octavo capítulo

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Los días se hicieron semanas...

Y las semanas, meses...

Ese día se cumplían ya cuatro meses desde que comencé mi trabajo en aquella mansión.

Cuatro meses de soportar situaciones extrañas, una mas insólita que la anterior.

Cuatro meses de tener que acostumbrarme a la incomoda compañía de Lilith por el día y verla desaparecer por la noche.

Cuatro meses sin verlo a él.

No lo quería admitir en aquel entonces pero, me era decepcionante. A veces ansiaba que se acercara la noche y así, tal vez verlo, ya que solo por las horas nocturnas hacía acto de presencia. Pero luego de soportar la soledad en aquel lugar frío y oscuro y ver que yo era la única que merodeaba en esas horas, perdí la ilusión.

-¿Puedes ayudarme a buscar a Luna?

Dejo de cortar las verduras, que serían parte de la sopa que estaba preparando, para girarme y centrar mi atención en Lilith la cual me observaba desde la puerta que daba al patio trasero.

-Es una gata- retomo mi tarea de cocinar, dándole la espalda a la pelinegra -Los gatos suelen irse, pero siempre vuelven.

-Es peligroso allá afuera- se nota un ligero temblor en su voz -Dentro de unas horas oscurecerá, y la necesito para dormir.

Suspiro -Me encuentro ocupada Lilith, y ya te dije, Luna volverá...

-¡Ayúdame o si no te castigará!

Dejo de cortar la zanahoria...

Me giro lentamente y con confusión miro a la joven que ahora se encuentra con sus ojos abiertos de par en par y con una expresión que delataba su arrepentimiento.

-¿Disculpa? -me acerco a ella -¿Quien me castigará?

Apenas terminé de formular la pregunta, un maullido proveniente de la sala de estar interrumpe el denso silencio que se creó en el ambiente. Tal sonido permitió libre paso a Lilith que huyó de la cocina desapareciendo de mi vista, dejándome plantada con el entrecejo fruncido.

Retomé mi tarea de cortar las verduras para la cena pero ahora con el peso de las palabras de la pelinegra sobre mi.

¿Se refería a Maximilliam? 

Esa suposición me puso la piel de gallina y los pelos de punta...

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A la hora de la cena, Lilith no apareció, haciendo así que cenara sola en aquella mansión que parecía atraer el frío y retener la oscuridad entre sus paredes húmedas.

El silenció reinaba en aquel ambiente, de vez en cuando una brisa hacía mover las oscuras cortinas del gran ventanal dando así una sensación fantasmal al lugar.

Me concentré en llevar la cuchara a mi boca y así beber de la sopa, mientras mas era consciente de donde me encontraba, mas arrepentida me sentía de haber aceptado este cargo.

Las ganancias son buenas, lo acepto, gracias a eso pude pagar algunas deudas que tenía, también le compré unos zapatos a mi hermana los cuales ella siempre quiso, reparé algunas cañerías de nuestra casa y muchos gastos los cuales me tenían estresada al no poder pagarlos.

Aún así, no era suficiente como para irme de este lugar.

A veces, mientras limpiaba la gran mansión, fantaseaba con el día en que renunciara y me largara de aquel infierno en vida. Al fin tomaría mis maletas y huiría con Julieth para jamás volver.

Una ligera sonrisa curvó mis labios ante aquella bella idea que, con cada día, se alejaba mas de mi realidad y solo se convierte en un sueño de niña.

Cuando Lilith no cenaba conmigo, acostumbraba a cenar rápido para así irme a descansar a mi cuarto designado, así que eso hice.

Apenas terminé aquella sopa, lavé mi plato y me dirigí al segundo piso. Entre a mi cuarto y cerré la puerta detrás mío.

Un bostezo me hizo caer en cuenta lo agotada que me encontraba, así que sin pensarlo demasiado y solo en búsqueda de complacer mi cansancio, me despojé de mi ropa para ponerme un liviano, aunque algo corto, vestido de dormir. Me cepillé el cabello y procedí a meterme debajo de aquellas suaves sabanas que proveían calor.

No pasó mas de un minuto y yo ya me encontraba en el mas profundo de los sueños.

....

Suspiré...

Me sentía acalorada y una extraña sensación hizo acto de presencia en mi entrepierna.

¿Qué era esta agradable sensación? 

Me removí ligeramente y al hacerlo me estremecí cuando una punzada en aquel lugar me hizo gemir. Curvé mi espalda y esto provocó que una presión mayor hiciera contacto con una parte sensible de mi parte intima. 

Los gemidos aumentaban, al igual que el aquel frio pero placentero contacto en mi entrepierna. 

-Más- dije con la voz entrecortada.

Estaba cerca...agarré con mis manos puñados de sabanas y los apreté con fuerza cuando sentí que el aire no me era suficiente, cuando mi espalda se separó por completo del colchón y mi placer llegó al climax junto a un gemido gutural y ronco que acarició mi oído.

Y ahí caí en la realidad...en la horrible y escalofriante realidad...

Aquel gemido.....

¿De quien fue?

Los gemelos: si lo quieren, lo obtienenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora