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on est loin, on est loin
du jardin d'Eden
èternelle réalité
libérez, libérons, nous de nous-même
qu'à t-on fait de la vérité?
brisez les, brisez les, brisez toutes les haines
dévoilez, n'affrontez que moi
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—¿Podemos comenzar?
Asientes, un poco nerviosa internamente porque es la primera vez que haces esto laboralmente, sin embargo, tu rostro serio no muestra rastro de esa sensación agría. Siempre has sido muy profesional.
No recuerdas de donde vino la idea, pero este trabajo como amanuense podría ser lo único que te distraiga de tu propia confusión interna. El tic tac de tu reloj de bolsillo colocado justo sobre las hojas de papel extra es el único sonido en el que puedes concentrarte, mientras ajustas tu relativamente nueva máquina de escribir. El viento que entra por la ventana hace revolotear las hojas blancas, así como el cabello largo de tu empleadora rubia, la cual te observa con tristeza, sentada frente a ti en esta mesa caoba que comparten.
Nunca fuiste alguien que se molestase en mostrar una falsa amabilidad, siempre con un semblante estoico, o muerto para algunos, pero tras el final de la guerra, necesitabas algo que hacer más allá de ser una ama de casa.
Fue difícil, pero finalmente concluiste el curso oficial para ser una amanuense certificada. Irónicamente, es más sencillo para ti poner sentimientos externos en papel que hablar de los tuyos. Desde niña, te ha costado admitir lo que sientes, pero por alguna razón, últimamente habías entrado en una confusión extraña que percibes como algo seguro.
—¿Para quién está dirigida esta carta? —Preguntas cortésmente, muchas personas han contratado amanuenses para despedirse de aquellos seres amados perdidos en la guerra. Amigos tuyos no son excepciones a tal tragedia.
Tú eres afortunada. Tu esposo, un héroe de guerra, volvió a ti como prometió, con una propuesta de matrimonio y el futuro más brillante que nunca.
—Mi hermana mayor... ella fue un soldado, desafortunadamente... no logró regresar—Relata la joven, claramente abatida, sus ojos desviándose a un viejo arco que cuelga pulcramente de una pared. Un arma destinada a no ser usada de nuevo. Empiezas a teclear, una métrica extraordinaria entre cada clic y clac, casi al mismo tiempo que tic tac de tu reloj—. No pude despedirme. Ni agradecerle por todo lo que hizo por mí... Nuestros padres la extrañan tanto... a veces siento que puedo verla en el espejo, sonriéndome, pero preocupada... es el tipo de persona que sigue preocupándose por los demás a pesar de estar muerta... Siempre se preocupó demasiado por otros... incluso si no los conocía, ella intentaría salvarlos si estaban en peligro...
Tecleas, comenzando la carta dirigida a la hermana mayor de tu empleadora actual. Es la primera vez que haces un encargo para un cliente, incluso si no necesitas el dinero.
Te ayuda a distraerte de ese mal presentimiento que ha acechado tu mente en las últimas semanas. Aunque no lo parezcas, eres bastante empática, por lo que es fácil concentrarte en el dolor de los demás para olvidar tu confusión, comprendiendo su dolor, plasmando las palabras no dichas en papel blanco, pare cerrar un ciclo inconcluso y sangrante.
No dices nada, escuchas atentamente cada palabra y le brindas consuelo a la joven cuando su voz empieza a perderse en un suave llanto. Cuando empiezas a buscar un recordatorio de lo afortunada que eres, diriges tu mirada al reloj de plata con dial azul naval, en vez de a tu anillo de boda decorado con una esmeralda que adorna tu dedo.
Nuevamente, la confusión causada por la respuesta de tus instintos regresa.
Pero no es momento para pensar en ello, estás trabajando. No debe ser nada...
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c'est contre moi, moi, moi, moi, moi
libère ton esprit
ecoute chanter le monde
pourquoi passer sa vie
à courir après une ombre?
juste une pâle copie
une voix qui t'entraîne
et petit à petit
elle prend ton oxygène
we are
the war
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