El camino hacia las Montañas del Este fue más sencillo una vez superada la persecución de los golems de la arena; pero el cansancio hacía mella en los viajeros de la primavera, pues no estaban acostumbrados al clima tan arduo del desierto de Shanarim. La más afectada por la proximidad de las montañas era Soleys. Cuanto más se acercaban, más aumentaban sus temores.
Al finalizar el quinto día de viaje, divisaron las faldas de las Montañas del Este que Anders y Alerigan celebraron con alegría. Por el contrario, ella solo podía recordar que su pesadilla estaba cada vez más cercana.
Los chicos levantaron el campamento esa noche con mucho más ánimo; su viaje estaba llegando a su fin y lo único que les esperaba tras las montañas eran las tan esperadas respuestas. Alerigan había salido a cazar un par de aves con la ayuda de Canela y su destreza con el arco. De un tiempo a esta parte permanecía más próximo a Canela, pero a la vez más alejado de Anders y Soleys. Estaba claro que el tema de la magia le había afectado hasta el punto de temer a sus propios compañeros de viaje.
-Creo que nunca me volverá a mirar con los mismos ojos -dijo el bardo a Soleys, cabizbajo.
-Tienes que entenderlo, le aterra la magia. Dale un tiempo y volverá a ser el de siempre. -La chica estaba poniendo un caldero en la hoguera-. Anders, ¿crees que aprenderás a controlar esa magia tan poderosa?
-Ni siquiera sé en qué consiste en realidad, pero no le tengo miedo. A fin de cuentas le debemos la vida, sea lo que sea.
El joven se sentó junto a la hoguera, no por el frío, sino más bien buscando un refugio en la luz. Las noches del desierto eran tan oscuras que no entendía cómo su hermano y el fanghor podían moverse por allí.
-Es cierto. Está claro que no nos quiere hacer daño. -Soleys tuvo una idea-. Oye, Anders, aprovechando que Alerigan no está por aquí, ¿estás dispuesto a probar una cosa?
-¿Vas a sorprenderme otra vez? Creo que eres mucho más de lo que pareces...
Anders ya no sabía qué pensar en relación a la mujer que tenía ante sus ojos. Antes era una falsa curandera y ahora él la veía como una hechicera majestuosa. Después de la cura milagrosa de su pierna, no había tenido ningún problema para moverse, ni una mínima secuela. ¿Cómo era posible?, se preguntaba todo el tiempo.
-Una vez me enseñaron a conocer la magia oculta a través de los objetos. Existen muchos objetos que son encantados por hechiceros y ocultan grandes poderes mágicos, y sin duda ese cuerno es uno de ellos.
-¿Quién te enseñó esa habilidad?
-Eso no importa ahora -sacudió la cabeza en gesto de negación-, lo único que tienes que saber es que debes abrir tu mente, cerrar los ojos y concentrarte en el objeto que tienes ante ti, yo me encargaré del resto. ¿Confías en mí?
-Salvaste mi pierna, creo que por esta vez me arriesgaré. Confío en ti, Soleys -dijo Anders sonriente.
El caldero se quedó solo, soltando humaredas de olores extraños en el fuego, mientras ella se acercó al chico, dejando el resto del mundo a su espalda.
-Muy bien, cierra los ojos y concéntrate. Todo saldrá bien.
Anders obedeció. Se abstrajo de todo cuanto le rodeaba y solo dibujó en su cabeza el cuerno que él mismo había fabricado. De repente se sintió transportado a otra dimensión, se hizo más ligero y sintió que flotaba. Entonces, la voz de Soleys surgió melódica dentro de su propia cabeza.
-Ahora, Anders. Abre los ojos.
Cuando lo hizo, se encontraba en un lugar muy extraño: el aire, la consistencia del suelo era diferente. Hacia arriba se dibujaba un cielo estrellado nocturno, de un color violáceo brillante. La tierra era dorada como la del desierto, pero más blanda, se hundía bajo sus pies. A lo lejos divisó un riachuelo con aguas que cambiaban de color a cada momento y se precipitaba hacia el vacío, pues Anders se encontraba en un fragmento de tierra, flotando en medio de la nada. No había más que cielo sobre su cabeza y cielo bajo la tierra; pero a su alrededor aparecían más fragmentos de mundo que se movían, se acercaban y se alejaban los unos de los otros.
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La Sombra de Miradhur
FantasyEl fuego me vuelve a atormentar esta noche. No puedo dormir. Con el tiempo creí que me acostumbraría a esta sensación, pero el dolor sigue siendo impetuoso, más que mi aguante. Mi cuerpo se cansa de esta lucha constante contra algo que es ajeno, que...