ᴀɴᴏᴄʜᴇᴄᴇʀ. Wir können uns gut verstehen

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die Stühle liegen sehr eng

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die Stühle liegen sehr eng

wir reden die ganze nacht lang

dieser niedrige raum ist nicht schlecht

wir können uns gut verstehen

Cuando Mikasa abrió los ojos, seguía en la misma posición; abrazándose a sí misma con recelo

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Cuando Mikasa abrió los ojos, seguía en la misma posición; abrazándose a sí misma con recelo... con la única diferencia de que su cabeza descansaba sobre el pecho de Levi, el cual subía y bajaba con tranquilidad. Él tenía su cabeza recargada sobre la orilla de la cama, estirando su cuello hacia atrás en una posición no muy cómoda al criterio de la Ackerman. El factor más extraño: uno de sus brazos la rodeaba perezosamente por los hombros.

Ante dicha realización, quedó petrificada, mientras sus mejillas se tornaban rojas por la incomodidad y vergüenza al recordar su quiebre de hace unas horas frente a él.

Había tenido una pesadilla más pesada de lo habitual, tan horrible que su cerebro había decidido borrarla, porque ahora no recordaba nada, nada excepto los sentimientos que la abordaron en ese sueño que lucía tan ausente ahora: pérdida, soledad, abatimiento, una inconsolable tristeza y otros que simplemente se mezclaron, dejándola ahogarse en un vació aplastante por todo lo que había perdido. Pero esta vez, se sumó un nuevo sentimiento agobiante: terror.

Pavor de quedarse sola de nuevo, de ser abandonada como si ella fuese un trapo viejo fácil de desechar. En el segundo que abrió los ojos en medio de la noche, hiperventilando violentamente, buscó la figura de Levi en la oscuridad, desesperada por recordarse a sí misma que había alguien a su lado, si la situación no hubiese generado más grietas a su ya triturado corazón, se habría reído.

Nunca cruzó por su mente la idea de que temería perder a Levi.

El hombre era una navaja voladora, la palabra muerte no estaba asociada a él de la forma tradicional, pensar que podía morir era casi ridículo hasta antes del accidente. Por otro lado, años atrás habría preferido tragar tierra a necesitarlo como un amigo o compañero, mucho menos admitir que le tenía aprecio. Pero su orgullo se hizo añicos ante la posibilidad de que sus miedos se volvieran realidad, el terror la inundó al verse completamente sola en la penetrante penumbra del pequeño cuarto subterráneo, donde ni siquiera la luz de las estrellas podía consolarla. Hiperventiló por lo que parecieron horas mientras sentía que las paredes se hacían pequeñas, consumiéndola, encerrándola en su soledad en medio de la oscuridad, una prisión de la que no podría escapar y en la cual sería enterrada para ser olvidada.

RESILIENCIA   Y  EGOÍSMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora