Capítulo 10

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No sé mucho de Levine, por no decir que no sé absolutamente nada

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No sé mucho de Levine, por no decir que no sé absolutamente nada.

Por alguna razón que mi conciencia no puede explicar, he llegado a esa conclusión el día de hoy. Ese chico que se ha estado escabullendo entre mi vida como un venado entre los matorrales parece conocer hasta el nombre de mis abuelos; algo que hasta yo desconozco. No sé si es debido a que fue íntimo amigo de mi hermana, o que en dado caso se haya dado a la tarea de investigar entre los archivos de la escuela. Aunque dudo que haya información que sea de utilidad entre ese montón de papeles resumidos en muchas carpetas deterioradas.

No estoy segura en si me interesa saber más de Saturno, pero por algún motivo quiero equilibrar la balanza y no ser el único libro abierto en toda esta relación extraña. Imagino que algunas veces es difícil saber lo que sientes a exactitud si tu mente se planta en negarlo todo. Tu mente es un mundo aparte, y de esta no se tiene el absoluto control.

Estar sola en casa me hace sentir que no soy yo la que está manejando los hilos allá dentro de mi cabeza. Imagino que por eso me aterra sumergirme en ese mundo aparte. Y los intentos de pensar el motivo por el cual mi tío dejó la casa con tanta rapidez no son excusa suficiente para distraer mis ojos de lo que en verdad deberían ver.

«Quizás lo llamaron del trabajo o su amante necesita ayuda», pienso, intentando apartar mi vista de la cocina. Y no es precisamente que esté planeando hacer algo de comer. Es un tema que tiene que ver con los cuclillos y mi torrente sanguíneo. Es difícil asimilar que en unos minutos puedes estar bien, y al transcurrir los segundos tu mente se apaga, se dispersa como el humo en un cigarrillo. Y entonces no tienes control sobre ti, ni lo que te rodea, sólo te abruma un sentimiento pesado que te dice que la única manera de aliviarte es terminando con todo. Por lo regular la gente pregunta si hay un motivo para acabar con tu vida; y yo sólo creo que eso ya no depende de la persona afectada, sino de su cabeza desorientada. Al menos imagino que es un gran avance permanecer sentada, sin mover un solo musculo.

Detallo todo a mi alrededor: el sofá marrón sobre el que estoy sentada, las paredes grises que se oscurecen al verlas por mucho tiempo, la luz amarilla que me provoca somnolencia y el sonido calmante de la música en mis oídos. Decidí darle una oportunidad a la banda que Levine me enseñó el día de ayer. Y creo que, a pesar de lo cansada que se escucha la voz del vocalista y lo tranquila que es la instrumental, podría considerar que es mi estilo. Cosa que nunca le diré a Saturno porque provocará que su ego crezca hasta tal punto de pedirle una cita a la primera dama.

Dejo de observar la cocina, acuesto mi cuerpo sobre el sofá y cierro mis ojos; viendo ahora una oscuridad no tan intensa por la luz que se logra filtrar por mis parpados. Según lo que recuerdo, a esta hora debería estar dándose la tan aclamada actuación de Marcus Junior y la amiga de Saturno. Tengo un presentimiento, y aunque no sea tan supersticiosa, siento que las cosas no saldrán tan bien. Y de igual modo, estoy esperando que el timbre de la casa suene para rechazar a Levine. Dijo que pasaría por mi hoy a la noche, y siéndoles franca y aunque no sea necesaria la aclaración, acepté para que su rostro no fuese deformado por golpes. No podría estar tranquila sintiendo que lastimaron a alguien por mi culpa. No me interesan los sentimientos de las demás personas, sin embargo, supongo que aquella fue una situación diferente.

SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora