Capítulo II: el plano rosa

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Capítulo II: "el plano rosa"

»Fue la Metrópolis en el año 590 que creo la tecnología suficiente para poder recorrer y conocer hasta el último rincón del planeta. Los hombres de la Metrópolis se infundieron el pensamiento de que era importante migrar de su pedazo pequeño de tierra a uno nuevo debido al desgaste acelerado natural de los elementos primordiales.

Piñén I, el gobernador de Metrópolis, jurando haber tenido una visión en donde encontrarían nuevas tierras para explorar, creó junto a sus adeptos, diversas maquinarias que servirían para cruzar el estrecho mar y la alta cordillera que los separaban de otras tierras. 

A pesar de que en Metrópolis hubo muchos hombres infinitamente brillantes, ninguno de ellos había podido crear nada parecido al agua o a la tierra o al aire o a los volcanes. Fue cuando entonces Piñén dijo que dios, un dios único y semejante a los hombres, le había dicho en su visión, que solo cruzando las cordilleras y los océanos podrían hacerse con el poder de crear ríos, mares, tierra en donde habría infinidades de piedras preciosas y el aire más puro que jamás nunca habían respirado.  

Motivado por la profecía en su sueño, en el año 613 Piñén I ya había dado la vuelta al mundo en barco, dándose cuenta de que existían, además de Metrópolis, cuatro grandes pedazos de tierras divididos también por ríos y cordilleras.

Hacerse con sus tierras no fue un camino fácil, pero gracias a las tecnologías que manejaban fueron capaces de ganar pequeñas guerrillas contra las llamadas Chekas⁴ originarias de cada Fracción. 

Para el gobernador de Metrópolis fue una gran sorpresa que su sueño haya sido una real profecía y dios estaba en lo correcto. En aquellas tierras vivían salvajes que idolatraban a los llamados elementos naturales y tal y como lo oyó en su sueño, eso significaba que todos eran herejes y que por eso habían hecho un pacto con el antítesis de dios. Este les había dado poderes inusuales.  

Los llamaban los Waikas, y estas personas tenían dentro de su cuerpo energías características de sus naciones. No eran muy asombrosos a pesar de poseer las habilidades con cada elemento natural. 

El primer Waika que encontraron fue en la nación de Aque, la más cercana a la cordillera colindante de Metrópolis. Era un viejo anciano que lograba limpiar las aguas fácilmente con sus manos, jamás había sequía, por lo que sus tierras se mantenían siempre fértiles y sus campos siempre verdes, un excelente lugar para explotar la madera y buscar piedras preciosas, a Piñén I se le hizo agua la boca pensando en todas las riquezas que esas tierras le darían. 

A pesar de que Aque tuviese aquel extraño poder entre sus habitantes, hacerse con sus tierras fue fácil. Jamás habían estado preparados militarmente para afrontar una conquista, por lo que en apenas nueve años pudo hacer de la nación de Aque una extensión de Metrópolis. 

Gracias a esto pudo saber sobre las creencias de los salvajes, y es que cada pedazo de tierra más allá de sus mares tenían Waikas que mantenían el control de cada elemento. Sin embargo, estos denominados contenedores, no eran seres luminosos, ni eternos, ni tampoco tenían poderes muy grandes, solo parecían tener espacial cercanía con sus elementos. O eso fue lo que contó el gobernador a su pueblo.     

El ejercito de Metrópolis llevó miles de barcos a las distintas tierras más allá de sus mares. El hecho de que las tierras de Fuego, Tierra y Aire se encontraran en una guerra de hace siglos, fue un elemento fundamental para poder conquistar también esos pedazos de tierras. 

Las naciones estaban debilitadas, por lo que mientras se destruían entre ellas, Metrópolis iba ganando terreno haciéndose con grandes pedazos de tierras e implantando un ejército con tecnologías avanzadas y en consecuencia, armas letales.

Elemento: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora