Estaba de en el harem, comiendo con Zayan y escondiéndome de Vuslat, no quiero hablar con ella porque de seguro escuchó la noticia de que me voy a casar con el Sultán.
Mientras comía vi a varias mujeres hablando y susurrando entre ellas, parece que hay algunos rumores de los que no he escuchado.
—¿Sabes qué es lo que están comentando, Zayan?
—Es sobre el gobernador de Rodas, está en el palacio hablando con su majestad, desde que lo vieron la última vez se quedaron cautivados por él. Yo aún no lo he visto, pero no me pienso quedar con la curiosidad —respondió ella con una sonrisa.
—Somos mujeres del harem, no podemos poner nuestra vista en otro hombre que no sea el Sultán.—Pero el Sultán solo tiene ojos para ti y como nosotras estamos olvidadas, al menos que se nos permita soñar con él —volvió a sonreír.
—Mejor vayamos al jardín, no quiero cruzarme con Vuslat o con alguna otra Kadin, aún no puedo enfrentarlas.
—Bien, pero lo tendrás que hacer en algún momento.
—Sí, pero me quiero tomar mi tiempo para pensar en las palabras adecuadas y que ellas no cobren venganza.
Zayan y yo salimos al jardín a dar un paseo, el día era soleado y en la parte en la que estábamos no se encontraba ninguna otra persona.
Zayan le pidió a una criada que nos trajera jugo y algunos bocadillos, pero como la muchacha se tardaba tanto Zayan fue a ver que pasaba y yo me quedé sola en el jardín junto a otra criada.
Me encontraba caminando de aquí para allá y viendo las flores, cuando me pareció ver una figura conocida, intenté seguir a esa persona pero desapareció.
Volví a mi asiento a esperar a Zayan, pero una piedra cae frente a mi, luego y luego una tercera piedra cae justo en medio de las otras dos piedras.
—¿Podrías ir a ver por qué tardan tanto? —le pedí a la criada que estaba conmigo y parecía que no se había dado cuenta de que las piedras habían caído frente a mi.
—¿Está segura, señorita? No la quiero dejar sola y que algo le pase a usted, el Sultán no me lo perdonará —respondió ella con cierto nerviosismo, el cual noté ya que movía muy rápido sus manos.
—Estaré bien, no te preocupes. Además aquí no hay nadie y sé cuidarme sola.
—Esta bien, señorita. Volveré en seguida con la señorita Zayan.
Vi a la muchacha alejándose y cuando ya no podía verla más me puse de pie, di unos pasos hacia adelante y me detuve.
—¿Cómo me encontraste? —le pregunté a la persona que estaba detrás de mi.
—Cuando no volviste me preocupé, fui a casa de tu padre y me echó, te estuve buscando pero no te encontraba. Decidí tomar el puesto de gobernador y usar mis recursos para seguir buscándote. Vine aquí cuando escuché la noticia de que la hija de Celil Pashá se iba a casar con el Sultán, tu padre tiene 2 hijas y me dijiste que tu hermana se casó, así que solo podías ser tu.
—No debiste malgastar los recursos de tu provincia de esa manera, los gastaste en vano.
—¿Solo eso me vas a decir? Te fuiste y no regresaste, estaba desesperado pensando que algo te había pasado y que jamás iba a volver a verte —él puso sus manos en mis hombros, me dio la vuelta para verme y me abrazó —Estoy tan aliviado de verte viva y bien, durante este tiempo no pude pensar en nada más que no sea en encontrarte.
Azad tenía el rostro demacrado, se había dejado crecer la barba, sus ojeras eran más notorias y sus ojos se veían muy cansados, pero aún se veía apuesto, ahora entiendo porque las concubinas del harem hablaban de él. Su abrazo fue tan reconfortante, lo extrañaba, extrañaba a mi amigo, en sus brazos me sentí como una niña que necesita protección.
—Mi padre me regaló al Sultán, no puedo salir de aquí, me golpearon y casi me matan —dije mientras me rompía en llanto —Odio este lugar, lo odio.
—Tranquila, voy a sacarte de aquí y nadie se atreverá a hacerte daño. Solo déjalo en mis manos ¿si? Yo me encargaré de todo.
—No, no puedo escapar. Nos matarán a ambos si lo hago, además... ya acepté casarme con su majestad.
—Nada nos va a pasar, te lo aseguro, solo confía en mi.
—Dije que no —alejé a Azad y caminé hacia la pequeña tienda en la que estaba sentada hace un momento.
—Rami... —Azad tomó mi manos y me detuvo —¿Su majestad te tocó? ¿Él te forzó? ¿Acaso se atrevió a tocarte a la fuerza? No lo dejaré vivir si atrevió a hacerlo, yo ...
—No, su majestad a sido muy bueno conmigo y no me forzó a nada. Sabes que jamás lo haría sin antes estar casada, si lo hiciera no sería diferente a una ramera.
—Lo sé, pero no encuentro otra razón por la cual no quieras irte conmigo... —Azad me soltó y dió algunas vueltas hasta que se detuvo frente a mí —¿Te enamoraste de él? ¿Es eso? ¿Lo amas?
—No, no es nada de eso. Solo que no quiero que te pase nada, eres mi único amigo y me importa tu vida.
—Si te importo yo entonces ven conmigo, porque no puedo vivir sin ti —él se acercó a mi y juntó su frente con la mía —Sabes lo que siento por ti, yo te amo y eres mi más grande tesoro, no puedo permitir que vivas con otro y mucho menos que te cases con él —estaba por besarme pero me alejé.
No puedo traicionar a su majestad o darle ilusiones a Azad, ninguno de ellos se lo merece.
—No podemos, soy la concubina de su majestad y le debo fidelidad, no puedo traicionarlo de ninguna manera.
—Eres su concubina por la fuerza, te dieron a él en contra de tu voluntad, tu no lo amas.
Azad me tomó las manos y besó el dorso de estas, pero me soltó en cuanto escuchamos pasos y voces justo detrás de nosotros.
—¿Ayse? —preguntó Zayan —¿Quién es este Pashá, mi sultana?
—Es el gobernador de Rodas, lo encontré de casualidad pero ya se va ¿no es así, Pashá?
—Sí, fue un gusto charlar con usted —Azad me besó el dorso de la mano y me hizo una reverencia —Sultana, señoritas —dijo antes de darse la vuelta y marcharse.
—Se ve algo demacrado y cansado pero sigue teniendo un rostro cautivador, ahora entiendo a las criadas, además es rico y se ganó la confianza de su majestad en muy poco tiempo, estoy segura de que ascenderá rápidamente —comentó Zayan.
—Entremos, no me siento bien.
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La Mujer del Sultán
Historical FictionTodos queremos tomar nuestras propias decisiones sobre nuestra vida, lo mismo quería yo, pero el destino me hizo una mala jugada e hizo que alguien más decidiera mi futuro por mi. Fui obligada a pagar por un error que cometió mi padre y me entregaro...