Desconfianza y sensaciones

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-Faltan muy pocos días para la luna llena - susurro Alec viendo la luna casi completa por la ventana.

Volvió a leer el hechizo que venía en el amarillento libro que había encontrado en el jardín.

Aun desconfiaba de todo esto. Sentía que había encontrado ese libro demasiado fácil. Dina había mencionado los jardines e inmediatamente por a su mente llegó el laberinto de estatuas. Ella siempre estaba en aquel laberinto pero... aun así, sentía que había sido demasiado fácil... ¿como es que en quinientos años nadie hubiese descubierto su escondite? Además de que todo parecía... demasiado... preparado, si, esa era la palabra. El lugar parecía haber sido preparado para que él lo encontrará.

Alec soltó un gruñido por lo bajo.

Tal vez solo estaba siendo un paranoico cobarde. Tal vez quería desconfiar porque...

Las palabras de Dina llegaron de nuevo a su mente junto con esos preciosos ojos suplicantes.

"No tienes nada a que volver, la vida te dio otra oportunidad... yo te saque de ese cuadro. Quédate conmigo"

Cerró fuertemente los ojos. No, no podía pensar siquiera en esa posibilidad.

Tenía que volver. Su deber como hombre lo obligaba, debía volver con Mery... le había hecho tantas promesas...

Se levanto del sofá donde se encontraba y camino un poco por la habitación.

Estaba actuando con deshonor. No podía permitirse dudar, tenía una vida a la cual volver. Ahora que conocía el destino de su familia sin él, su padre vuelto loco, su adorada madre muerta prematuramente, su hermana, que tanto amaba aquel castillo, huyendo... Mery... creyéndose abandonada...

No podía dejar que aquello pasara, debía volver y tomar las riendas de aquel lugar.

Volvió a recordar los ojos dorados de Dina... y de nuevo dudo.

¿Sería tan terrible quedarse ahí y...?

Sacudió la cabeza para espantar aquellos malditos pensamientos.

Esa mujer era... curiosa... parecía un hada pero era dulce, no había pizca de maldad en sus ojos, y sonreía con dulzura, a él... nadie más que Mery le había sonreido con tal ternura. Y lo miraba como... como si lo admirara... y con deseo... podía sentir la atracción como un hierro al rojo vivo entre los dos.

Debía tomar distancias de ella. No podía permitirse sentir algo más que agradecimiento por haberlo sacado de aquel retrato, de lo contrario...


A la mañana siguiente Dina bajo a desayunar algo cansada. No había dormido bien, pero esta vez no habían sido sueños o la falta de ellos lo que la hubiese mantenido alerta, sino Alec... por supuesto.

Entro en la cocina y puso en marcha la cafetera. Estaba molesta, en realidad estaba triste por su charla con el Hilander la tarde anterior pero se rehusaba a aceptarlo aun a si misma.

Estaba tostando pan cuando sintio la presencia de alguien tras ella, sabía que no era Ivy pues esta no podría ser silenciosa ni aunque su vida dependiera de ello.

Entonces debía ser...

Se volvió esperando ver al enorme hombre pero no había nadie.

Frunció el ceño. Estaba segura de que había alguien en el umbral de la puerta mirándola.

Se acerco hasta allí y miró por el pasillo. Estaba desierto.

Por algun motivo estar sola en aquel lugar hizo que la piel se le pudiera de gallina.

Dio un grito cuando el pan salto en la tostadora.

-Dios... - se toco el pecho con la mano - estoy paranoica con todo esto.

Volvio al pan, no habian pasado ni cinco minutos cuando volvió a sentirse observada.

Sintió miedo de voltear, ¿y si no encontraba a nadie ahi? O peor... ¿que tal si había alguien ahí? Alguien desconocido y malvado...

-¿Estás bien? Te escuché gritar - escucho la voz potente de Alec en ese idioma que sonaba como un cántico.

Se volvió con el claro alivio marcado en su cara.

-Eres tú...

El hombre frunció el ceño.

-¿Llevas mucho ahi? - soltó tratando de averiguar si habia sido él quien la había estado observando desde el principio.

-Acabo de llegar, iba a subir pero te escuché gritar.

Dina se dio cuenta que Alec estaba mojado. Llevaba unos pantalones de pijama negros y una camiseta sin mangas del mismo color, las prendas pegadas a su cuerpo debido a la humedad. Su largo cabello goteando sobre su pecho.

-¿Por qué estás mojado?

-Ah... fui a nadar.

-¿A nadar?

-Al lago. Necesitaba despejar mi mente.

-¿Al lago? - repitió Dina sin poderlo creer - Ese lago debe estar casi congelado.

-Esta un poco frío - asintió el hombre.

Dina no supo que mas decir. El enorme Hilander de hace quinientos años se bañaba en el lago congelado, claro, ¿por qué no?

Ella negó y se volvió, tomo su pan y comenzó a untarle mantequilla y mermelada recordando que en realidad no queria hablar con él.

-¿Dormiste mal? Se nota en tu rostro - se atrevió a decir el hombre.

Dina apretó los dientes deseando lanzarle el pan lleno de mermelada en el rostro.

-No, que va, dormí perfecto, como un bebé. - soltó con tono mordaz.

-Bien... iré a cambiarme - soltó el hombre retirándose de la cocina.

Dina dejo el pan, ya no tenia hambre.

De pronto cayó en cuenta de que había vuelto a quedarse sola, reprimio un escalofrío y subió también en busca de Ivy.




El retrato del Duque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora