【 C A P Í T U L O Q U I N C E 】
❝ Mayday, mayday, mayday ❞
Tomé una piedra del tamaño de un auto y la alcé sobre mi cabeza con ambas manos, porque con una se me desequilibra todo. Calculé al ojo la distancia, fuerza, viento, hambre y... lancé. Aterrizó a unos metros de la orilla y a unos pocos centímetros de la primera que ya había tirado.
No hago cálculos por gusto, porque odio las matemáticas, pero me tengo que moderar, porque nooooo, no, no, niños, no queremos crear una avalancha cerro abajo.
No de nuevo, al menos.
¿No de nuevo? ¿Has provocado avalanchas?
—Sí —me reí, aplaudiendo para sacudir la tierra—, apilo rocas cuando estoy ansiosa, y esto lo vengo haciendo desde que soy chica, pero en cerros donde sé que no hay humanos abajo —a veces—. Una vez la Fay, estaba súper enojada, no me acuerdo por qué, pero hizo que se desprendiera unas dunas cuando fuimos a hacer sandboarding... —un pitido cortó a través de mi mente e hizo que me detuviera abruptamente.
Gemí y garabateé.
Está algo inquieta, me dijo Ra, pero lo siguiente que dijo se me perdió.
Su voz sonaba un poco distorsionada, lejana. Podía oír una avalancha mental caer entre nosotros, llena de rocas y estruendosos golpes que nos separaban.
... tanto usarlo.
—¿Estás bien? —pregunté cuando pasó un poco el efecto.
¿Preguntas por mí?, bufó. ¡Preocúpate por ti! Sé que yo te pido despertarla, pero es por tu bien que descanses también. De todas formas, no quiero que sufras, ¡así que sigue levantando esas rocas, hija mía! ¡Que lleguen al cielo! ¡La creadora de meteoritos!
—Ya —me enderecé, masajeando mi sien hasta que el dolor disminuyó un poco. Me había tomado la bolsa de sangre que el Hezequiel no me dejó tomarme en el colegio, pero, aun así, sentía que mi piel tiraba—. Se pone así de vez en cuando —le digo. Como cuando uso mucho mi hipnosis. O cuando peco mucho. O cuando me enojo mucho. O... bien, tiene varios detonantes, pero todos tienen el mismo efecto: se me nubla la visión, me dan taquicardias y mi mente tiembla como... en efecto, una avalancha. Esas son señales claras que tiene mi cuerpo para avisarme que Majandra está más consciente, despertando—. Solo tengo que calmarme y hacer ejercicio —alcé los puños al cielo—. ¡Hacerme pico hasta que no sienta las piernas!
¿Haces a menudo? Porque tienes músculos. ¡Por Nun! ¡No me había fijado, creí que eran los míos asomándose en tu piel!
—Ja... sí —dije, orgullosa, viendo mi tonificado abdomen—, me encanta hacer ejercicio.
No me identifico tanto contigo ahora, hija.
—Es que soy muy inquieta —le conté—. No me gusta dormir porque tengo pesadillas y muchas veces he despertado llorando, tensa y sintiéndome vulnerable... así que hago mucha actividad física. Es como si el mundo se esfumara. Cuando era chica, no dormía casi nada. Mi mamá me tenía que sedar porque si no caía dormida en cualquier lugar, y aun así, despertaba a la hora. En ese entonces, ella estudiaba psicopedagogía y se le ocurrió la idea de potenciar mi hiperactividad, así que me inscribió a cualquier taller que le apareciera en frente. Ballet, taekwondo, bailes folclóricos, contemporáneo, gimnasia rítmica... todo lo que me pudiera entretener y mantener... —tomé otra piedra gigante y afiné el ojo para que cayera justo entre medio de las otras dos—... mi mente y cuerpo ocupados. Así logré mantener a Majandra un tiempo —la lancé... y cayó un poco a la derecha y mucho más a la orilla. Hice una mueca—. Y así, señor Ra, es como supuestamente entreno el equilibrio de mi fuerza demoníaca —moví mis hombros—, aunque no es muy preciso.
ESTÁS LEYENDO
Descendientes de sangre, tormenta y espina. | SAGA ULTRAMUNDO - 1 |
ФэнтезиIsidora es una adolescente normal... bueno, casi. Es una mestiza, mitad humana y mitad demonio, desordenada, malhablada y un completo cero a la izquierda a la hora de tratar de nivelar su vida humana y su vida ultramundana. Por no decir que es un as...