—Señor, hay un problema. —Uno de los guardias reales, entró a las oficinas del rey, soltando un estruendoso sonido, al golpear la puerta, y denotando una extrema preocupación.
El hombre consiguió una mala mirada del mandatario. Era bien sabido por todos, su admiración por la tranquilidad y el silencio, la euforia del soldado sólo había ganado una mínima gota de odio.
Sin embargo, a pesar de todo, no podía culparlo por hacer su trabajo. Claro está, que había maneras más decentes de interferir en la paz del gobernante. Pero, por esta vez, dejaría pasar tal atrevimiento.
—¿Y qué esperas para resolverlo? —El monarca siguió su aburrido trabajo.
Se encontraba revisando unos papeles, que serían los que cerrarían sus próximos negocios. No se inmutó ante la presencia del soldado.
Los problemas siempre aparecían, no le afectaba la idea de tener uno nuevo.
—Es que —pausó con temor—, creo que esto le interesará. —El joven quería salir corriendo de allí, esas no eran formas de hablar con su superior y él, lo sabía perfectamente.
Recibió otra mala mirada del hombre sentado tras su escritorio. El soldado estaba muerto de miedo, el soberano, en cambio, pensó mejor sus palabras, frunció el ceño y levantó una ceja. Jamás le habían dicho una frase así y mucho menos, un soldado.
—¿Y por qué me interesaría? —El tono en su voz se transformó en uno frío y duro, que dejó aún más congelado al mensajero— ¿Qué es tan importante como para interrumpirme y hablarme de esa manera?
—Es que—tragó, en un intento de aliviar el nudo de su garganta— una chica apareció, mencionó que necesitaba hablar con usted con urgencia, que era la princesa de Ardclik, luego se desvaneció en las puertas de la entrada. ¿Qué hacemos con ella, su majestad? —arrastró las palabras, soltándolas todas juntas.
—Lo que me faltaba —bufó, levantándose de su escritorio. —¿Qué han hecho con ella?
—Está en el mismo lugar, estamos esperando sus órdenes, señor.
El hombre se dirigió a la puerta principal del castillo, seguido por el soldado. El cual no volvió a emitir sonido alguno, parecía una sombra caminando detrás de su rey.
Todos inclinaban su cabeza al verlo pasar, él no se fijaba en eso, tenía la atención puesta en aquella supuesta joven. Algo pasaba, eso era evidente, lo que no entendía era si aquello sería bueno o acarrearía más problemas.
Al llegar a las rejas de la entrada, les dio un asentimiento a los guardias de allí, estos inmediatamente abrieron la puerta.
—Joder—murmuró ante la vista que tenía—, busquen al médico.
Se acercó sin poder creer lo que sus ojos veían, no sabía con exactitud si hacerlo era prudente o no.
Allí, en el suelo, se hallaba tendida una muchacha, parecía sumida en un sueño profundo, todo su cuerpo estaba cubierto de tierra y sus ropas eran simples harapos. Era una vista desastrosa.
ESTÁS LEYENDO
Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...