—Si un enemigo se metiera aquí, serías la primera en ser decapitada —me sobresalté al escuchar una voz.
Abrí los ojos bostezando, me había quedado dormida en el jardín.
Sentí un peso en la parte izquierda de mi estómago, así que acerqué mi mano hasta allí descubriendo el pelaje de Etzel, quien presentía, se había dormido conmigo.
Miré al frente, el general me veía con cara de pocos amigos, algo que no me sorprendía puesto que siempre mantenía aquella expresión.
Estaba parado a unos metros, de brazos cruzados. Me levanté sentándome y acomodando mejor al animal.
—¿Qué haces aquí? —volví a bostezar.
—Se supone que mi trabajo es encargarme de la seguridad del rey —exclamó.
—¿Y eso qué tiene que ver con la pregunta? —interrogué confundida con lo que había dicho.
—Quiere decir que estaba asegurándome de que mis soldados estén en donde deberían y con todo en orden pero, terminé encontrándome a una princesa durmiendo aquí —hizo una mueca viendo el lugar, claramente aquello no era de su agrado.
—Que manía tienen de decirme “princesa” —suspiré— ya no lo soy y te agradecería que no me llamarás así, por favor.
—¿Te desterraron? —sorpresa tal fue la mía cuando vi que Wild se sentó en el mismo sitio en donde había estado parado.
—Oficialmente no —confesé entablando por primera vez una conversación racionable con él —Pero es como si al nombrarlo, deja de tener validez y dejo de ser aquella persona.
—¿Entonces qué título prefieres? —reí ante su pregunta.
—Ninguno, todo sería más fácil si no existieran —acaricié a Etzel.
—Habla por ti, yo no quiero perder el mío —bromeó, a lo que alcé una ceja curiosa.
—¿El gran amargado del general está bromeando? —solté.
—Desconfiaba de ti —susurró mientras colocaba sus antebrazos sobre sus piernas flexionadas y agachando su cabeza entre ellas, parecía estar descansando.
—Nunca lo había notado —solté con sarcasmo.
—No es mi culpa que te aparezcas de un día para el otro, conociendo la tensión con Ardclik deberías de entenderlo.
—Lo entiendo perfectamente —reí— pero, ¿no ves que soy inofensiva? —hice un puchero, recordando la situación con la que me había encontrado.
—Eso no parecía cuando le cortaste el cuello a ese hombre —levantó la vista e hice una mueca de desagrado.
—No quería hacerlo —me abracé a mi misma —En fin, de todas maneras eso vino después.
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Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...