Capítulo 13

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Me incapacitaron por una semana, y ya van dos días desde que dejé el hospital

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Me incapacitaron por una semana, y ya van dos días desde que dejé el hospital. Todo ha estado girando alrededor de mi existencia, como si ahora fuese un objeto al que tengan que tratar con sumo cuidado. Mi tío aceptó la propuesta de dejar a Carolina como mi psiquiatra al ver que fui yo la que tomó la iniciativa. Los martes y sábados son los días en los que ella vendrá a casa, y hablaremos de cómo me siento. El martes fue algo peculiar, Carolina me dijo que cuando esté a punto de entrar en un ataque de pánico, busque cinco cosas que pueda saborear, cuatro que pueda oler, tres que pueda tocar, dos que se puedan mirar, y una que se pueda escuchar. Lo puse a prueba a pesar de que no tenía algún ataque, y pude concluir que calma mi mente y la distrae de todo lo que pueda llegar a preocuparme. El resto del tiempo que la pasamos juntas, hablamos acerca de cómo me sentía respecto a mí, y a las personas que había perdido. El martes su compañía me ayudó a olvidar que ese mismo día, mi padre estaba siendo sepultado en alguna parte del cementerio. No sé si haya avanzado desde aquella noche, mañana se cumple una semana desde que lo intenté, pero si me tomo el tiempo de pensarlo, me siento mejor que hace un par de días.

Dejo la cama y bajo hasta el primer piso. Me dirijo a la cocina y busco una barra de frutos secos. La encuentro en el gabinete de arriba y también noto que los cuchillos no están en el mismo lugar de siempre. Dejo salir aire frenéticamente y concluyo que Dylan es un tonto. Hoy que no está en casa, seguro los escondió para que yo no pudiera hacer algo, sin pensar que quizás lo pueda volver a intentar con las navajas de su cuchilla de afeitar. Abro la bolsa de la barra con mis dientes y camino hasta la sala, prendo la televisión y antes de buscar algo para ver, visualizo la imagen de Marcus Junior en la pantalla, con unas letras en color rojo que dice: desaparecido. Dejo mi postura encorvada y cuando pretendía poner atención, la noticia pasa a otra. Le doy un mordisco a la barra y recuerdo que los avisos del noticiero local suelen ser una basura. ¿De qué les sirve un canal si no pueden tener pruebas sólidas de su desaparición? Probablemente esté con Patrick cogiendo en algún lugar del pueblo.

Mi teléfono vibra, y yo lo miro; es un mensaje de Dylan preguntando si me encuentro bien. Le respondo diciendo que apenas son las tres de la tarde y que por favor siga trabajando. Desactivo el internet y vuelvo a centrar mi atención en la pantalla.

Su preocupación a veces suele hacerme sentir bien, y otras veces es asfixiante. Según lo que me dijo cuando desperté en el hospital, soy su única familia y si llego a morir, lo dejaré solo. Creo que ese es el sentimiento que le preocupa a todo el mundo; la soledad. Yo también le temo, porque estar solos no es lo mismo que sentirse solos. Mi tío no quiere estarlo, y yo no quiero sentirlo. Supongo que de ahí radican nuestras maneras diferentes de pensar.

Cuando termino la barra de frutos secos, subo las piernas en la pequeña mesa. Reviso que mis vendas no estén sangrando, y cuando estoy a punto de prestar atención, el timbre suena. Me había resignado a mencionar su nombre desde el lunes, porque desde ese día no lo veo. Y se me había hecho extraño que, según su comportamiento, no haya venido a verme los días pasados. Pero ahora no tengo dudas, si alguien llama a la puerta a las tres de la tarde, probablemente es Saturno.

SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora