| 𝐗𝐈 : empanaditas y mini jaleas de... sangre |

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【 C A P Í T U L O   O N C E 】

Empanaditas y mini jaleas de... sangre 


Salí de mi casa antes de que amaneciera, cuando el cielo luchaba entre colores morados y anaranjados, cuando el sol aún ni se asomaba a darme la bienvenida.

¿Qué tan bacán era decir que el sol era mi perra?

Trastabillé cuando Ra me dio una cachetada mental.

¡Auch!

¿Cómo que perra?

—Sí, perdón. Me emocioné un poco.

Luego de eso, Ra me prestó un poco de su poder.

Según él, apenas era el 0,00001%, pero quería que llegáramos rápido a mi destino... y también quería probar –cual conejillo de indias– cuánto poder era capaz de otorgarme sin que mi cuerpo lo rechazara. Así evitamos que me vaya de bruces nuevamente con la magnitud del poder de dioses.

¡Guaaa! —grité, cuando el salto que pegué –y que siempre hago para pasarme a la parcela de atrás– me elevó sus buenos veinte metros hacia arriba. Aterricé entre los paltos del vecino, golpeándome con las ramas y hojas. Gemí entre la tierra y las hojas secas llenas de polvo—. ¿Estás seguro de que me prestaste poco?

¡Te lo juro!

—Puedo saltar alto —le expliqué—, con la Fay y mi hermano hicimos una prueba hace algunos años, sobre nuestros poderes, ya sabes, como científicos tratando de ponerle cuantificaciones a nuestras habilidades, y llegamos al resultado de que, normalmente, puedo saltar cinco metros y un poco más.

Poco.

—Yo lo considero un verdadero logro —chillé—. ¡No cualquiera puede volar hasta alcanzar una avioneta!

Puedo hacer más que eso... podemos hacer más que eso.

Sin avisarme, el chancho ya conocido subió por mi garganta y pronto me sentí apretada, comprimida y cálida. El cuerpo musculoso de Ra sostenía el mío en algún plano astral o algo así, porque me veía físicamente a mí, pero si golpeaba o hacía algún movimiento, veía el enorme brazo de Ra y brillaba como el oro fundido, como si nuestros cuerpos estuvieran barnizados por una capa de luz solar.

Uh —me animé—, me veo como una moneda recién pulida, a ver... veamos qué puedes hacer... ¡ah! ¡No tan fuerteeeeeee!

Me costó adaptarme al nuevo ritmo, pero cuando me estabilicé, mis piernas se movieron con una ligereza que jamás había sentido antes. Era como si mi cuerpo no pesara nada, como si el viento y la fuerza no fueran impedimentos.

A la velocidad de la luz, oí que él susurraba. Somos más rápido que el sonido.

Ra saltó entonces y fácilmente fueron más de veinte metros.

Juré que podía tocar las nubes si me estiraba.

Fue tan bacán sentir que podía hacer todo lo que físicamente quise hacer siempre.

Saltamos condominios enteros, casi parcelas completas con la fuerza de nuestras piernas y mientras descendíamos, planeé como una niña.

Mi chillido emocionado y mis risas estruendosas se escucharon por los cielos junto al cantar de los pájaros mañaneros.

Ra se carcajeaba con verdadera dicha, feliz de poder volver a usar sus poderes.

—Hay un dicho —me dijo Ra, era raro... como si estuviera junto a mí, a la par, susurrándome al oído—, sobre mi creación.

Descendientes de sangre, tormenta y espina. | SAGA ULTRAMUNDO - 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora