Capítulo III: el nuevo entrenamiento

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Capítulo II: El nuevo entrenamiento

—¡Qué haces aún tirada en el césped, chiquilla tonta y fea! —le gritó la bruja desde lejos.

Shiby salió de aquellos recuerdos que guardaba preciosamente en su mente.

Y es que por mucho miedo que hubiese sentido por el ataque del lobo, debía admitir que aquello era lo mejor que le había pasado en lo que llevaba hasta ese momento de vida.

Se levantó del césped y miró a la bruja quien parecía realmente molesta ante el poco movimiento que estaba teniendo. La pelirroja soltó un suspiro y se acercó a la choza para ir en busca de alguno de sus palos de práctica.

La Cuicu le había comentado hace poco que lo mejor que podía hacer era concentrarse en una sola arma para poder realmente manejarla a la perfección. Por supuesto la niña se había decidido por la lanza, después de todo, con esa arma se había podido defender de una gran bestia y había salido vencedora a la tierna edad de diez años.

—¿Has visto a Shishi o a Mily por ahí? —le preguntó cuándo pasó por el lado de la bruja y entró a la choza para ir en busca del arma y una ardilla que había cazado esta mañana.

—Mily está cerca del río —murmuró la Cuicu mientras revolvía un caldero encima del fogón que había construido para calentar el agua, era encima de ese mismo lugar en donde la bruja y ella hacían rodar un enorme barril para poder darse baños de agua caliente. 

La mujer más grande miró a la chica salir con la presa y su lanza entre las manos y frunció el ceño

—¡Esa ardilla era la comida de esta noche!

Shiby rodó los ojos, siguió su camino al tiempo que le gritaba mientras se alejaba.

—¡Traeré otra!

Corrió cerro abajo para llegar hacia el río, antes de acercarse a sus orillas dejó la ardilla colgada de la rama de un árbol y entonces miró a su alrededor en busca de Mily.

—¡Mily! —le llamó acercándose a las aguas cristalinas que corrían en abundancia por las piedras. Miró por el alrededor en busca del animal—, ¡Mily! —llamó nuevamente.

Oyó un ruido de pisadas venir desde al otro lado del río. Shiby sonrió cuando vio el pelaje rubio del animal.

Para la niña seguía siendo impresionante el hecho de que en un par de años quienes eran unos pequeños cachorritos habían crecido al punto de ser más grandes que ella. Los ojos almendrados de un color rojizo del lobo se pegaron en su silueta y con velocidad cruzó el ruido mojando su claro pelaje.

—¡Mily-Mily! —le sonrió y se le acercó para pasar sus pequeños brazos alrededor del grueso cuello del animal, dándole un abrazo.

La criatura con su gigante cabeza acarició con brusquedad parte de la cara y brazo de la niña, empujándola unos centímetros de donde había estado de pie con anterioridad.

—¿Quieres jugar? —le preguntó, Shiby sabía que Mily no entendía muy bien lo que le estaba diciendo, sin embargo, tenían una manera especial de comunicarse gracias al tiempo que habían pasado juntas.

La loba de gran tamaño se separó del cuerpo de la niña, movió sus patas delanteras levantando una y luego otra sin avanzar en su puesto, bajando ligeramente su cabeza en conjunto con el movimiento de sus patas. Ante ese tipo de reacciones ella podía estar segura que la loba le había entendido y estaba emocionada.

Sonrió.

—Y mira nada más —se fue acercando lentamente a la ardilla que tenía colgada en el árbol—, este será el premio. Si logras pasarme y alcanzarlo podrás comértelo todo, si no es así tendrás que compartir con Shishi la mitad de la ardilla.

Elemento: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora