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Jamás fue una persona supersticiosa, no esperó mucho de su vida nunca. Pero haber reencarnado se le hacía sorprendente.

Observó sus manos, luego de haberse calmado por el susto de aparecer en una habitación extraña, cuando claramente había muerto minutos atrás; eran demasiado pequeñas.

Okey, había leído algo parecido alguna vez, una protagonista que transmigraba a algún mundo de una novela. ¿A dónde había llegado él? ¿Debía preocuparse por esto?

Sentado en la cama, observando sus pequeñas extremidades, tragó saliva. Una linda chica entró al cuarto, totalmente sonriente, claramente mayor que él.

"¡Joven maestro! Pensé que tendría que despertarlo hoy también." Sonrió abiertamente, inclinando también su cabeza. A pesar de estar hablando, se movía de un lado a otro, arreglando cosas o abriendo las cortinas.

¿Entonces es un aristócrata? Tiene sentido.

"Sí... Me desperté hace un rato", respondió Dokja, devolviéndole la sonrisa.

Y aunque no sabía la actitud del dueño original del cuerpo, pareció no molestarle a la criada, ella solo asintió como si para ella fuera normal verle esa sonrisa tímida cada mañana.

"Ahora que está despierto, llamaré a algunos ayudantes para bañarlo y desayunar, joven maestro."

"¡No te preocupes!" se alarmó, puede bañarse totalmente solo, sin... ayuda.

La criada entrecerró los ojos, mirándolo como tal vez no debería hacer a su superior, trataba de encontrar si el joven escondía algo.

"¿Está seguro, joven maestro? La duquesa Perséfone nos acaba de pedir estrictamente ayudarlo luego del último accidente."

¿Accidente? Tal vez el dueño de ese cuerpo solía ser algo torpe.

Lo pensó mucho, tal vez debería dejar que lo haga, sería muy raro si un niño tan pequeño como él... Alto.

"¿Perséfone?" su voz titubeó.

"Sí, joven maestro." Ella siguió sonriendo, sin notar los nervios en su voz. "La dama estrictamente me dijo: 'Youngki, hemos sido invitados a un evento especial en la capital, en el castillo de su majestad el emperador Yoo. No podemos dejar que Dokja cometa algún error en el traje o en el baño. Ayúdalo, es una orden'."

¿Emperador Yoo? ¿Dokja? ¿El dueño de este cuerpo se llamaba como él?

Inconscientemente empezó a temblar. Eran muchas coincidencias. Se levantó de golpe de la cama, asustando a la criada, buscó un espejo en la habitación y se reflejó en él. Debía ser una broma, no podía.

¿¡El rey demonio de la salvación, era exactamente igual que él!?

Era una jodida broma de mal gusto del universo, de la vida. Sabía que estaba maldito, pero no pensó que, hasta ese punto, ¿Era necesario renacer como el autoproclamado villano de la novela al que la vida odia?

En un chasquido, ya estaban varios empleados reunidos a su alrededor, intentando ponerle las manos encima, tuvo un escalofrío. Jamás había sentido tanta atención ajena, ni en él ni en su cuerpo. Mientras se observa a si mismo siendo bañado, se permitió relajarse ante los masajes en su cabello.

"¿Qué se celebra hoy, Youngki?" preguntó, su voz saliendo más animada de lo que esperaba.

"¡Oh! Es la ceremonia para dar inicio al festival aceptó hace poco el emperador."

"¿Un festival? ¿Por qué?"

"¡El joven maestro despertó muy curioso!" comentó otra criada, mirando a Dokja como si fuera su propio hijo. "Desde que naciste, tu padre y otros caballeros han estado en la guerra contra los bárbaros y monstruos del Este, pero finalmente han logrado ganar. ¿No le da curiosidad conocer a su padre, joven maestro?"

Una forma de protegerse del emperador [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora