Segundo acto: Enfrentación.

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El miedo se propaga como fuego por tus entrañas, aterriza en tus manos temblorosas, provocando sudores dignos de una afección grave. Las rodillas te fallan, sientes los tendones de las mismas girar en busca de tranquilidad. Y tu rostro es digno de una verdadera calamidad inesperada.

Tienes miedo, eso es lo único que sabes. Miedo de la muerte, de tu familia, de tus amigos, de tus hijos, de tus mascotas. No sabes qué lo provoca, porque ese miedo viene desde tu interior, de algo que solo conoces tú. Algo a lo que solo tú le temes.

No hay tiempo, entonces si tengo miedo, que así sea.

Las notas perdidas: Sangre en el lagrimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora