| 𝐗𝐈𝐈 : estoy embarazado |

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【 C A P Í T U L O   D O C E 】

Estoy embarazado


He matado a tres personas en mi vida.

Las recuerdo bien, sus caras y nombres, pero mi mente no me permite estancarme, sentir remordimiento tal que me impida funcionar con normalidad. La culpa no era algo que sintiera un demonio. Es más, un purasangre ni siquiera sabe qué es eso. Lo sé porque Selena me lo explicó, que para ella matar es como para un humano ir a un refrigerador y elegir algo para comer... típico, se elige y se desecha una vez consumido.

Mera ansia.

Aunque, claro, soy mitad humana. Se me aplica la guerra interna miti-miti. Mi lado demonio lucha con mi lado sentimental para todo, hasta para elegir ropa, y recuerdo que había veces en las que Majandra, cuando estaba despierta y enérgica en mi cabeza, me sacaba las muertes en cara, trayéndome sus gritos a colación en el momento menos esperado y la sensación de lo bien que se sintió hacerlo. Lo bien que nos sentiríamos si matáramos a todos y endureciéramos nuestro corazón, volviéndonos más demonio que humana.

Hacía eso para que yo cediera, claro, y así la dejara dominar a ella nuestro cuerpo. La conocía demasiado bien. La conozco demasiado bien, a fin de cuentas, somos la misma persona desde que la oí respirar tras mi nuca cuando era niña. Encantadora. No obstante, casi siempre le salía el tiro por la culata, porque si yo me siento mal emocionalmente, ella también, y si hay algo que Majandra odia por sobre todas las cosas, es sentir emociones humanas. Y los gatos.

De todas formas, aunque Majandra siempre tratara de hacerme sentir depresiva con todos los recuerdos negativos que tengo, sobre todo con aquellas tres personas que maté, mi mente humana era lo suficientemente fuerte para recordarme lo penca que es la gente y todo bajón emocional, se me pasa.

Ahí se le acababa el chantaje, porque ella estaba de acuerdo conmigo en que la mayoría de humanos valían hongo.

—¿Es aquí? —preguntó Nathanael, deteniéndose conmigo en la esquina de la casi siempre poco concurrida calle Arturo Prat.

Los olores me patearon la nariz... y me sorprendí.

Por la mañana, este lugar olía muy distinto a cómo olía por las noches. Son pocas las veces que he estado aquí de noche, la verdad, más por misiones o por algún carrete que por gusto y, aun así, no me quedaba mucho tiempo porque uno: este lugar es peligrosísimo de noche y dos: porque este no es territorio de Selena, así que, si aquí me hacen algo, están en su derecho.

Los ultramundanos se toman muy en serio el tema del territorio, así que aquí debo irme con cuidado.

Usualmente, las calles apestaban a alcohol y a muchas sustancias ilícitas de las que nunca he oído. Muchas de ellas ni siquiera humanas. Pero, ahora, temprano por la mañana, olía a hojas mojadas debido al rocío de la noche y a la masa de pan mañanero de las panaderías cercanas.

El sol pegaba rico contra mi piel, calentando motores y haciendo que Ra disfrutara el doble sus mangos.

—Cerca. —respondí.

Pancho era dueño de un negocio de «empanadas» frente al parque de La Calera. Inocentemente humano, delicioso, sí, porque eran empanadas al horno, y era un sitio que lucía piola. Nadie sospecharía que detrás de esas puertas de metal forrado también pudiera albergar a los mercenarios y escoria ultramundana más asquerosa de esta parte de la región.

—¿Vas a estar conmigo en todo momento? —le pregunto a Nathanael. Por si acaso.

—¿Por qué? ¿Tu valentía se esfumó tan pronto, pequeño demonio?

Descendientes de sangre, tormenta y espina. | SAGA ULTRAMUNDO - 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora