—Tomemos asiento por favor —susurró Eber.
Posó su mano en mi espalda baja y sacó una de las sillas, dejándome un espacio para sentarme. Vi una imperceptible mueca de ambos al ver las acciones de Eber, no les agradaba ver eso. Sonreí, esto saldría mejor de lo esperado.
—Pensaba invitarte a hacer una alianza, pero me parece que la alianza ya estará de antemano, tomando en cuenta que estas con mi hermana —Brais arrastraba las palabras ocultando su odio.
—Cariño, no te lo tomes a mal, pero — agregué con sarna— ustedes no son mis hermanos.
Ellos entrecerraron los ojos, no daría el brazo a torcer, tampoco permitirían que me llamaran de esa manera luego de todo lo que ocurrió.
—Sigues siendo nuestra hermana, te guste o no —agregó Agni con calma. Me levanté apresurada, no se quedaría así.
—Perdieron el derecho de utilizar ese término —los acusé señalándolos con el dedo.
—Aún eres nuestra hermana, no lo repetiré dos veces —Agni se levantó a enfrentarme. Sonreí con cinismo.
—Nunca lo fui y ustedes, mejor que nadie lo saben —les guiñé el ojo, haciéndoles entender mi referencia y luego volví a sentarme, aguantando las ganas de asesinar a ambos.
—No armemos dramas familiares frente a la visita— Brais tomó de la camisa a Agni, forzándolo a sentarse de nuevo. Él hizo caso, sin embargo el odio en su mirada se había concentrado. —Disculpe la incómoda escena— se dirigió a Eber.
—No hay problema. Lo comprendo —éste respondió con un inusual tono de amabilidad.
—Si me disculpan —me levanté— el viaje me ha dejado cansada, y no se preocupen, sé el camino. Nos vemos luego —agregué con una sonrisa, dándome vuelta para irme.
No me quedé mucho tiempo luego del pequeño encuentro con Agni. Dejé a Cavan, Wild y Eber sentados hablando con el dúo de psicópatas, ellos podrían soportarlos, yo no.
Caminé hacia la derecha del salón, en donde había una puerta. Era imposible olvidar un lugar con tantos recuerdos. Me encontré con un pasillo y una escalera al segundo piso, solté todo el aire contenido. No planeaba enfrentarme a ellos tan pronto, Brais no sería tanto problema, conocía sus debilidades, él era más manejable, el problema radicaría en Agni, él siempre había sido el de carácter difícil y después de provocarlo, lo más seguro sería que me buscaría.
Mi presencia en castillo sería un completo problema pero, daría paz a ambos reyes. No creía capaces a Brais y a Agni de asesinar a Eber, teniéndome cerca, después de todo, primero irían por mí, después por él.
No permití que mi mente me doblegará, en el castillo de Ardclik las paredes escuchaban, cualquier indicio de fragilidad sería advertido y usado en contra. Por ende, aunque tuviese que ahogarme en lamentos silenciosos, no reaccionaría.
El segundo piso, guardaba más recuerdos, allí habían pasado un sin fín de momentos, sonreí internamente. La vida había jugado con nosotros, nos había llevado a un lugar oscuro.
Me detuve frente a la puerta, aquella que contenía el lugar en donde más tiempo había pasado durante diecinueve años. Suspiré antes de abrir la puerta, casi doy un grito al ver que el lugar estaba ocupado.
Una joven se mantenía de espaldas a mí, limpiando lo que una vez había sido mi tocador. Aclaré mi garganta, consiguiendo que la persona dedicara su atención en mí.
—Yo, lo siento, su majestad —Esa voz... Una felicidad enorme me recorrió —Sé que está prohibido entrar aquí pero —levantó la vista, y su expresión se desfiguró— ¿Samira? —chilló soltando el trapo que llevaba en la mano.
Corrí a la abrazarla, un olor a flores silvestres llegó a mí, sonreí, como había extrañado aquello. Ella lloró, de un momento a otro estaba hecha un mar de lágrimas.
—Basta tonta —dije con diversión— Harás que yo también llore.
—Yo —dijo separándose, pero su voz se quebró inmediatamente— Pensé que nunca te volvería a ver —susurró limpiándose el rostro.
—Leila —me acerqué tomándole de los brazos— ¿Recuerdas qué fue lo que te dije la última vez que nos vimos?
—Que volverías por mí —dijo con lentitud.
Mis planes de venir en un inicio, incluían llevármela.
—Y aquí estoy —volví a abrazarla— Esta vez no te dejaré quedarte aquí.
Cuando me separé de ella, y fui directamente a sentarme en la cama, todo parecía como si alguien aún viviese aquí. Acaricié la cama, recordaba lo mucho que me gustaba dormir allí, estaba hecha a la medida en que pudiera alcanzar todos mis gustos.
—¿Tú lo has mantenido así? —cuestioné revisando con la vista el lugar, todo estaba en perfecto estado.
Ella asintió sentándose a mi lado.
—En realidad —pausó— vine un par de veces hasta que el rey me prohibió la entrada, aunque jamás hice caso. Siempre que te extrañaba venía aquí, la mantenido como te gustaba, con la esperanza de que algún día volvieras —sonreí, era tan ella.— Espera —soltó con horror— ¿Cómo es que estás aquí? ¿Cómo entraste aquí? Si ellos te ven... —tuve que interrumpirla.
—Ellos ya me vieron. No vine sola —le aclaré— Luego verás con tus propios ojos como entré aquí —sonreí con la idea de presentarle a los chicos, ella debía de conocerlos.
—Ellos —volvió a decir con miedo— se volvieron locos cuando te fuiste. Estaban obsesionados con encontrarte, mandaron a buscarte, prohibieron la entrada de cualquiera aquí, aunque los he visto salir de la habitación un par de veces, tampoco querían que se tocaran tus cosas. Estaban desesperados
—¿Estaban desesperados? —Eso no podía ser cierto, ellos querían asesinarme.
—Mucho —aseguró con firmeza.
—¿Ellos querían asesinarme? —lo dije más como una afirmación que como una pregunta, ella negó.
Casi abrí los ojos de la sorpresa.
—Los escuché peleando —me contó— un día, había venido aquí como siempre lo hacía, pero estaban ellos dentro, me quedé esperando en la puerta, quise intentar escuchar si averiguaba algo de ti. Pero ellos, estaban gritándose, el rey le reclamaba a Agni que la habían arruinado todo, Agni trataba de calmarlo diciéndole que no era así. Pero Brais seguía gritando que eran unos estúpidos, que lo habían arruinado, que necesitaban encontrarte antes que algo suceda y terminaran encontrando solo un cadáver. —hizo una mueca como si la idea no le gustara— Te querían, viva.
Eso, no tenía ningún sentido.
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Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...