VI. Jane sale de su casa.

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—Buenos días, Jane
—Buenos días, señorita Nina.
—Esta es nuestra última reunión, ¿cómo te sientes hoy?
—Bien...
—¿Recuerdas lo que nos dijimos al iniciar con estas reuniones?
—N-no mentirnos...
—Exacto, ahora dime, ¿cómo te sientes?
Jane comienza a soltar lágrimas tan diminutas como un grano de arena.
—Igual que cuando empezamos —limpia una de sus lágrimas como si se fuera un golpe en la mejilla—. No había pensado en esas cosas hasta hoy... es como si hoy estuviesen más presentes.
—¿Qué está más presente, Jane?
—...T-todo...
—¿Max?
—No.
—¿Dania?
—No.
—¿Eloy?
—N-no...
—¿Entonces?
—He estado... teniendo pesadillas —la chica con las piernas pegadas a su pecho y abrazándolas con fuerza, habla con un tono de voz apagado, tembloroso, con miedo—. Pesadillas con cosas que ya habían pasado y pensé que superé.
—¿Sobre qué? ¿Cómo son?
Jane procesa la pregunta de la señora Nina. Pensando si de verdad debería decírselo, pensando si quiere recordar cómo empezaban aquellas pesadillas. La chica traga saliva y vuelve a limpiarse las lágrimas.
—Empiezan con un campo de dientes de león... luego llega una chica en un auto, empieza a gritar cientos de cosas a un grupo de personas y luego.... y-y luego... —Jane sabe lo que pasa después, lo retiene con fuerza en su garganta, lo atrapa como si fueran bichos venenosos.
—¿Y luego qué pasa, Jane?

Sangre en el lagrimal:


9 de diciembre de 2022
Zona rosa, calle Cheerin' n. 76
Después del psicólogo
Jane

1

Jane Smith llega a su casa y cierra la puerta de su cuarto como siempre lo hace. Se recuesta en su cama y se envuelve en 4 cobijas gruesas y pesadas. El frío de afuera parece normal, pero dentro de la mente de Jane, ese frío es irreal. Enciende su laptop, extiende la pantalla y se pone a ver una serie de más de 5 temporadas, ayer logró terminar 3, tiene todavía trabajo que hacer. Se da la vuelta y recoje una bolsa de goldfish a medio comer. Toma un puño y se lo lleva a la boca, el puré que se forma en su boca se queda impregnado en los dientes. Está triste, mucho más triste de lo que estuvo ayer o hace una semana. Lleva asistiendo al psicólogo de la señora Nina desde hace 1 año, ella piensa que no ha funcionado en lo absoluto, pero funcionó, estaba peor hace meses, ahora al menos no llora todos los días, solo se concentra en terminar su serie y exterminar a todos los pescaditos de queso de esa bolsa. Recuerda que su depresión empezó en el momento que Dania Dixon abandonó la ciudad; todos extendieron sus manos, la despidieron y todo Gloomy Valley se apagó. Ese día Jane Smith llegó a su casa con los brazos caídos, su madre fumaba un cigarrillo en el comedor, mirando hacia el patio, pensante. Su padre al escuchar a su hija llegar subió las escaleras rápidamente, siguió a su hija hasta su cuarto antes de que entrara al mismo.
—¿Qué pasó, mi vida? ¿No saludas? —preguntó su padre extendiendo ambos brazos y soltando una risa fingida, un intento de que esa situación tan seria no lo fuera tanto. Jane volteó lentamente a verlo, con lágrimas en sus ojos, limpió una y se abrazó a sí misma.
—Dania se ha ido de la ciudad... —masculló con todo el dolor en su voz. Su padre sintió una punzada de un padre y se acercó rápidamente a abrazar a su hija. Ella lloró en su hombro mientras su padre daba un par de palmadas en el hombro. También sintió un pequeño espinazo de querer llorar, pero lo absorbió y le dio un beso en la raíz del cabello a su hija.
—Lo siento tanto, Jay... todo estará bien.
Ese mismo día su padre la llevó a la tienda. Jane no quería comprar algo caro, solo quería algo dulce. Tomó una canasta de M&M y una bolsa de esos goldfish. Su padre siempre llegaba a reconfortarla, al fin y al cabo era el hombre de la casa, a cargo de dos mujerzuelas sentimentales. Y él las amaba a las dos, aunque era obvio que amaba más a Jane. Era su pequeña niña de ojos cafés. Cuando Helen y Abraham Smith tomaron en brazos a su única hija al momento de nacer, su padre lloró. Helen sabía que había sido la primera vez que veía llorar a alguien tan admirable como su esposo. Abraham la tomó en brazos, la acurrucó en su pecho y la meceó un poco, algunas lágrimas cayeron en el rostro de la pequeña, pero él no tardó nada en limpiarlas con sus enormes dedos. Le dio un beso en la frente y ese amor con el que le demostró al nacer, siempre de vería reflejado hasta su adolescencia. Cuando Jane creció sabía que su padre había sido todo un galán de galanes en la preparatoria, ella deseaba ser como él, tan cariñoso, tan amable, tan guapetón. Suponía que eso había hecho que su madre se enamorara de él.  Abraham siempre sabía cuando se equivocaba, siempre intentaba enmendar esos errores con su pequeña, y ella siempre lo perdonaba, porque, ya sabes, cómo podría odiar a su padre siendo como era. La consentía como si todavía tuviese 7 años, le daba besos en la frente, la arropaba y siempre mostraba su mejor sonrisa al estar con ella. No importaba si fueran días malos, buenos o regulares, Abraham siempre estaría feliz para su hija. Lo único que Jane le parecía extraño con su padre era que siempre parecía tierno con ella, siempre la trataba como su pequeña niña, pero al estar con otras personas era serio, firme y le daba miedo esa versión de su padre. Pensaba que siempre era así, hasta que vio cómo su padre trató a Max Lawson el día cuando Blake llegó a la ciudad. Parecía haber cambiado con la gente, pero con el tiempo Jane se dio cuenta que no había sido así, Abraham desde el principio había visto algo más en el chico rubio. Seguro sabía que Jane lo amaba con su corazón.

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