Bostecé mientras bajaba por las escaleras. Eran casi las seis de la mañana, el tiempo de descanso no había alcanzado para mí, tomando en cuenta lo sucedido la noche anterior. Aún tenía demasiado sueño.—Lilih —la llamé al ver que tenía intenciones de subir las escaleras —¿Me llevarías al salón del trono?
—Por supuesto. Sígueme —dijo ella con una sonrisa, en el tiempo que habíamos estado juntas, ya habíamos logrado forjar una mínima confianza.
Había aprovechado el día anterior para preguntar sobre la rosa, sorpresivamente, ella tampoco tenía idea.Caminamos por unos cuantos pasillos, la cantidad necesaria para que mi mente se bloqueé al segundo de ellos.
Al entrar al salón, ellos ya estaban allí.
El rey sentado en su trono, con las manos en los respaldos, demostrando todo el esplendor de su título.
Wild estaba parado firme a unos metros del lado izquierdo del rey.¿En algún momento ese hombre se relajaba?
De seguro que no.Cavan por su parte, miraba despreocupado hacia fuera de una de las ventanas.
—Nos vemos —susurró Lilih haciendo una reverencia.
—Gracias —me despedí de ella, la cual de inmediato salió del lugar —Buenos días —saludé cuando llegué cerca de ellos, me coloqué frente al rey e hice una reverencia, el correspondió con un asentimiento.
—¿Cómo estás? —preguntó señalando con su mano hacia su lado derecho.
—Bien, gracias —me coloqué a la derecha del rey, justo donde había señalado.
Segundos después, un guardia apareció anunciando la llegada del vizconde. Cavan por su parte, se movió para llegar a lado mío, lo miré extrañada consiguiendo una sonrisa de su parte.
Imitó la postura de Wild, adoptando una postura recta y con los brazos detrás de la espalda. El rey por su parte, parecía despreocupado, igual que como lo estaba Cavan al comienzo.
Las puertas se abrieron dejando ver a un hombre de mayoría de edad, no era un anciano, en lo absoluto. Haciendo cálculos rápidos, no debería de pasar de los cuarenta años.
Sus pasos eran seguros y rápidos, vestía elegante pero, había algo en él que me daba una mala espina, como si en su frente tuviera puesto un cartel de peligro.
No tardó mucho en llegar frente al rey y postrarse a modo de reverencia. Lo examiné con la mirada. No tenía la apariencia de alguien que causara problemas pero, ahí estaba, justamente por uno.
—Su majestad —añadió luego de la reverencia.
Su vista recorrió a los presentes, cuando me vio, hizo una leve mueca.
Él sabía quien era.
Era evidente, que sí lo sabía. Agachó la cabeza levemente a modo de saludo, le sonreí con falsedad. No me agradaba ese hombre.
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Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...