Capítulo 35

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Me dirigía hacia mis aposentos cuando uno de los aghas me informó que su majestad mandó llamarme, así que fui de inmediato.

—¿Me llamó, su majestad? —dije haciendo una reverencia.

Cuando él volteó a verme tenía los ojos rojos e hinchados, parecía haber llorado mucho.

—Dime que no fuiste tú.

—Si se refiere a la muerte de Fehime, entonces no fui yo.

—¿Acaso no la mandaste matar porque estabas celosa de ella?

—Admito que me molestó que estuviera pasando tanto tiempo con usted, pero no la mataría. Sabía muy bien que su muerte le afectaría ¿Por qué cree que haría algo que lo haría sentir mal a usted? Yo lo amo y no me atrevería a lastimarlo.

—No puedo creerte.

—¿Por qué? Usted dijo que me amaba ¿Por qué no me cree?

—Porque Fehime escribió tu nombre en un papel antes de morir.

Su majestad me entregó dicho papel y efectivamente mi nombre estaba escrito allí, aquel papel también tenía salpicaduras de sangre.

—No entiendo porqué razón mi nombre está escrito aquí, pero le juro que yo no fui.

Me arrodillé ante él y tomé el dobladillo de su túnica. Le seguía diciendo que no había sido pero él ni siquiera me miraba.

—Mañana temprano dejarás el palacio —dijo mientras se alejaba de mi —Desde este momento dejas de ser una sultana, yo te destituyo como sultana. Tanto las joyas, las propiedades y el dinero que te di te serán quitados, ahora eres una mujer libre sin títulos ni riquezas —en ese momento él estampó su sello en un papel y luego me lo mostró.

Dicho papel tenía escrito todo lo que él había dicho, desde mi destitución como sultana hasta la revocación de todas mis pertenencias.

—¿Cree que me importa eso? —dije mientras me ponía de pie —Lo único que quería era que usted estuviera conmigo, me dijo que me amaba y le creí, pero en la primera oportunidad se deshace de mi. Ahora entiendo que no fue amor lo que sentía por mí sino un simple capricho que ya terminó, fui una estúpida al creer en sus palabras.

—No era mentira cuando dije que te amaba, es verdad y no me estoy deshaciendo de ti, sólo intento salvarte.

—No le creo y no voy a creer nada de lo que me diga. Ya no volverá a engañarme porque jamás me volverá a ver, jamás debí creerle.

Hice una reverencia y salí de ahí con dirección a los aposentos de mi madre.

Cuando ingresé, la Sultana Saliha se encontraba allí, eso me sorprendió mucho ya que ellas no se llevaban bien.

—Aquí estás —dijo la Sultana Saliha.

Yo le hice una reverencia a ambas y me acerqué a ellas —Es un gusto verla, mi sultana —le dije a la Sultana Saliha.

—No puedo decir lo mismo de ti, dicen que mataste a la segunda Kadin ¿Es eso cierto?

—Por supuesto que no, ya te dije que mi hija es inocente y será mejor que te vayas, no quiero que sigas en mis aposentos —le dijo mi madre.

La Madre Sultana sólo la miró con desagrado y mi madre hizo lo mismo.

—Cuida tus palabras, Mahpeyker. Soy considerada contigo porque tienes sangre de la dinastía, pero yo soy la Madre Sultana y no permitiré que se me falte al respeto.

—¿Qué puedes hacerme? Yo soy una sultana ¿Entendiste? Nací como sultana y moriré como tal, en cambio tú eres una esclava. El hecho de que hayas dado a luz a un príncipe que se volvió Sultán no cambia nada, cuando otro príncipe ascienda al trono dejarás de ser sultana y volverás a ser la esclava que siempre fuiste.

La Sultana Saliha no dijo nada antes las duras palabras de mi madre, ella sólo se dio la vuelta y se fue en silencio.

—No debió hablarle así a la madre sultana —dije.

—Yo te defiendo a ti y tú la defiendes a ella, eres una hija ingrata.

—Ya no volverá a ver a esta hija ingrata, su majestad me quitó mi título de sultana y mis posesiones, ya no soy una sultana y tampoco tengo nada.

—Lo que me faltaba —dijo ella soltando un suspiro —Dime que al menos lograste quedar embarazada.

—Hoy en la mañana tuve mi periodo, así que no estoy embarazada.

—¿Acaso no puedes hacer nada bien? Te dejaste quitar todo y ni siquiera pudiste embarazarte, eres una completa inútil.

—Ya no le sirvo de nada, por favor deje en paz a su majestad —dije arrodillándome ante ella.

—Vete de aquí, no quiero verte —dijo ella.

—Madre, por favor deje en paz a su majestad.

—Ordené que te fueras—dijo ella con un tono serio. Me puse de pie, hice una reverencia y salí de sus aposentos.

Aunque ya no sea útil para mi madre, no debo bajar la guardia porque ella es capaz de hacer muchas cosas para conseguir lo que quiere.

Esta vez me dirigí a los aposentos de Vuslat Kadin, no quería irme sin antes hablar con ella.

Cuando entré, sus aposentos eran un desastre. Todas las cosas estaban regadas en el piso y ella se encontraba rompiendo más cosas, cualquier cosa que veía la rompía.

—Salgan todas, quiero hablar con la tercera Kadin a solas —le ordené a las criadas que estaban con Vuslat.

—Sí, sultana —respondieron ellas antes de marcharse.

—No quiero verte, ¡Lárgate! —dijo Vuslat en cuanto me vio.

—Solo quiero que sepas que no fui yo quien mató a Fehime, no sé porqué la muerte de Fehime te afecta tanto, pero te juro que yo no la maté.

—Ella escribió tu nombre antes de morir ¿Aún así dices que no fuiste tú?

—Cómo le dije a su majestad, no sé porqué mi nombre está escrito ahí pero yo no la maté.

—La mataste, tú me la quitaste. Ahora jamás volveré a verla, jamás volveré a oír su dulce voz, no volveré a verla reír ni llorar —decía Vuslat mientras lágrimas caían por sus mejillas.

—¿La amabas? —pregunté. Ella solo levantó la vista hacia mi y me miró perpleja.

—Ella lo era todo para mí, ella era mi mundo, era la luz al final de la tormenta, era mi vida entera y tú me la quitaste ¿Por qué lo hiciste?

—Ya dije que no fui yo.

—Vete de aquí y no regreses más, no quiero volver a verte o de lo contrario, te mataré. Te mataré de la peor forma que exista y tu alma jamás descansará en paz.

Después de amenazarme, ella se dio la vuelta y siguió rompiendo todo lo que encontraba, mientras que yo solo me marché sin decir nada más.

La Mujer del Sultán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora