V. Max tira la bufanda.

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Max Lawson quita la tapa de su cesta de ropa sucia, debe encontrar un par de calcetines que pueda volver a usar, últimamente no ha podido ir a la lavandería de la casona, entonces tiene que ingeniárselas. Escarba por la poca ropa que tiene dentro del cesto y logra observar algo en el fondo, un objeto que brilla como un atardecer frente a toda la ropa que oculta su presencia. Estira el brazo lo más que puede y saca de ahí aquella prenda. La mira unos segundos, es como si esa bufanda tuviese un nombre y un rostro. La aprieta con fuerza y la lleva a su nariz, dándole unos suaves olfateos. Siente un placer y tranquilidad inexplicables. Esa bufanda le trae buenos recuerdos.

Sangre en el lagrimal:


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7 de diciembre de 2022
calle Cody, Casona Ramírez n. 34

Max enciende sin ánimos la estufa para comenzar a calentar la sopa que sobró de anoche. No ha desayunado, la hora de comida ya ha pasado, pero su estómago ya ha empezado a rugir por alimentos. Aunque él, en verdad, no quiere comer, solo desea dormir un poco más. Gira la perilla de la estufa eléctrica y se enciende. Regresa al sofá y se sienta sin tomar algún libro, encender el pequeño televisor, revisar su teléfono, nada de eso, solo recuesta su cabeza en el sofá y la inclina lo más que puede, haciendo notar su manzana, haciendo que su cabello rubio más oscuro que antes se caiga por los bordes del sofá y la pared.
Mira con nostalgia el techo, mira las diminutas grietas de pintura comenzando a deslizarse, humedeciéndose por las constantes lluvias y nieve que ha empezado a cubrir Gloomy Valley. La lluvia generalmente viene acompañada de diminutas bolas de hielo, han golpeado varias veces a Max mientras regresa a la casona caminando.

Además, debe admitir que no ha sonreído desde hace mucho, ni siquiera lo recuerda. Sonrió un poco al enterarse de que lo habían aceptado en el restaurante chino del centro. No era un lugar tan elegante o prestigioso, pero tenía a un par de amigos ahí, con los cuales podía hablar unos momentos y tener una inclinación en sus labios, ni siquiera podía llamarla sonrisa, porque no lo era, él recordaba cómo se veía una sonrisa en su rostro. Tuvo una sonrisa cuando completos desconocidos lo fueron a buscar hasta su escuela, con sospechas, pero terminaron siendo una amistad tan linda como ninguna otra. Tuvo una verdadera sonrisa cuando pudo arreglar los problemas del pasado con una chica. Tuvo una verdadera sonrisa cuando los pudo volver a ver...
Fueron muchas veces hace 1 año y hace otros 3, antes de que todo se volviera una mierda en la vida de Max. Una risa adolorida sale de la boca de Max, acompañada de una contracción de pecho. Ha recordado uno de los chistes que más le hizo reír, y ese chiste venía de la persona que consideró un gran amigo, uno como nunca se podía encontrar. Cuando el rostro de Eloy Evenson apareció en su cabeza inclinada, las lágrimas salieron casi automáticamente, descendieron por sus sienes y cayeron al suelo detrás del colchón.
-Lo siento, Eloy -masculló con otra risa, otro chiste vino a su mente.

La vida de Max Lawson después de la fuga de Melissa y, en consecuencia, la muerte de Eloy, se había vuelto normal. Casi podía sentir con certeza que estaba viviendo la vida de antes, antes de que sus 3 más grandes amigos fueran a buscarlo, que le extendieran una mano para evitar el inminente suicidio que Max ya había empezado a volver a planear. ¿Quién más lo extrañaría? Ahora ya no pensaba en ese tipo de cosas, quería vivir, sabía que lo quería. Sabía que había hecho una promesa de quedarse siempre vivo con Dania Dixon, pero esa chica se había ido para encontrar una paz interior que Max deseaba que hubiera encontrado. Aunque gracias a su huida y a la muerte de su amado, ahora todos estaban desperdigados; No sabía mucho sobre cómo le iba a Sebastian, a él sí podía verlo a veces en los pasillos sonriendo con varios amigos nuevos que tenía, y también podía sentir la profunda tristeza en la que se encontraba. Max lo encontraba mirándolo de vez en cuando, y en cuanto se daba cuenta, el chico rubio desviaba la mirada. No quería hablar con nadie, aún no quería hacerlo. No tenía caso, si su grupo de amistad era tan frágil como para desvanecerse por completo, sabía que no tenía ningún caso intentarlo; No sabía nada de Jane. Jane Smith había faltado a clases toda la semana. Un compañero dijo que había sido por una enfermedad. Sus padres enviaron el aviso, y esas faltas y trabajos no entregados fueron justificados para cuando volvió. Max la miró una o dos veces en el transcurso de un año y seis meses. No había cambiado mucho, solo que ahora siempre tenía unas ojeras ennegrecidas, un rostro de pocos amigos y se escondía detrás de todos los pupitres. Tampoco volvieron a hablar. Jane no lo intentaba y Max no quería.

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