Capítulo 2

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Marcus Antonio Stoll, o como la mayoría lo llama: Marcus el pelicano

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Marcus Antonio Stoll, o como la mayoría lo llama: Marcus el pelicano. Es el psicólogo de la escuela y tengo entendido que también les concede sesiones a las personas del pueblo. Un hombre de un metro noventa y ojos ahuecados por el cansancio. Un amigo cercano del cigarrillo y amante de su fiel compañera; la calvicie. Antes pensaba que los pelados eran tipos geniales... Lo pensaba antes de conocerlo.

Esta es nuestra... ¿décimo sexta reunión? Y aún continúa pretendiendo que nuestras sesiones se den sin él preguntar. Me mira y yo lo miro a él. Se ha hecho una costumbre tener un interrogatorio de miradas antes de empezar nuestra "terapia". Si les soy franca, a veces se me hace un fastidio, pero, tampoco quiero ser una molestia para mi tío. Quedamos en que él no me llevaría a la ciudad en busca de un profesional si venia y hablaba con el pelicano toda la semana.

Llegué a un acuerdo con el pelicano y ahora son únicamente 3 días.

Sin embargo, justo ahora, si me lo preguntan, hubiera preferido viajar las tres horas en auto que estar intercambiando miradas con el cabeza de desodorante.

—¿Estás bien? —y empieza como siempre, forzando su voz para que suene ronca.

—Si señor. Como siempre.

—¿Cómo es siempre?

—Igual que todos los días.

No se mueve, excepto para acomodar su cabeza y clavar más su mirada en mis pupilas. Yo hago lo mismo, de lo contrario, vería mi rostro deforme reflejado en su cráneo.

—Lo bueno de saber observar a las personas, es que sabes cuando están mintiendo —comenta, antes de tomar la carpeta y dar unos golpecitos con ella sobre la mesa. Ojea el contenido y después alza su mirada—. Hoy es tu cumpleaños. ¿Harás algo especial?

—¿Qué es especial para usted? —cuestiono, haciendo que el pelicano frunza su ceño.

—Por favor, Dafne... Tienes que aportar en la conversación para que esto funcione.

Decima sexta vez que dice esa frase. Para mí se me hace difícil hablar de cómo me siento, porque ni siquiera yo lo sé. Es probable que mi comportamiento se deba a situaciones pasadas en mi vida, más, sin embargo, ¿Quién quiere recordar eso?

—Lo lamento, señor.

El pelicano sabe que no me disculpo de corazón, no obstante, no tiene otra opción que creer que lo hago de ese modo.

—¿Has dormido?

—Poco.

—¿Cuánto?

Me tomo mi tiempo para responder. E imagino que puedo ser sincera con esto. Quizás me recete algún medicamento.

—Creo que menos de dos horas en los últimos dos días —le digo, haciendo que él no me muestre ninguna expresión—. Es que me gustan los números par.

SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora