Capítulo IV: "la dimensión original"
Cuando Shiby despertó esa mañana se dio cuenta que había dormido en el suelo. El sol brillaba fuertemente en lo más alto del cielo rosa y parecía ser que ya era muy tarde, sin embargo, al ver a Cuicu aun durmiendo a gusto en su cama se imaginó que debía ser temprano.
Se estiró y sintió de pronto el peso de haber dormido en el suelo.
¿Por qué habría dormido en el suelo?
Se sentía confundida y cansada, casi como si se hubiese mantenido en vela durante toda la noche a pesar de que sabía que eso no había sido así, puesto que acababa de despertar y no recordaba mucho de la noche anterior.
Se levantó intentando recordar el sueño que había tenido y es que además de saber que sí o sí había dormido, también estaba segurísima de que había tenido un largo sueño. Incluso podría definirlo como placentero y es que podía recordar una sensación cálida dentro de ella.
Shiby sabía que la mayoría de las noches soñaba diferentes cosas, pero estaba segura que este sueño había sido diferente a los otros, ya que, ella podía recordar a alguien más y usualmente cuando soñaba solo eran extrañas imágenes de ella recorriendo el plano. A veces veía a su lineche, algunas otras aparecía Cuicu, pero jamás había soñado con alguien más.
Era un chico.
Un niño de voz suave.
Una voz que nunca antes había escuchado.
Suspiró y abrió la puerta de la pequeña casita para salir a revisar las trampas. Esperaba comer algo pesado y es que sentía el estómago vacío.
Al abrir la puerta la maravilla del exterior le dio los buenos días. Como siempre, el sol de un fuerte amarillo iluminaba el cielo rosa, el cual producía un efecto extraño en el pasto, logrando que este siempre se viese brillante, como si el pasto fuese de un verde metálico.
Sus ojos grises como el carbón quemado encontraron en la inmensidad del prado el cuerpo peludo, negro y brillante de Shishi a unos diez metros lejos de la pequeña choza. Pareció ser que la inmensa animal sintió el abrir de la puerta, puesto que sus ojos del color del roble se pegaron en ella apenas asomó su nariz al exterior y en menos de cinco segundos la loba llegó justo enfrente de ella.
Mily y Shishi eran totalmente diferentes entre sí y ambas dos tenían un trato diferente también con Shiby. Mientras que Shishi amaba los mimos y caricias por parte de la niña pelirroja, Mily se aburría inmediatamente de cualquier abrazo o demostración de afecto física por parte de la Waika y rápidamente las caricias se volvían juegos bruscos por parte de la loba, Shiby tenía diversas cicatrices que eran prueba de ello. Parecía ser que la loba de brillante y rubio pelaje había nacido más salvaje de lo que Shishi era y sin embargo, no podía vivir sin su hermana y casi siempre donde andaba merodeando Shishi, se encontraba Mily, puesto que esta siempre seguía a la negra loba a donde sea que fuese.
Y como siempre, justo detrás de Shishi llegó la loba de pelaje claro, saltarina y con muchas energías para jugar con su hermana.
La loba negra con su cabeza empujó ligeramente el cuerpo de Shiby para que esta le hiciera cariño, así lo hizo la pelirroja mientras veía como Mily reclamaba atención de su hermana.
—Veo que tienes mucha energía, Mily —rio Shiby mientras le daba una ligera caricia a la loba negra con ambas manos y sin ningún pudor besó el puente de la nariz del salvaje animal.
Mily se acercó también a la niña, Shiby le acarició con una mano suave y luego la loba rubia le dio un mordisco juguetón a su hermana, quien gruñó y le lanzó un mordiscón, lo cual originó un juego de mordidas entre ambas lobas, quienes se alejaron de la casa jugueteando y saltando. Aunque Shiby estaba segura que era más juego por parte de Mily que de Shishi, quien le mostraba los dientes a su hermana y le gruñía, la otra loba saltaba sobre sus patas traseras, haciendo que el animal se viese el triple de grande de lo que ya de por sí era.
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Elemento: Fuego
Science Fiction-El fuego es caos. El fuego es destrucción... Nada bueno viene del fuego. -Te equivocas -ella rezongó-, la vida proviene desde el fuego. Todo renace después de las cenizas.