XX. Hasta que la última chispa se extinga.

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A las 8:37 de la noche, el edificio de la esquina con la calle Cody y Magnus se incendió tras una gran explosión desde sus interiores.

La gente allegada al edificio y las calles ya mencionadas, solo se levantaron de sus sillones, camas, sillas o dejaron de hacer lo que estaban haciendo cuando el estruendo casi rompe sus tímpanos.
La familia Jones a unos cuantos metros del atentado, estaban teniendo una adorable cena, cuando la mesa junto con los platos cubiertos y la lámpara del techo comenzaron a temblar en una coreografía espantosa.
La familia entera se levantó de la mesa y corrieron a las afueras de la casa, pensando que se trataba de un temblor. Sin embargo, un temblor en Gloomy Valley era cosa extraña, pensó Edna Jones al estar fuera de la casa, no había ningún terremoto o parecido desde hacía décadas.

Miraron alrededor y, cuando divisaron el humo que salía a unas manzanas a la derecha, terminaron de confirmar que no era un temblor, era algo peor.

La soltera Sasha Davidson de West Street estaba regando el pasto de su patio. No notó nada raro, dijo después al Daily Valley, solo un inusual olor penetrante asemejado al de una cebolla.
Cuando levantó la vista, las nubes se habían coloreado de un tono oscuro, y las que estaban más cerca al infierno, poseían un brillante anaranjado que las quemaba como malvaviscos.

En el centro, se dio cuenta de la columna incendiada, con el cráter en la parte más alta. Y esa parte era la más ennegrecida.
Lo único que pudo pensar fue: "Ojalá toda persona que esté ahí haya sobrevivido".

Kendrick Junior, un oficial que estuvo presente en la escena y que antes de la explosión había creído ver a 3 adolescentes a un lado de una escalera, murió tras la caída de una viga incendiada perteneciente al edificio. Así que, lo que había visto, y que podría haber servido como prueba de esa horripilante explosión, murió con él.

A las 8:45 de la noche –8 minutos tras la explosión–, varias ambulancias y unidades policiales enviadas desde la ciudad superior, cruzaron el puente.
Adelante de ellos, dos camiones de bomberos quemaban sus motores con la velocidad en la que intentaban llegar.
El conductor, Henry López de 43 años, escuchó que alguien les gritó mientras se acercaba al lugar.
"¡Rápido! ¡Hay oficiales y niños ahí adentro!".
Nunca supo de quién se trataba.

Y, por último, Mercy Woodbury despertó a las 8:46 de la noche, rodeada de llamas, humo, y sus amigos tirados en el piso.

1

Cuando Mercy sintió el negro humo y el aserrín enterrándose entre todo su cuerpo, supo que todo había ido demasiado lejos. Ella había ido demasiado lejos.
Sus primeros pensamientos fueron el horrible olor que tenía el humo, después lo brillante que radiaba el fuego a sus costados. Cuando miró a sus amigos, se sintió culpable, y tal vez lo era.
Pensó en Gert al enfocar sus ojos entrecerrados en el cuarto donde salían las llamas mucho más agresivas y chisporroteaban dispositivos electrónicos dentro. O sea, la computadora.
Y, por último, se dió cuenta el agujero enorme que había en el cielo, mostrando una versión borrosa y oscura de las estrellas, pero manteniendo ese amoroso púrpura, y haciendo relucir los copos de nieve que todavía caían.
Tal vez por eso no había muerto, tal vez la nieve que caía del techo estaba contrarrestando el ardiente fuego que se elevaba hacia los mismos. Se dio cuenta rápidamente de que eso no tenía mucho sentido.

Bajó la vista, intentó incorporarse pero falló en 2 intentos. En el tercero, sus piernas se levantaron temblorosas y se veían tan rasgadas como cuando era niña.
Intentó dar una patada a Max para que despertara o simplemente diera señales de vida, y cuando no lo hizo, sintió el enorme peso de la culpa, que la impulsaba a ver dentro del hoyo negro que se había hecho en el suelo, que había provocado esa bomba. Le gritaba que se tirase, y si lo hacía, ese peso sobre sus hombros se esfumaría como una enfermedad terminal en las últimas.
Pero ahora su padre estaba ahí, no físicamente, si no mirándola desde el vacío, diciéndole que no se rindiera, entonces Mercy recordó que él también estaba dentro.
Antes de que entrara en pánico por su padre, llegó la responsabilidad. Una responsabilidad que no había sentido tan fuerte desde el momento que supo que tenía que unir a todos y cada uno de ellos para terminar algo que ni siquiera le incumbía.
¿Había sido eso? ¿Había sido esa su labor desde siempre y nunca lo había descubierto? Salvarlos, darles fé. esa fé que se perdió en todos cuando Dania se fue. Definitivamente no podían.
Tenían que hacerlo en grupo, porque dos cabezas piensan mejor que una, en este caso 6. Pero solo era una persona la que estaba detrás de todo esto, ¿no? ¿Entonces por qué existía la necesidad de ser un grupo?
Y ella lo sabía: Era porque ninguno estaba listo para caminar solos. No después de lo que pasó.

Las notas perdidas: Sangre en el lagrimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora