—¿A dónde vamos? —cuestioné mientras veía el paisaje por la ventana del carruaje.
—En cuánto a ti respecta, considero que he sido una persona muy paciente. Pero, vuelves a repetir esa pregunta y te juro que la paciencia se irá —sonreí con inocencia.
Sí, de seguro que perdería la paciencia luego de las trescientas veces que le había preguntado. En mi defensa, eso no ocurriría de no ser que me hubiera dicho a donde nos dirigíamos.
Llevábamos una media hora desde que salimos del palacio. El no había dicho a donde iríamos, eso me dejaba intranquila, las sorpresas no eran algo que se me daba bien.
Viajábamos en un carruaje, que parecía de otro mundo, vale la aclaración.
En las afueras, no solo estaban los caballos y el cochero, sino también un grupo de soldados encargados de nuestra protección.
De un momento a otro, él sacó su mano por la ventanilla y la golpeó un par de veces, logrando como respuesta la detención del transporte.
Abrió la puerta y salió, sosteniéndola, me ofreció la mano para poder bajar.Sostuve con una mano la falda del vestido, y con su ayuda bajé. Aprecié el lugar, estábamos en lo que parecía una plaza del reino.
Muchas personas deambulaban por el lugar, disfrutando de la tarde. Cuando se percataban de la presencia del rey, hacían una reverencia.
—Espero no te importe acompañarme en el resto del recorrido, caminando —la calidez en su mirada era espeluznante.
Luego de haberlo visto la noche anterior, que actuara tan normal era de locos, sólo conseguía dejarme parte de miedo.
—Para nada —negué sonriendo.
Él se giró echándose a caminar, lo seguí, caminando detrás de él.
Pasamos por la multitud de personas, todos nos miraban extrañados, a decir verdad no era incomodidad para mí. En Ardclik solían reaccionar todos de igual manera.
El rey siguió como si nada. De vez en cuando, sonreía a las personas, estrechaba las manos de los hombres y les soltaba comentarios divertidos, haciéndolos entrar en confianza.
Las más jovenes murmuraban embellezadas, y sonreían como tontas cuando él les asentía en forma de saludo, no podía reprocharlas, también admitía que ese hombre tenía su encanto. Un encanto muy grande.
Estaba concentrada en su comportamiento, ni siquiera mi padre que había el ser más bondadoso ante mis ojos se había comportado igual que el rey de Idront.
Ahora entendía porque su pueblo decía amarlo. Todavía no entendía los comentarios contradictorios que habían sobre él, sin embargo, una certeza tenía: él podría ser un ángel pero, también uno caído del cielo.Llegamos hasta una zona exclusiva para vendedores. Había de todo tipo, los puestos estaban ubicados al borde la calle y sorprendentemente, había muchas personas comprando y mirando las cosas. No pude ocultar mi impresión al ver todo el lugar y los productos, jamás había tenido la oportunidad de ver algo similar.
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Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...