Cuando el reloj marcara las nueve en punto ellos irían, luego nos reuniríamos para hablar de lo que encontraran.
Faltaban unos pocos minutos para la hora exacta, estaba nerviosa, otra vez.
Usé los minutos previos para intentar calmarme, tenía la excusa perfecta para entretenerlos, sin embargo, no podría mantenerlos mucho tiempo, por eso les había dicho a los chicos que se apuraran, no debían tardar mucho.
Había mandado a Leila que llamara a los hermanos, ella no parecía de acuerdo, incluso, hizo un par de muecas antes de por fin aceptar.
Miré el reloj en la pared de la habitación, ya era hora.
Carajo.
Escuché como la puerta se abría, allí estaban.
No me moví del lugar, estaba muy cómoda sentada en la cama, tampoco planeaba moverme. No hacía falta hacerlo para entretenerlos.
—¿No pueden tocar la puerta? ¿Tan difícil es? —cuestioné con burla, cruzándome de brazos.
Irónico, quejarme de algo que también lo hacía.
—¿Se puede saber por qué nos llamaste? —rebatió Agni con una evidente nota de fastidio.
Fingía.
Ese fastidio, que tanto intentaba demostrar, solo ocultaba lo que en verdad sentía.
—¿No les parece evidente? — agregué, como si fuera obvio lo que quería, me crucé las piernas— ¿No pensaron que en algún momento deberían explicarme que carajos sucedió allá? —estaba enojada, en cierta forma.
—No —dijo Agni indiferente— No vamos a decirte tampoco —le lancé una mirada de odio.
Él sabía bien como hacerme enfadar.
—Lo que quiere decir Agni — Brais le miró mal— es que aún no podemos explicarte, es por tu bien.
—¿Por mi bien? ¡¿Que mierda es eso?! —alcé la voz, levantándome para enfrentarlos. —¿A qué se supone qué están jugando?
—No estamos jugando a nada — exclamó Brais con una tranquilidad que solo me desesperaba más, apreté los puños.
—No están jugando a nada —dije con burla— No me tomen por idiota —exclamé ofendida— La muerte del rey —comencé a enumerar tratando de encontrar el punto de unión—, dejarme a manos de esos soldados —la voz se me quebró— y ahora esto. ¿Qué están haciendo? —la última palabra salió más como un lamento que como una pregunta.
—Así que es eso —añadió Agni con diversión cruzándose de brazos— ¿Quieres la verdad de lo que sucedió? —se acercó unos pasos, caminaba tratando de parecer amenazante— ¿Qué harías si te dijera que gocé asesinando a nuestro padre? —lo miré horrorizada, ¿cómo podía decirlo de esa manera?— En el momento en que descubras porque lo hice, me agradecerás —agregó aquello en un susurro, uno que hasta lo hacía parecer menos culpable. —Y con respecto a esos tipos, puedo traerte sus cabezas en una bandeja de oro, si eso te haría feliz.
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Cristales Rotos
Fantasía•Primer libro de la bilogía "Cristales" Un rey asesinado, una princesa condenada ... Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros d...