| 𝐕𝐈 : disfrútenlo |

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【 C A P Í T U L O   S E I S​​​​​ 】 

Disfrútenlo ❞


   En la penumbra de una cueva en algún rincón del tenebroso mundo, se hallaba un pequeño duende oscuro; retorciéndose los dedos, aguardando, a que la luna nueva brillara sobre su cabeza y le diera una señal.

—Esto es malo. Muy malo.

—¿De qué hablas? —le recriminó Manny, una bestia cuya raza no recuerda bien, pero sí sabe que es brutal. Solo que la apariencia que eligió para caricaturizarse de humano no lo acompañaba: lucía como un viejo empresario de uno sesenta de estatura y problemas de drogas con enormes ojeras y piel pálida grisácea. Nada amenazante, la verdad... hasta que saca las garras.

—De que no tenemos a la Heredera del Sol con nosotros, solo tenemos información. La Orden de la Ruina fue clara cuando dijo: no nos hagan perder el tiempo. Si tienen a la Heredera avisen, sino... mueran. Y no quiero morir. No aún... tengo que encontrarle una pareja a Bibo.

—Aún no sé qué es tu mascota.

Es una cosa mezclada entre pixie, puka y otras criaturas. ¡Qué sabía! Solo que se lo encontró a las afueras de un pueblo en Tír na nÓg a punto de ser comido por lobos.

Bibo era redondo, peludo y con una tremenda boca con dientes afilados... y también su mejor amigo.

—La cosa es que necesitamos algo... más que suposiciones.

—De que tenemos algo, lo tenemos. Y es nuestro equipo el que lo tiene, aunque la líder no esté presente —siseó y pudo sentir cómo sus manos quebraban el hueso de algún pequeño animal en alguna parte de la cueva—. Tranquilo, tonto. Ella no nos matará.

—He oído que mató a un elfo por mirarla sorprendido luego de que la viera comerse a un bebé. Y a otro por estornudar y tenía alergias.

Bueeeeno, eso es cierto.

El duende gritó, asustado, pero entonces, oyeron chillidos provenientes del exterior, acompañados de miles de alas batiendo a gran velocidad y, al segundo siguiente, cientos de murciélagos entraron a la cueva con bullicio y revuelo.

No vienen a dormir, pensó el duende, encrespándose al sentir la presencia de una de las criaturas más imponentes que alguna vez ha oído hablar. El terror de las madres, el monstruo con la que lo amenazaban de niño, los cuentos de terror antes de irse a dormir. Era ella.

Los murciélagos se alinearon lo suficiente como para formar un cuerpo, alto, esbelto, con enormes cuernos negros y estómago inflado por un embarazo eterno...

—¿Y bien? —su voz hizo que la temperatura bajara a bajo cero y que las cabezas de todos bajaran a la altura del suelo—. ¿Qué tienen para mí?

No podía hablar, su voz estaba atorada en su garganta, el sudor frío cubriéndole entero y los temblores cubrían cada célula de su cuerpo. Lo estaba haciendo difícil. A su lado, sentía al pobre Bibo gemir y estremecerse, incluso olfateó su orina y baba cayéndole por el hocico. 

—Serás... —oyó que siseaba Manny, igual de nervioso... pero con más valor. Después de todo, estaba hablando frente a ella—. B-Buenas noches, mi Señora.

—No saludé. Hablen.

Um... sí, n-nosotros estábamos a cargo de esta zona del mundo y, bueno, hubo actividad por aquí que creemos merecía una supervisión mayor.

—¿Quién es su líder?

—Lilith. —dijeron al unísono, y la maldita perra no había pisado estas tierras desde que les dijeron que debían investigar. Ella dijo: tengo cosas que hacer y se largó.

Mmmm —dijo su Señora—, encuentren a Lilith y tráiganla del cabello, de los pezones, de la maldita lengua si es necesario.

De sus manos salieron sombras, chillaron, y se desplazaron por la boca de la cueva, en busca de Lilith. Y la traerían. Las bestias de su Señora jamás se detenían.

Manny carraspeó.

—Mi Señora...

—¿Dónde es aquí? —los murciélagos se movieron y la Bruja se asomó al paisaje que daban Los Andes.

—Cordillera de Los Andes, no sabemos el país aún de dónde provino la magia. H-Hay varios países, así que, en cuanto lo descubramos, se lo haremos saber.

—¿Cuándo fue esto?

—Hace dos días.

—Y aún no saben.

—N-No, no sabemos con exactitud de dónde viene. Es un terreno grande, p-pero creemos que es más al oeste. De todas formas, empezaremos a averiguar por usted de inmediato. Solo queríamos notificarle esta noticia, ya que oímos que ha estado ocupada buscando pistas.

—La Heredera ya debería tener edad suficiente como para manifestarse.

—¡Sí! Por eso quisimos darle todo lo que tenemos hasta ahora. U-Una cosa, mi Señora, con mi compañero aquí estaríamos muy agradecidos si usted, oh, gran Diosa de la Muerte, podría brindarnos... eh, ayuda.

—¿Ayuda?

—S-Sus monstruos. Solo si quiere. Asakkus, bestias, sombras, ya sabe. De ese estilo.

—Tienen a Lilith, ¿ella no es dueña de legiones?

—Lucifer la castigó hace algunos siglos... no tiene nada.

—¿Oh? —sus garras alcanzaron una pared rocosa y limó ahí sus uñas—. Esa no la sabía, ¿así que la primera demonia está desesperada? Le daré una última oportunidad, entonces.

—Sobre los asakkus...

—No quiero que levanten sospechas.

—P-Por supuesto.

—P-P-Pero... ¿por qué? —se le salió al duende, luego bajó la cabeza y agregó—: mi Señora.

—Quiero que ella no me vea venir, quiero sorprenderla, aprender de ella, cómo vive, qué hace... y qué ama por sobre todas las cosas. Quiero doblegarla ante mí. Así que encuéntrenla y se me informará de inmediato cualquier hallazgo —levantó su mano, la cual entre los murciélagos se veía llena de guadañas y garras afiladas—. No les otorgaré asakkus, porque ustedes, debiluchos, no podrían controlarlos, pero les prestaré un juguetito nuevo que tengo.

—¿Un juguetito nuevo...?

Magia verde salió disparada hacia la criatura que Manny estaba mordisqueando, un ratón, por lo visto: esta se retorció en el piso; la esencia verde de la Señora se adentró en él, iluminando su pecho. En los primeros segundos no pasó nada, pero entonces la rata despertó con un fuerte suspiro.

Manny y el duende saltaron.

La pequeña criatura se retorció... y creció, creció... y creció...

Pronto, el duende miró hacia el techo, donde la rata se retorcía. Muerta, pero viva.

La Bruja, tras ellos, rió.

—Disfrútenlo.



Descendientes de sangre, tormenta y espina. | SAGA ULTRAMUNDO - 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora