Capítulo 41

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El joven avanzaba con paso firme, era cierto que el ambiente era extraño y notaba como si mil ojos lo estuvieran observando, pero no tenía tiempo para esas tonterías. Además, la mochila de explosivos pesaba bastante, y tener un saco lleno de cosas que te podrían hacer saltar por los aires en cualquier momento no era algo muy agradable.

Ya llevaba bastante tiempo caminando, lo sabía porque notaba el cansancio ya que a su alrededor todo era igual. Las paredes eran las mismas, la niebla que lo rodeaba no cesaba en ningún momento y las bifurcaciones se iban sucediendo una detrás de otra sin sentido. Solo podía esperar que la suerte lo llevara a buen puerto, o que Canela lo encontrara pronto y lo trasladara a las puertas que tendría que hacer explotar.

Se detuvo un instante a coger aire, soltó la bolsa en el suelo y apoyó la espalda contra la pared. Estaba agotado, no podía andar más con tanto peso a la espalda.

De pronto, una figura apareció en el camino, pero era incapaz de diferenciar qué o quién era.

—¿Hola? ¿Quién anda ahí? —susurró, para luego arrepentirse. Si se trataba de una amenaza le había dicho dónde podía encontrarlo.

La otra persona caminaba justo en la dirección contraria, así que Lienne volvió a cargarse la mochila a la espalda y trató de seguir a la sombra desde lejos. Cuando llegó adonde se supone que debía estar, ya había desaparecido. El joven de Olusha empezaba a pensar que su mente le estaba jugando una mala pasada; Anders le había contado que el laberinto trataría de volverlo loco, que debía permanecer sereno en todo momento o no habría oportunidad de salir.

Así que se detuvo, cerró los ojos y respiró hondo para serenarse.

Aunque al abrirlos lo que vio no fue serenidad; a su alrededor todo estaba ardiendo y ni siquiera estaba en el laberinto sino en su ciudad, volvía a estar en Olusha. Y seguía ardiendo.

—No puede ser —se dijo a sí mismo.

A pesar de ello, el fuego era tan real que incluso podía sentir el calor a su alrededor. Miró en todas direcciones y del interior de la casa empezaron a aparecer personas ardiendo, gente que conocía... sus amigos. Todos corrían hacia él con el cuerpo en llamas y suplicándole ayuda. Al intentar huir de uno de ellos, que se arrastraba por el suelo tratando de sujetarle las piernas, otro lo agarró por la espalda y comenzó a sacudirlo con fuerza.

—¿Por qué no nos salvaste? ¡Eras nuestro protector!

—¡Lo intenté! —dijo Lienne entre sollozos—. ¡Juro que lo intenté!

—¡Mientes! —dijo un niño, que ardía de mitad del cuerpo hacia abajo.

El señor de Olusha cayó al suelo por los constantes zarandeos a los que estaba siendo sometido y cuando volvió a mirar hacia arriba, estaba rodeado de gente que ardía.

—Todo fue culpa tuya, tú los dejaste entrar —decían a coro las voces.

—¡No! Yo lo hice para salvarnos, ellos me traicionaron. ¡Lo juro!

Y los hombres ardientes se fueron acercando más y más al joven que suplicaba su perdón desde el suelo, y los gritos de Lienne resonaron en el laberinto.

De pronto, una mano iluminada surgió de entre los hombres ardientes y el joven se aferró a ella, haciendo que su pesadilla desapareciera. Seguían en Olusha, pero ya no había fuego, todo era como antes. Y Nym estaba junto a él.

—¡Aún estás viva! Todavía podemos salvarte —dijo Lienne al verla.

—Lienne, estoy en mis últimos momentos. He utilizado las pocas fuerzas que me quedan para comunicarme contigo y pedirte que te marches de este lugar. Áthero va a volver a la vida y los primeros en morir seréis vosotros. Márchate y llévate a los demás contigo, puede que si os escondéis sobreviváis un tiempo.

La Sombra de MiradhurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora