Dos semanas después...
Luego de haberme despertado y siendo de las primeras personas que había visto, el doctor me recomendó un estricto reposo de dos semanas. No puse objeción alguna, es más, aquello se convirtió en la perfecta excusa para quedarme encerrada en la habitación.
Durante el día, solo veía a dos personas reales: a Lilih, quien era la joven que siempre traía las comidas y estaba dispuesta a ayudar en todo lo que le pidiese, y a Eber, que se había asegurado de revisar en persona que aun estuviese con vida.
Sin embargo, aún después de ese tiempo transcurrido no me sentía lista para salir y enfrentar al mundo. Los veía a ellos en todos lados.
Cuando salía al balcón, ellos estaban mirando desde las sombras del jardín.
Si intentaba salir, estaban a las esquinas del pasillo.
Cuando me despertaba, estaban al borde de la cama, viéndome.
Y ni hablar de las veces que parecían en mis sueños, sembrándome el terror y reviviendo los antiguos escenarios.
Trataba de ignorar todo, pero, a veces, hacerlo se convertía en una maldición. Tal vez, y solo tal vez, estaba dispuesta a vivir con esa maldición.
¿Que había hecho para merecerlo? De seguro, nacer, porque desde que tenía uso de la razón, algo que no me acompañaba, era la suerte.
Abrí la puerta de la habitación, y mi primer instinto fue revisar todas las esquinas. Nada, no había nada. Suspiré, decidiendo alejar esos pensamientos, no quería atraer la desgracia.
Caminé poniendo especial atención a mi postura y evitando todo nerviosismo. Eber había organizado una junta con a quienes había llamado como "los demás interesados en los secretos de Ardclik".
La reunión debía realizarse cuanto antes, ¿los motivos? Solo él los conocía a ciencia cierta. Mi suposición fue única: quería apresurar las cosas mientras estuviese a su favor.
Bajé las escaleras siguiendo el camino que Lilih me había descripto, no precise de mucho tiempo para perderme, ya que desde la cima de ellas pude ver al rey esperando en lo bajo.
Cuando se percató de mi presencia, giró a verme. No quise prestar atención a su mirada, por lo que miré mis pasos evitando trastabillarme.
—Veo que estas mejor —dijo cuando llegué al final, para luego tenderme la mano.
—Repite muchas veces el "veo", su majestad—acepté su mano y me ayudó con el último escalón.
—Gracias por darte cuenta—rió. Y por un instante, eso me hizo mirarlo con el ceño fruncido, ¿gracias?, ¿se rió?, ¿por qué? Su risa parecía ser sincera.
Colocó mi brazo en el hueco que dejaba el suyo, enlazándolos, otra vez, aquello parecía que se convertiría en una costumbre.
Su tacto era suave, algo muy evidente tomando en cuenta que, en su posición, era obvio que jamás hubiese necesitado marcharse las manos con algo. Después de todo, tenía personas que hacían hasta lo más estúpido por él. Pero, lo que más había llamado mi atención era la frialdad de sus manos.
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Cristales Rotos
Fantasy•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...