Vuelo

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Hyeri

Si lo compró y yo me enoje porque solo estaba gastando dinero a lo tonto. ¿Para que comprar un vestido tan caro y de noche cuando no siquiera sé que va a pasar en Italia?

Ella aseguraba que abría un desfile de moda y que lo más seguro es que sería formal.
Me llevo al aeropuerto y me dejó ahí, solo con mi maleta y la nueva bolsa de ropa que me había comprado. "Buena suerte" esos fue lo que me dijo antes de irse y dejarme aquí cual perro.

Revise la hora en mi celular, faltaban unos cuarenta minutos para que abordaramos el avión y no había rastros de Nakamoto en ninguna parte. ¡Le mandé la hora con antelación y ni así se digna a aparecer!

Esperé y esperé. La desesperación comenzó a invadirme debido a que el tiempo comenzaba a pasar y sinceramente no lo veía por ningún lado.
De nuevo ese tono tan familiar llegó a mis odios, mi celular sonaba de nuevo y aquel nombre del mismísimo diablo, se marcaba en la pantalla.
Contesté y como siempre, ni hablar me dejó.

Señorita Song, ¿dónde está? —pues en el aeropuerto, ¿en donde más?— el auto se descompuso y ahora mismo estoy a una calle del aeropuerto

—Lo veo en la entrada principal. —y lo dejé justo como él lo hacia , ahora que se joda—

A duras penas logramos abordar el avión y la azafata nos miró mal cuando entramos pero poco le importó a Nakamoto. Se sentó como si él dueño del avión se tratase.

—¿Acaso no está de humor, señorita? —oh no, claro que no lo estoy— su semblante se ve serio

Formé una sonrisa tratando de que se viera genuina o al menos eso esperaba. Y coloque los audífonos en oídos para ver la película que se transmitía en la pantalla de enfrente.

Zombies, ¿Películas que me gustaban? Bastante. Algunas eran demasiado buenas y el hecho de que cuando las persecuciones comenzarán solo hacia que mis nervios se pusieran de punta.

¿Porque mierda no se esconde? Esa es una de las preguntas que te surgen cuando las estás mirando. Sientes que estás en esa situación y las malas vibras recorren tu cuerpo. Terminas odiando a los traidores y amando al protagonista que se sacrifica por el amor de su vida.

Desvié mi mirada de la pantalla. Nakamoto ya estaba cabezeando y sinceramente no lo voy a negar, se veía tierno cuando lo hacía. Sus labios en forma de puchero, sus ojos cerrados y su lindo cabello recargado en su frente. Aquí es donde me pregunto, ¿Que demonios pasa conmigo? Es mi jefe y un maldito. No podía arriesgarme, no de nuevo. Mis desiciones siempre eran malas y aún más en el amor, y las cicatrices en mi cuerpo lo demostraban. Las terapias habían funcionado, pero siempre había recuerdos que regresaban cuando menos lo esperaba.

Moví mi cabeza, tratando de sacar esos malditos pensamientos, no funcionaba, el aire comenzaba a faltarme, mi respiración comenzaba a entrecontarse y mi vista comenzaba a volverse nublada. No de nuevo, no por favor. Debía ir al baño, no quería que alguien me viera, no quería las miradas de todos en mi.

Me levanté frenéticamente de mi asiento, tomé mis pastillas del bolsillo y agarrándome de los asientos de los pasajeros caminé con prisa al baño. La maldita puerta no abría, no tenía fuerza, mis brazos y piernas no reaccionaban. Comencé a jalar, empujar e incluso hasta patear. Aquel tubo color naranja calló al suelo, haciendo que mis pastillas cayeran y segundos después yo igual.

Las azafatas se acercaban a mí, me preguntaban cosas que no sabía cómo responder. Era como si estuviera en un trance, no podía moverme.
Una de ellas caminó a mi asiento y  aquella cabellera castaña rojiza se levantó observando a todos lados hasta que por fin llegó a mi lado.
Me hablaba, solo podia leer sus labios, pero mi estupidez no permitía entenderle. No lo escuchaba, no lograba comprender sus palabras, su voz se disipaba al llegar a mis odios. Y eso comenzó a desesperarme aún más.

Sentí mi pecho comprimirse y como mis ojos comenzaban cristralizarse. Aquella imagen de nuevo comenzaba a formarse y mi miedo aumento aún más.
Comencé a jalar mi cabello con desesperación, sentía como estaba ahí justo frente a mi, como los golpes y aquella olla con agua hirviendo se colocaban en mi cuerpo, todo mi cuerpo. Ardía, me comenzaba a quejar y no sabía si lo estaba haciendo o eran solo mis recuerdos.

¡Song! ¡Song! —no podia asimilar lo que pasaba a mi alrededor, mi mente me estaba dando otra mala jugada y yo ya no quería eso— ¡Traigan un vaso con agua, las pastillas en el suelo deben ser su medicamento!

Después de unos minutos sentí como mi boca se abría y una de mis pastillas se colocaba en mi lengua. Tragué con rapidez el agua que sentía. Mi desesperación ahí seguía y aún sentía como no podía moverme.

Me cargaron, era él, Nakamoto me llevaba al asiento y comenzó a cubrirme con las mantas que las chicas llevaban. Mis ojos pesaban, comencé a cerrarlos, parpadeando de a poco, observando como él chico frente a mi tocaba mi mejilla y luego se levantaba, llendose quién sabe dónde.

El sueño me ganó y el estrés debía haberlo provocado. Solo Yuqi sabía de mi situación no quería que alguien más lo supiera, me sentía inútil, con vergüenza debido a que la lástima inundaba sus ojos.
Las personas sentían lástima por mi, yo no quería eso. Soy fuerte, pero no sé cómo demostrarlo, mis recuerdos me invaden en los peores momentos.

Tal vez solo debía morir, de la manera más fácil posible. Mi vida es una porquería y por más que intente ocultarlo, sé que todo saldrá a la luz cuando menos lo espere. Las burlas vendrán a mi y aunque intente hacer que me crean, no lo harán.
Por más que intentaba olvidar, las pesadillas siempre me despertaban en mitad de la noche, sudando, sollozando, me abrazaba a mí misma y no sabía cómo calmarme. Era un trauma que jamás olvidaré, vivirá para siempre conmigo y de ser necesario, me lo llevaré a la tumba.

Working with the devil [Nakamoto Yuta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora