la calle que se encontraba tranquila, decidió irse de aquel lugar mientras sentía la posible mirada de Thomas. Le agradó que él hablase así con Elizabeth, podían ser muy amigos, pero ahora Lucía era casi como una hermana menor para él y tenía razón que la defendiera, ambos se conocían el uno al otro como las palmas de sus manos.

Conocía bastantes de las cosas que solía hacer Thomas en sus salidas y fiestas, así como él también sabía varias cosas de ella, por eso sabía el peso emocional que aquella chica que se apretaba a ella por la velocidad de aquella motocicleta.

Lucía abrazaba con emoción a Elizabeth, le agradaba aquel olor que ella tenía, aquella colonia olía como a menta, sobre todo su chaqueta de mezclilla que desprendía aquel agradable olor no sabía a donde irían, pero lo que sabía era que irían a algún sitio.

Lo que decidió Elizabeth aquel día fue ir a una cafetería, le enseñaría a Lucía donde era un sitio donde solía haber luego reuniones de gente de la comunidad, era una cafetería que si bien la fachada no mostraba nada por el exterior, por dentro había mucha tranquilidad, que fue lo primero que se percató Lucía al entrar, pudo identificar algunos rostros que le parecía haber visto en las ocasiones en las que solía ir a la escena del Ballroom.

La camarera de aquel lugar conocía a Elizabeth pero ella siempre solía llegar sola, por ello fue una sorpresa verla llegar con una chica que miraba todo con gran asombro, aquella mujer le ofreció el menú usual, aunque Elizabeth ya sabía que era lo que iba a pedir de tantas veces que fue a ese sitio, veía las expresiones que Lucía hacía.

Ella se encontraba concentrada mientras leía todo el menú y observaba los precios los cuales eran bastantes accesibles, y la mayoría de las cosas se veían comestibles según las imágenes que venían colocadas en el menú, hablaría con el señor Lucali para quizás actualizar el menú, para hacerlo más accesible a la vista, ya que siempre solía haber preguntas en la mayoría de las ocasiones eran los nuevos clientes quienes solían tener muchas preguntas con respecto a los platillos que ellos solían vender en el restaurante Lucali.

Pero supo que almorzaría algo sencillo, así que hizo una seña que hizo aquella camarera se acercara a tomar la orden de ambas.

—Voy a querer una malteada de vainilla con una canasta de panes dulces—. Dijo ella mientras la rubia simplemente se quedaba viendo como escribía lento aquella camarera.

—¿Qué pedirás tú Elizabeth? —. Lucía alzó las cejas sorprendidas por que aquella camarera conocía a la rubia, parecía que era cliente frecuente en aquella cafetería que tenía un toque rustico

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