Sábado por la noche. Sin dolor de cabeza, sin dolor en el cuerpo, y menos ganas de morir que hace un par de horas. Todo eso lo provoca un par de factores; Pude dormir más de ocho horas, y al despertar, una notificación de YouTube llamó mi atención; era el tráiler del único motivo que me mantiene con vida. Digamos que levantó mi ánimo saber que pronto se estrenaría mi anime favorito. No me siento bien, pero si un poco menos moribunda.
También tengo que darle crédito a la pastilla que Levine me dio el día de ayer. Fue milagrosa, por no decir mágica. Por tal motivo decidí anotar el nombre de la píldora en un papel y pegarlo en mi armario, junto a las otras notas que expresan mis pensamientos poco motivacionales. Si mal no recuerdo, hace dos semanas, mi tío ingresó a la habitación y leyó todas las notas. Después de eso tuvimos una conversación algo incomoda en la que me decía que me amaba. No escribía las notas para que alguien las viera, de hecho, tomé la decisión de seguir un consejo y descubrí que anotar tus pensamientos calmaba tu mente. Por eso mi habitación parece una sala de investigación criminal, con notas pegadas en el armario, pared e incluso en la cortina de la ventana. Dejando eso de lado, supongo que es bueno que parezca que lo estoy intentando. A lo de salir adelante, me refiero. De esa manera no levantaré sospechas hasta llegar al día que me harte de todo. Podría ser hoy, podría ser mañana... O incluso en un par de años, aunque si tenemos en cuenta mis acciones no creo llegar tan lejos. Lo interesante de la vida es que sólo sabes cuando morirás si decides suicidarte. Sin embargo, ahora en este momento estoy atrapada en un mundo cómodo. Uno que empecé a explorar cuando me vine a vivir con mi tío.
Uno en el que vemos películas animadas todos los fines de semana.
—Gato zopenco —comenta el hombre, riendo. Empuña sus manos con palomitas y después vuelve a centrar sus ojos en la película. Yo estiro mis pies hasta ponerlos encima de la mesita, y recuesto mi cuello en el sofá—. Mira Dafne, seguro se cae al poso —señala.
Dylan Romero es el hermano de mi padre, y por obvias razones, mi tío. Aunque cabe aclarar que no se parece en absoluto al que fue esposo de mi madre.
—Seguro —le respondo, antes de tomar una sola palomita y llevarla a mi boca. Miro por el rabillo de mi ojo izquierdo hacia donde se encuentra Dylan, y logro observarlo más divertido que yo, con soda regada en su ropa y palomitas en su entrepierna. Es normal, a lo largo de mi vida me he percatado que los hombres nunca dejan de ser niños. Sólo adquieren responsabilidades y trabajan para mantenerse solos. El resto de características continúan igual.
Vuelvo a mirar al frente y centro mi atención en intentar disfrutar la película. No es interesante, si me dejaran elegir seguro hubiera puesto un anime. Sin embargo, el leer subtítulos de manera rápida no se le da bien a mi tío. Lo que me otorga un sentimiento inusual de orgullo hacia mí. Orgullo que se esfuma cuando me percato que casi medio mundo es friki.
Cuando trascurren un par de minutos, y aún escucho a mi tío reír con chistes infantiles, tomo mi celular y decido revisar los grupos otakus de Facebook en los cuales estoy registrada con una cuenta falsa. Todos están hablando acerca de la temporada de otoño en la que vendrán muchos animes esperados. Yo no comento. Mi misión es limitarme a congeniar con desconocidos e informarme sobre las fechas de estrenos. Lo sé, ser sociable incluso en redes no hace parte de mi catalogo personal.
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Saturno
Teen FictionDafne busca diferentes formas de acabar con ella misma, es por eso que esa tarde sus pies se encuentran al borde de la cornisa de la escuela. Saturno ha estado viviendo su vida por un propósito, lo que lo lleva a encontrarse con ella aquel día. Pero...